divino Maestro es, cuando menos, un colegio diferente, un ejemplo claro de convivencia multirracial y multicultural que hunde sus raíces en un barrio tan VTV como El Pilar. Un centro educativo público que nada tiene que ver ahora con lo que era hace ya unos cuantos años, cuando pertenecía a la orden religiosa del Divino Maestro y en sus aulas sólo había niñas. “En sus orígenes era un colegio privado, de alto standing”, ilustra el director actual del centro, Alfredo Ruiz de Gordejuela, que entró a trabajar aquí en el año 2003, cuando Divino Maestro ya se había convertido en público pero “todavía quedaba alguna monja” de esa etapa anterior, dando alguna clase o viviendo en la residencia anexa.
Hoy, en los pasillos de este centro, uno de los pocos que todavía ofertan el modelo A en la capital alavesa, se funden más de 25 nacionalidades diferentes y más del 90% de sus 280 alumnos son extranjeros. De entre los nacionales, sobresalen los escolares de etnia gitana. Las aulas abarcan desde la Educación Infantil -dos años- hasta el sexto curso de Primaria. Un crisol de culturas que constituye un fiel reflejo de esa Gasteiz diversa y multicolor que se ha ido construyendo con el paso de los años. “Ahora están entrando muchos paquistaníes, aunque antes los más numerosos eran colombianos. Tenemos alumnos de todo el mundo... Marroquíes, chinos, argentinos, paraguayos, georgianos, ucranianos, rumanos... E integrar a todos ellos lógicamente tiene su trabajo”, reconoce el máximo responsable del centro. “Es laborioso, pero tenemos un colegio muy rico, muy diverso”, añade en este punto Begoña Vicinay, profesora y consultora del centro.
No es de extrañar que el objetivo “primordial” de la dirección y el profesorado de Divino Maestro sea trabajar en la correcta convivencia de un grupo tan heterogéneo, donde numerosas culturas y religiones distintas se dan la mano, y también tan cambiante, ya que una de sus características es la gran movilidad del alumnado. De esta necesidad surgió hace ya un tiempo en el seno de Divino Maestro el programa Convive, que se ha ido vertebrando con el tiempo mediante diferentes actividades y metodologías transversales. “La idea surgió porque estamos en un centro multicultural y, como tal, buscamos la correcta integración y la inserción social de todos los alumnos, porque aquí llegan en cualquier momento del curso, van y vienen”, expone Vicinay. “Se trata de hacer actividades que conlleven la participación de todos, de intentar unirlos y de que ellos se vean partícipes”, añade Ruiz de Gordejuela.
Para lograr esa correcta integración, el centro trabaja en su día a día con unas “normas básicas de convivencia” que “todo el mundo debe cumplir”, la comunidad educativa en su conjunto, y precisamente de este concepto tan básico como imprescindible surgió una última iniciativa que desde hace algo más de tres semanas ha tomado la entrada principal del colegio. Su lema, Convivir es un arte.
valores Se trata de un psicpaint tridimensional en el que ha tomado parte todo el alumnado del centro, el profesorado, las familias, los monitores del comedor, los educadores de calle, las cocineras o los responsables del txoko de estudios, y que busca plasmar en un soporte físico valores como la armonía, el respeto y la solidaridad entre todos los miembros de la comunidad.
En una de las paredes del hall del centro, junto a la instalación, emerge toda una declaración de intenciones, una idea nuclear surgida a raíz de esta experiencia. Convivir es una obra maestra: construyámosla juntos. “Tenemos que hacerlo desde el director a la cocinera”, remarca en este punto Vicinay. Remar hacia esta dirección, además, tiene también un importante beneficio colateral. “Cuanto mejor clima haya en el centro, mejor rendimiento académico conseguiremos. Este buen clima facilita los aprendizajes, del individuo al grupo”, añade la consultora del centro educativo.
Esta última iniciativa se gestó en septiembre, coincidiendo con el inicio del presente curso escolar, y el psicpaint comenzó a tomar forma progresivamente mediante el acopio de cajas de cartón de todos los tamaños y formas. El pasado 27 de noviembre, día del colegio, la improvisada escultura recibió su particular bautismo público, nunca mejor dicho. Un bautismo de colores, como es Divino Maestro, con vasos repletos de pintura que los alumnos y todos los miembros de la comunidad educativa fueron volcando sobre la instalación. Cada uno de los niños, al echar la pintura sobre el conjunto, formalizó a su vez un compromiso individual que deberá llevar a cabo durante el ejercicio.
A lo largo del curso, los alumnos también han ido elaborando lienzos que ya decoran las paredes del hall del centro, con pinturas de agua y mezclando sus colores. “Esto representa todo lo que somos”, expone Vicinay. El resultado de esta experiencia estará expuesto durante todo el ejercicio académico. Cualquiera que cruce las puertas de Divino Maestro, es invitado a aportar su granito de arena en forma de vaso de pintura sobre esta improvisada escultura. Una forma de seguir construyendo la convivencia entre diferentes a base de pinceladas.
Al margen de iniciativas puntuales como ésta, el profesorado de Divino Maestro incentiva durante el curso entre sus jóvenes alumnos otras buenas actitudes con las que se pretende reforzar esos lazos convivenciales, aspectos “muy básicos” como la idea del silencio, el respeto al compañero u otro tipo de habilidades sociales. Un trabajo que se lleva a cabo en todas las asignaturas y en todos los idiomas en las que éstas se imparten, castellano, inglés y euskera, y cuyo cumplimiento por parte de los chavales tiene premio. “A los mejores se les da un diploma, se les hace un reconocimiento público y eso motiva. Es un puzzle para que todo siga encajando bien”, especifica la consultora.