Una libreta con tapas decoradas de esparto descansa sobre una repisa naranja al fondo de Denda Mundi, la tienda de comercio justo de la asociación sin ánimo de lucro Medicus Mundi Álava. La singularidad de su cubierta, que difícilmente se puede encontrar en otro comercio gasteiztarra, entra por los ojos, pero es su interior el que lo convierte en un objeto mucho más valioso que un taco de hojas por escribir. Porque sus páginas en blanco pueden reescribir la historia de la pobreza extrema en la que están inmersas las personas encargadas de elaborar este producto, 140 asociaciones de mujeres artesanas del ámbito rural de Bangladés. Uno de los 32 países con los que trabaja el citado establecimiento, que permite que comunidades vulnerables como éstas generen ingresos y tengan acceso a oportunidades a través de este sistema, que previene la explotación laboral y otorga condiciones dignas a los trabajadores. “Desde el principio los productores reciben un salario digno, se les paga, además por adelantado para evitar problemas de usura, trabajan en igualdad de condiciones y se cuida el medio ambiente”, explica Itziar Markinez, responsable de la tienda, el establecimiento de Pío XII, que funciona gracias a una treintena de voluntarios de todas las edades.
Para la campaña navideña han elegido el lema Cuida los pequeños detalles y va que ni pintado en estas fechas, en las que la época del año más propicia para el consumo también lo puede ser para prestar más atención a los regalos que se hacen. Y no sólo porque un objeto siempre es revelador, al denotar lo mucho o lo poco que se lo trabajan los seres queridos por hacer presentes que ilusionen, sino porque pocas veces la vista del cliente se fija en las etiquetas de lo que compra. Las prácticas sostenibles y su procedencia quedan de lado ante los irrisorios precios tan comunes en las grandes cadenas textiles de cuyas prácticas tanto se suele quejar la gente. Las que pagan salarios de miseria que sólo reproducen pobreza o explotación laboral. Pero que al final se quedan en nada cuando la única denuncia es la escasa calidad de sus acabados, como los de los maquinazos que delatan que la prenda en cuestión se deshilachará al de una temporada, o dos con suerte.
Un mal remate que difícilmente puede verse en las mochilas o en los coloridos delantales de Denda Mundi, procedentes del proyecto Global Mamas, que elaboran 600 productoras que viven en siete comunidades de Ghana. Todos ellos hechos a mano. Es la diferencia de cuidar los detalles. De saber que una compra puede contribuir a combatir la pobreza y a favorecer un mundo más justo.
Y en este comercio de la calle Pío XII los llevan mimando así desde 2010, el año en el que abrieron sus puertas. No abren en festivos porque también se preocupan de no perjudicar al comercio local. Y es que además de trabajar con grupos vulnerables que luchan por producir mejor, por vivir de su trabajo, por contribuir al desarrollo de sus comunidades, también se preocupan por cuidar las relaciones norte-norte, como es el caso de las cestas ecológicas que provienen de explotaciones alavesas. “Somos un punto de reparto de productos locales, como los procedentes de la huerta. También tenemos leche y pan o miel, de Elvillar de Álava. Hasta el chico huele a ella cada vez que nos la trae”, ilustra la responsable de la tienda con el tarro de los Montes de Toloño en la mano.
En sus estanterías tampoco faltan los productos naturales de cosmética, sin conservantes ni colorantes. O los típicos para estas fechas, como el gran surtido de turrones, trufas, las cestas personalizables y las ediciones especiales por Navidad, como el envase rojo para el té negro con manzana, jengibre y canela. Pueden ser las delicias para estas fechas para los adultos, pero también las hay para niños. Tal es el caso de los tapices didácticos, hechos a mano por una cooperativa de Filipinas de mujeres que han sufrido la lepra, que tienen un gran tirón entre el público infantil. “Para las haurreskolas se venden mucho este tipo de calendarios”, agrega Markinez.
Para los pequeños también van dirigidos los originales muñecos de trapo protagonistas de los principales cuentos. Está Pinocho con Pepito Grillo que, si se le da la vuelta, se convierte en Geppetto, o Alicia, del País de las Maravillas, con el famoso Conejo Blanco obsesionado con su reloj, que se transforma por arte de magia en el Sombrerero Loco. “A los más mayores les hacen también mucha ilusión estos muñecos”, añade la responsable de la tienda.
Los más conocidos Sin embargo, son los productos de alimentación, como el café o el cacao, los que más se conocen de Denda Mundi. “Yo el cacao y la miel los llevo siempre y a veces cuentos o camisetas, lo que se tercie”, relata Teresa mientras espera su turno a pagar. Lo mismo le pasa a José Ignacio, otro de los clientes que acude a menudo a este establecimiento. “Compro aquí azúcar, cacao o café por concienciación, para ayudar a otras personas, pero también por calidad”, afirma este hombre mientras coloca sus botes de crema de cacao a su paso por caja. A este comercio de la calle Pío XII también acude a menudo el matrimonio formado por Itziar y Ángel Mari. Azúcar, café y chocolate son los productos de Denda Mundi con los que suelen abastecer su despensa. “Compramos por la filosofía del comercio justo. Aunque se paga un poquito más es de calidad y el beneficio va para el productor”, matiza Itziar, quien también suele aprovechar la visita para hacerse con cosméticos, como la hidratante para la cara compuesta de aceite de árbol de té. “Aunque hoy venimos para hacer algún regalo”, confiesa mientras echa un vistazo a los productos que se dejan ver entre todas las baldas.
Hacerse con algún obsequio solidario de cara al Olentzero también era la intención de Francisca. “Intento buscar algún regalo para mi hija que ha sido cooperante en África, pero quiero que no sea muy voluminoso porque comparte piso en Madrid, donde estudia un máster de Medicina Tropical”, detalla esta mujer que aún mira con cierta nostalgia el juego de mesa llamado Dakón, muy popular en Java, debido al éxito que tuvo las pasadas Navidades, cuando sorprendió a su hija con él. Sin embargo, el acierto del regalo no es lo que llevó de vuelta a Francisca a Denda Mundi. “Suelo comprar canela, café y cacao de comercio justo por la sencilla razón de que no hay intermediarios. Merece pagar un poquito más por eso, pero también por la calidad”, añade.
Para muestra, un botón Son partes de la historia de cada día en Denda Mundi. Los que protagonizan un capítulo más del comercio justo, que poco a poco tiene más páginas, gracias al mayor número de alaveses con las conciencias más despiertas a favor de un mundo más equitativo. Así lo demuestra Jussara, una voluntaria brasileña que lleva ocho años poniendo su granito de arena en Medicus Mundi y habla con pasión de la experiencia observada tras su dilatada colaboración. “La solidaridad de las personas se nota cada vez más. Se involucran más porque saben que ayudan a la gente”, relata tras el mostrador.