juan José López Hornillos, tío del productor audiovisual, realizador y guionista gasteiztarra Fernando López Castillo, fue detenido en Kuartango por una milicia afín al bando franquista tras la caída de Bilbao y fusilado en Logroño un año después, en 1938, cuando sólo tenía 20 años. En 1976, 38 después, un joven López Castillo se convertía en testigo directo de la masacre del 3 de marzo en el barrio de Zaramaga, un hecho que lo marcaría profundamente para siempre, pese a no dejarle heridas físicas.

El también director de la Vitoria-Gasteiz Film Office, que asegura no creer en el destino o en lo sobrenatural, se embarcó en su último proyecto, estrechamente relacionado con estas dos historias, de nuevo 38 años más tarde, el pasado 2014. Un documental que pretende ahondar en la memoria de las miles de víctimas a las que, como a su tío Juan José, arrebataron la existencia por la fuerza antes, durante o después de la dictadura franquista. Y también, sacar a la luz las tropelías del régimen y comparar sus modus operandi con los de los viejos gobiernos fascistas de Argentina, Uruguay y Chile.

El profesional se puso manos a la obra al conocer las verdaderas circunstancias del arresto y muerte de su familiar echando un vistazo a la tesis doctoral de Germán Ruiz Llano, de la Universidad Complutense, que además llegó a sus manos por pura “casualidad”, a través de un servicio de alertas de Internet. López Castillo tenía aparcado en aquel momento otro proyecto audiovisual relacionado con las migraciones debido al golpe militar ocurrido en Mali en 2012 y, además, la llamada querella argentina contra los crímenes del franquismo comenzaba a dar sus primeros pasos al otro lado del Atlántico.

Con su sorprendente nuevo hallazgo entre manos, su experiencia personal como mochila y la idea ya madurada de realizar el nuevo documental, López Castillo no dudó en cruzar el charco para entrevistarse con María Servini, la jueza instructora de la macro-causa, recabar imágenes y reflexiones de la magistrada para su trabajo audiovisual y, de paso, llevarle su testimonio. A ésta siguieron multitud de entrevistas en Chile, Argentina y Uruguay, entre 30 y 40 en total, incluyendo a juristas, víctimas de las dictaduras, hijos de desaparecidos, a la presidenta de las Madres de la Plaza de Mayo, varios miembros de los tupamaros -la vieja guerrilla uruguaya de izquierdas y ahora movimiento político- o a Lucía Topolansy, la mujer del expresidente de este país, Pepe Mújica.

el inicio, en ábalos La investigación de López Castillo y la recopilación de material para el proyecto, eso sí, comenzó antes y mucho más cerca, con diferentes entrevistas en la localidad riojana de Ábalos, de donde era originario su tío Juan José, y sus alrededores. De él apenas sabía hasta dar con el documento de Ruiz Llano que había sido capturado en Kuartango. El temor de la abuela -entonces ya viuda- de Fernando, Ricarda, a las posibles represalias del régimen hizo que ocultara el fusilamiento de su propio hijo a la familia, por lo que poco le faltó para convertirse en un tema tabú para siempre. Olvidado, sin memoria. Ricarda unió a este infierno una persecución de diez años por parte de las autoridades franquistas para que pagase una multa de 5.000 pesetas por la responsabilidad política de su hijo, el valor que por aquel entonces tenía un piso.

Según recoge la tesis, Juan José Hornillos fue arrestado por una de las decenas de milicias ciudadanas locales que había entonces en Álava, grupos independientes aunque organizados por otro de mayor entidad con sede en Vitoria, que colaboraban con la Guardia Civil y el Requeté auxiliar en la vigilancia de vías de comunicación y montes y en la captura de sospechosos o fugitivos. Juan José, militante de la CNT desde los 14 años, fue asesinado a sangre fría tras un consejo de guerra.

El 4% de la población de Ábalos, “todo lo que oliera a izquierda” según López Castillo, fue exterminada por el franquismo. Muy por encima del 1% de la población de La Rioja, según la documentación recopilada de la época por el productor. Fausto, hermano mayor -y único- de Juan José y padre del propio Fernando López Castillo, salvó la vida por haber venido al mundo en Uruguay, donde la familia se instaló temporalmente en 1913. Fue detenido una noche por los falangistas y salvado antes del paseo. “Si no, yo no estaría aquí”, enfatiza el profesional.

Cuanto más ha buceado en la historia familiar, López Castillo más ha sentido la necesidad de seguir adelante con el documental, del cual ya tiene rodada “gran parte” y que, si todo va bien, podría ver la luz el próximo mes de septiembre. “El primer sentimiento que me viene es que me han robado algo, pero no puedes culpabilizar a tu familia por haber ocultado el fusilamiento porque estaban aterrorizados. Y el segundo, que no puedo parar esto. Tengo que investigarlo y darlo a conocer porque es necesario reparar la memoria de las víctimas y sus familias. Sin memoria no hay futuro y se puede volver a cometer los mismos errores. La base es conocer la verdad”, reflexiona el autor.

López Castillo ha iniciado una campaña de crowfunding para terminar de financiar el documental, del que faltan varias escenas por rodar, la música, la edición y la postproducción. El ingente material con el que cuenta el director hace que, probablemente, el largometraje vaya acompañado de una mini serie. “El modelo de gestión de los crímenes de lesa humanidad es el paraguas que abarca la historia. Lo fundamental es tener una metodología para demostrar la verdad y conservar la memoria, y que se pueda reparar parte de lo que ocurrió”, reflexiona López Castillo, que pone como buen ejemplo de ello lo que ha sucedido en Argentina, donde los principales viejos centros de detención y tortura han sido convertidos en lugares de la memoria.

Algo que ni de lejos ha sucedido en Uruguay, donde impera la llamada teoría de los dos demonios, ni tampoco en España, sometida a la vieja ley de punto final. La norma que hizo posible que los asesinatos del 3 de marzo de 1976 en Gasteiz también quedaran impunes.