Una esvástica en una pared. Un insulto vomitado contra quien busca refugio. Un saludo fascista, una paliza a un indigente. Un comentario inocente que busca cómplices y crea un clima de rechazo. Sangre y fuego contra los símbolos de quien se percibe como extraño... Racismo, xenofobia, aporofobia... El odio abreva en el miedo y extiende su mensaje de brocha gorda asomando sus mil cabezas desde los resquicios que crean las crisis.
El ataque que hace un mes sufrió el local destinado a acoger la nueva mezquita de Zabalgana ha sido la última gota. Pero poco antes en Ariznabarra aparecieron pasquines también contra la comunidad musulmana. “Marcharos a vuestro país, asesinos”, bramaban. Y antes, pegatinas presididas por una esvástica con mensajes xenófobos. Y antes una agresión a quien recriminaba comentarios xenófobos... ¿Y mañana? Lluvia fina pero lluvia al fin y al cabo. Y lo peor que puede hacer una sociedad es ignorarla, porque corre el riesgo de enfermar. No en vano, las cifras hablan por si solas y cuestionan la paz dando a instituciones y ciudadanos motivos para reflexionar.
Según datos ofrecidos por la consejería de Interior, los delitos de odio crecieron en 2015 un 50% en la CAV hasta rondar los 200 -19 de ellos cometidos en Álava-, lo que ha llevado a la comunidad a encaramarse en la segunda posición de este ranking en el conjunto del Estado.
Una de las trincheras desde las que se combate este fenómeno es el policial y la Ertzaintza ya está manos a la obra. De hecho el año pasado practicó 52 detenciones e imputaciones por este tipo de hechos. Y no está sola, ya que todo el Gobierno Vasco tiene a varios departamentos involucrados en esta lucha. “Somos una sociedad tolerante y en nuestros valores está presente la aceptación del diferente”. Los vascos “hemos conocido la realidad de un grupo radicalizado que ha querido imponer sus planteamientos por la fuerza del terror. Todo ello hace que no seamos una sociedad inerte al sufrimiento ajeno, que de forma mayoritaria creamos en la convivencia y en la paz, y que tengamos una predisposición a empatizar con las víctimas. Por eso pienso que al que vemos como diferente lo percibimos desde la comprensión de lo que supone ser agredido por aquellos que no creen que tengas derecho a pensar como piensas o a ser como eres”.
Así se expresa uno de los principales expertos policiales vascos en esta materia, el subcomisario de la secretaría general de la Ertzaintza, Aitor Larrea, quien sin embargo advierte de que el hecho de vivir en “una sociedad cada vez más globalizada nos lleva a mimetismos en todas las materias. Y en ésta también”.
Su equipo de trabajo ha organizado jornadas específicas en la academia de Arkaute para preparar a los agentes en esta materia y compartir experiencias con otros cuerpos además de con trabajadores sociales, sociólogos, mediadores interculturales y voluntarios sociales. “El discurso del odio que se está transmitiendo y que multiplican las redes sociales consigue generar prejuicios, marcar estereotipos y provocar reacciones y discursos similares a los que se dan en otros países”, advierte. Por eso admite desde la perspectiva vasca que “la cifra del delito conocida y su evolución al alza nos preocupa”. Y por eso también subraya la importancia de seguir trabajando en todos los ámbitos defendiendo una pedagogía incluyente integral que vacune contra el virus del odio.
De la mano de la labor institucional está la fundamental pata social. Y Rosabel Argote es una de las figuras que mejor conocen esta trinchera. Es miembro de la Comisión de Ayuda al Refugiado. Y, como ya hiciera dentro de la iniciativa Gora Gasteiz!, ahora, desde la Red Vasca Antirrumores Zurrumurrurik ez, trata de desmentir con hechos las calumnias que se infunden buscando dar corpus de verdad a las mentiras en las que algunos quieren hacer abrevar el odio al diferente: Hay que parar la avalancha de inmigrantes, vienen a robar, los musulmanes son una amenaza terrorista... La lista es larga y por desgracia bien saben los vascos lo que significa que haya quienes alienten prejuicios tomando el todo por una determinada parte.
Antes de llegar a los delitos de odio, ella habla de los “delitos de clima”; de esos pequeños “discursos odiosos” que han ido ganando terreno y aceptación en el día a día creando el caldo de cultivo necesario para que arraigue el verdadero discurso del odio.
Pero, ¿qué ha pasado para que se normalicen comentarios del tipo yo no soy racista pero odio a los gitanos o a los magrebíes? “Que cuando las cosas van mal algunos se apresuran a presentar un cabeza de turco, y ése suele ser el más indefenso”, responde. Por eso, respetando la sinuosa “linea roja” del respeto a la libertad de expresión, Argote pide responsabilidad, cabeza. En el momento en el que políticos o referentes sociales “se hacen eco de determinados miedos o hacen públicas determinadas opiniones de tinte xenófobo, tienen un efecto de contagio en la sociedad, de contaminación” que no nos podemos permitir. “Que no se impregne como gasolina este discurso, porque si no cualquier chispa puede incendiar el clima social”, advierte. Y en la memoria alavesa despierta de pronto todo lo que hace poco sucedió en torno al reparto de la RGI. Violencia incluida.
“hay que tomárselo en serio” Junto a Rosabel Argote -que precisamente vuelve de entrevistarse en Madrid con el prestigioso sociólogo francés Samir Nahir- viaja Mikel Mazkiaran, secretario de la federación estatal de SOS Racismo. Ambos comparten su desvelo por la situación actual. “El hecho de que se esté expandiendo esta ideología de extrema derecha es muy, muy preocupante”, dice ella mirando “indignada y triste” hacia Europa. “Desde luego, hechos como el que ha sufrido la mezquita de Zabalgana son muy graves, no es en absoluto algo irrelevante”, apunta Mazkiaran. Pero, ¿de verdad es para tanto? A su juicio, sí. “Relativizar o banalizar hechos como éste permite que nazcan los prejuicios, y si se socializan como verdades, algunos pueden decidir que es hora de dar un paso más, de saltar al campo de los hechos, y así es como se llega a cometer delitos”, explica, tratando de que Euskadi detecte y ataje de raíz la peligrosa espiral del odio.
Pone para poder hacerlo el ejemplo de lo sucedido con la violencia de género, que durante años se relativizó y se quiso ocultar a la sombra del ámbito privado pero que ahora se afronta con herramientas legales adecuadas, con luz y taquígrafos y con una repulsa social que ayuda a cortar sus alas. “Queda mucho camino por recorrer”. “Las instituciones y las sociedades tienen que empezar a tomarse estos asuntos en serio”, concluye conciso.
“Tenemos que ser conscientes y activos, mezclarnos y gestionar correctamente la diversidad y la convivencia. Ése es el principal desafío”, añade Argote. Y con la ultraderecha creciendo en las urnas de media Europa, y con un constante goteo de ataques, insultos y amenazas arreciando ya en distintos puntos del Estado, bien sea contra un inmigrante, un musulmán o un refugiado, contra un catalán, un alcalde del cambio o un vasco, parece ser el consejo más sabio.