en cuestión de unos pocos meses, el vallado y las pasarelas que desde hace tres años rodean al edificio verde de la calle Alejandro Mendizábal desaparecerán. Casi desde el día en que entraron a vivir los 190 vecinos de este bloque, las placas de cristal templado de la fachada empezaron a estallar y caer al suelo, lo que generó la lógica alarma, pero no así una actuación inmediata para eliminar el peligro. Seis años de batalla han protagonizado los vecinos de este inmueble para que se dé una solución a estos desprendimientos, cuyo carácter absolutamente aleatorio los hace aún más peligrosos.
Como cuenta Patricia Moro, una de las residente del edificio, todo empezó “a los tres meses de entrar a vivir”. Desde entonces, sin orden ni concierto, los cristales han ido estallando, obligando a los vecinos a mirar hacia arriba cada vez que salían de casa. “Ahora estamos tranquilos porque tenemos el vallado, los cristales siguen cayendo pero ya no nos caen en la cabeza”, señala. Fue el Ayuntamiento el que les obligó a establecer este perímetro de seguridad que hubieron de pagar de su propio bolsillo los afectados. “Además la comunidad decidió colocar unas pasarelas para poder salir por los portales, porque antes teníamos que salir todos por un patio”, explica Patricia.
El problema de estas placas de cristal es que en su composición llevan unas partículas de níquel que se expanden lentamente y generan unas tensiones que acaban por reventar el cristal. Por eso, el verano es la época más propicia para estos desprendimientos, pero no siempre, pues las placas han colapsado también de noche, y la última de ellas se precipitó al vacío en las pasadas Navidades. “Caen cuando quieren, a veces van tres juntos, luego pasan unos años y se caen dos; generalmente suelen caer con calor, pero los últimos van acumulando tensiones y caen en cualquier momento”, explica Patricia, que como el resto de vecinos del bloque ahora ve la cosas de otra manera.
Tras una serie de negociaciones, la sociedad municipal Ensanche 21 accedió a poner la parte que le correspondía para la reforma de la fachada a la promotora, Larcovi, a cambio de una lonja. La empresa, en una muy delicada situación económica, no podía hacer frente a los gastos, pero una vez solucionado este obstáculo el dinero para la reparación ya está disponible y ahora se están llevando a cabo los trámites para iniciar la obra. Los vecinos estiman que las placas se empezarán a sustituir “en uno o dos meses”.
“Todavía no ha empezado la obra porque el material que se va a poner es diferente al que pedimos nosotros y hay que rehacer el proyecto y autorizarlo”, explica Patricia. Así pues, en cuestión de semanas los alrededor de 3.000 metros cuadrados de fachada se empezarán a renovar con planchas de aluminio, y los vecinos podrán por fin salir tranquilos a la calle.