el tranvía celebra mañana su séptimo cumpleaños convertido en protagonista de los nuevos planes de movilidad de Vitoria. El metro ligero, que vio la luz en la ciudad el 23 de diciembre de 2008 a las 12.00 horas, aguarda ahora expectante la posible llegada de un hermano pequeño en forma de acrónimo, el BRT, mientras espera el final del debate que desvele si, por fin, ha llegado la hora de extender sus ramales hacia otros puntos de la capital alavesa. De momento, y a tenor de las opiniones recogidas ayer por este periódico en las paradas del gusano verde, los gasteiztarras tienen dos cosas bastante claras.

La primera, que hay que ampliar el tranvía de una vez por todas y cuanto antes mejor. La segunda, que al Ayuntamiento y el Gobierno Vasco les va a tocar esforzarse un poco más a la hora de vender las bondades del BRT, pues por ahora parece que los vitorianos se dividen entre los que no saben qué es y los que lo saben pero siguen pensando que el tranvía es la mejor opción para moverse por la ciudad en transporte público. Algo que instituciones y colectivos deberán tener muy en cuenta, por ejemplo, hoy mismo, cuando tendrá lugar una nueva reunión del foro de movilidad.

De cualquier forma, en lo que al BRT como medio de transporte para la línea periférica respecta, no está de más echar la vista atrás, precisamente en este séptimo aniversario del tranvía, para recordar que allá por 2008 un buen número de vitorianos tampoco las tenía todas consigo con su implantación, aunque poco a poco se fue ganando el corazón de los usuarios de Gasteiz. Al menos de aquellos a los que el trazado les ha venido como anillo al dedo.

“Yo reconozco que al principio no estaba muy de acuerdo con la llegada del tranvía. Cuando se puso en marcha hace siete años no me parecía bien, no lo consideraba necesario. Con el tiempo he acabado cambiando de parecer, entre otras cosas porque una de las paradas me pilla debajo de casa”, admite Heraclio Aracama, un usuario que ayer al mediodía aguardaba al convoy en la parada de Parlamento. Ahora, a este vecino de la capital alavesa el BRT le genera las mismas dudas iniciales que el metro ligero en su día. “No creo que sea una buena opción, me parece más idónea el tranvía. Es más cómodo que ir en autobús, vas más a gusto. Incluso puedes llevarte al perro”, recuerda entre risas. En realidad, por cierto, la normativa que permite que perros y gatos puedan viajar con sus dueños en el tranvía no se puso en marcha hasta noviembre de 2011, tres años después de su inauguración en Gasteiz.

Para Heraclio Aracama, las administraciones locales están tardando demasiado en cerrar el acuerdo para que los nuevos ramales sean una realidad. “Deberían centrarse en expandirlo por Salburua y Zabalgana, que tengo un hijo viviendo en Zabalgana y con el tranvía me ahorraría un montón de tela en gasolina”, responde con sinceridad. Pese a su petición, y para desdicha de su bolsillo, todo apunta a que, al menos en lo que al tranvía respecta, Zabalgana se ha quedado unos pasos por detrás que Salburua en la carrera, pues el proyecto de Lakua establece primero la expansión por el barrio del este y la zona de las Universidades.

Con todo, en la última reunión entre el equipo de gobierno local y la oposición acordaron analizar también la viabilidad de fijar una futura conexión con Zabalgana, bien por tranvía o por BRT, además de sopesar la puesta en marcha de Arabatran, el proyecto para el uso de la red ferroviaria impulsado por EH Bildu. Todo mientras el Gobierno Vasco mete prisa y deja caer que, si no se produce un acuerdo, se irán con el BRT a otra parte, como sucedió en su día con el primer proyecto del tranvía de Vitoria, que acabó en Bilbao ante la falta de consenso entre los grupos de la capital alavesa. Algo que, todo sea dicho, a lo mejor llevaría a más de uno a hacer la ola al ejecutivo vasco mientras se lleva los buses de tránsito rápido allende los mares, o allende el pantano en este caso.

“No tengo nada claro eso del BRT, aunque si te soy sincero no conozco exactamente en qué consistiría. Creo que en estos años se ha demostrado que la gente de Vitoria prefiere viajar en tranvía antes que en autobús siempre que puede. Es más cómodo y más accesible, así que cuanto antes se pongan con la expansión a otras zonas, mejor, porque los barrios periféricos también tienen derecho a poder usarlo”, subraya otro usuario del metro ligero, Luis Juan Rojo.

Con el convoy a punto de llegar a la parada, otra usuaria, Nuria Herrero, atiende a este diario para mostrar sus reticencias a la implantación de los BRT, que aunque también vayan por su propio carril no acaban de verse como algo especialmente atractivo para los vitorianos. “Igual luego lo ponen, lo uso y resulta que funciona perfectamente, pero a mí me gusta mucho el tranvía. Me parece el mejor medio de transporte posible para Vitoria, el más adecuado sin duda”, sostiene Nuria Herrero, para quien la mejor muestra de dicha afirmación es que “prácticamente no genera ningún problema” en la ciudad.

Mientras tanto, buena parte de los gasteiztarras empieza a temerse que el debate generado por la nueva ampliación del tranvía acabe exactamente en el mismo lugar que los enésimos anteriores, convertido en un habitante más de ese limbo vitoriano donde en los últimos años han ido a morir casi todos los proyectos estratégicos de ciudad. Porque hace siete años, los más optimistas confiaban en que a estas alturas de la película los ramales del gusano verde estarían ya estiradas al máximo posible. Pero la realidad ha acabado siendo tozuda y las instituciones, más.

barrios periféricos “Ya es hora de que se pongan manos a la obra y se decidan a poner en marcha el proyecto para llevarlo a otros puntos de la ciudad, por lo menos a Salburua y a Zabalgana. Es muy injusto que después de siete años sólo existan los dos mismos ramales que al principio”, incide finalmente Pilar Collado, que ayer se subía al tranvía en una de las paradas del centro de la capital alavesa. Hace unos días, el Ayuntamiento marcaba el posible inicio de las primeras obras de ampliación en las últimas semanas de 2016. Habrá que aguardar hasta entonces para comprobar si, finalmente, el tranvía sopla sus velas por esas fechas de la mano de su ansiada expansión.