Las vacaciones de Semana Santa son ya un recuerdo feliz, una alegre postal en la memoria. Pero no para todos. Ha pasado el tiempo suficiente desde que llegó la Navidad para que aquellos que regalaron cachorros sin la debida responsabilidad y consciencia se hayan hartado de tener que sacarlos a la calle. O de que mordisqueen muebles, calcetines y zapatillas... O de que, aún temblorosos y desubicados, hagan sus necesidades donde no deben. Y las perreras, cuando no las cunetas, los contenedores y los ríos se vuelven a llenar de pequeñas vidas abandonadas a su suerte. Y a su desgracia.

Como sucederá también en verano, antes de Semana Santa se disparó el número de abandonos al tiempo que se frenaron en seco las adopciones. Malos tiempos para los 110 animales que hoy atiende el equipo humano del Centro de Protección Animal situado a las afueras de la capital alavesa, coronando el alto de Armentia.

Así lo explica Martín Molinero, presidente de la Asociación Protectora de Animales de Vitoria, APASOS, que reclama una mayor conciencia social, aunque subraya que la situación en Álava ha mejorado enormemente desde que esta asociación entró en escena allá por el año 2004. “Entonces se sacrificaban unos cinco animales a la semana, de 500 a mil al año”, recuerda, feliz porque “el número de sacrificios se ha reducido drásticamente”. Sin embargo, no todo el monte es orégano, recuerda la coordinadora en Euskadi del partido animalista PACMA, Goizane Butrón. De hecho, según el último estudio de la Fundación Affinity, en la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) se produjeron 7.700 abandonos sólo el año pasado. Y, recuerda, “sólo el 27% de estos animales se dieron en adopción”.

Evolución positiva Juan Aramburu es una de esas personas a las que se les nota la pasión con la que ejercen su profesión cuando se les enciende un brillo especial en la mirada al hablar de su trabajo. En su caso, como veterinario. “Afortunadamente la evolución es muy positiva en el territorio. Aún recogemos 1.000 perros y 400 gatos al año, además de las aves, burros o cabras que también llegan de forma puntual. Pero el 99% de los animales que entran en busca de hogar acaban saliendo”, se felicita. Pero esto no es suficiente. “Los animales no son juguetes. Hay que apostar por la adopción responsable, ser conscientes de lo que nos va a aportar pero también de lo que nos va a exigir”, subraya, con la vista puesta en un futuro como el de países como Alemania, donde la conciencia es tal que al no producirse apenas abandonos, apenas hay siquiera animales para adoptar.

Los expertos coinciden en señalar tres claves para seguir dando la batalla: concienciación, control de la natalidad y adopción. “Acudimos regularmente a dar charlas sobre todo a los niños, que son los dueños, los adoptantes... ¡Y los políticos del futuro! Y es en los que más hay que incidir”, explican Martín Molinero y Juan Aramburu, compañeros en esta tarea y admiradores recíprocos de su pedagogía y su labor.

De igual forma, tanto la protectora como la perrera dan facilidades para esterilizar a los animales. ¿Por qué? “Una camada no deseada es un problema. Los dueños la tienen que colocar, y si no, nosotros. En cambio esterilizando a los animales que no queramos que críen controlamos el nacimiento de nuevos animales no deseados y además alargamos su vida en hasta un 30% evitando todos los problemas relacionados con el celo”, ya sean de salud o de comportamiento, peleas o atropellos, explica Molinero.

Y por último, la otra pata, aunque parezca de perogrullo, la adopción. “Un perro comprado implica que un perro abandonado no encuentra hogar. Adoptar es más solidario. Nuestro objetivo es que quien busque un compañero al menos se pase primero por la perrera”, recuerda el presidente de la protectora municipal.

“Siempre se puede hacer más: aumentar las campañas de sensibilización y de implantación del chip, acabar con prácticas como la caza con perros que por ejemplo en Castilla hace que el abandono de perros se dispare un 21% cuando acaba la temporada, un mayor control del negocio de compraventa...”, recuerdan desde PACMA Euskadi. Pero un paso más allá de la responsabilidad institucional aparece insobornable la llamada a la conciencia social. Porque, como recuerda Aramburu, “el trato que una sociedad da a sus animales dice mucho de ella”. Y en este sentido, Álava tiene aún mucho que decir.