gasteiz - Asier López de Arkaute es un joven galeno vitoriano que ejerce su vocación y su fidelidad al juramento hipocrático en la cárcel de Zaballa y en otros frentes. Gusta de viajar y recorrer mundo con su mochila, pero en sus horas como voluntario en el Programa Berakah coincide con unas hermanas de las Hijas de la Caridad que este año han condicionado su brújula para que ésta marcase hacia el Sur, concretamente, hacia Nador. El médico compartió ayer con cuantos acudieron a escucharle a la parroquia de Santa María todo lo que ha vivido a lo largo de esas cuatro semanas que ha estado en uno de los puntos calientes de la inmigración, donde se levantan los campamentos de quienes esperan su turno para montar en la patera o la ocasión para jugarse la vida saltando las vallas que cada vez son más altas y más carniceras. Todo ello se puso de manifiesto ayer en la citada parroquia, donde el protagonista de esta entrevista mostró imágenes captadas a pie de calle en Nador y donde relató en primera persona la realidad de un mundo que, pese a que parece propio de otro planeta, está a la vuelta de la esquina.
¿Se les habla alguna vez a los inmigrantes que ansían llegar a Europa sobre la realidad que les espera aquí o es más respetuoso dejarles con su esperanza?
-En todo momento les explicábamos que la situación en Europa y, en España en concreto, es muy complicada para ellos, debido a la crisis económica y a todas las complicaciones que conlleva entrar ilegalmente. No obstante, viendo las condiciones infrahumanas en las que viven en los bosques de Nador, cualquier situación, por muy difícil que sea para ellos, será una bendición. Por tanto, no les quitábamos la esperanza.
Usted conoce casos de quienes un día estuvieron en la orilla de Nador y luego los has atendido en los locales de Betania. ¿Su experiencia en Berakah le ha servido de algo a la hora de vivir en Nador esa primera parte de muchas historias?
-Conozco muchos casos en Vitoria (a través de Berakah y otras asociaciones) de subsaharianos que han sufrido la espera en el monte Gourougou u otras zonas de Nador antes de saltar la valla de Melilla o de partir en patera. Ellos me habían contado, con gran sufrimiento, las miserables condiciones de vida, las palizas de la Policía marroquí, el racismo, la desesperanza? Poder vivirlo en primera persona me ha ayudado a entender mucho mejor las historias desgarradoras que me habían contado y a intentar ser mucho más cercano y acogedor con los que me encontré allí.
Historias desde un blog López de Arkaute ha escrito durante su estancia en aquellos parajes africanos un blog en el que ha ido relatando muchas de esas experiencias. Le yendo sus crónicas, se pueden encontrar algunas palabras que tienen mucha fuerza en su narración, suficiente como para continuar la entrevista por otros derroteros.
Si usted escucha “pobre África”, ¿qué contesta?
-Son las dos palabras que me dijo Ibrahim, un chico de Malí de 21 años, tras enumerar los diversos motivos que desangran al continente negro. Me decía que en su continente hay hambre, analfabetismo, guerras, desesperanza? Y, de repente, como si nada, soltó “¡pobre África!”. Cuánta sabiduría y cuánta verdad en tan poquitas letras. Es todo un tratado de sociología, de economía? Que nos enmudece y nos deja en ridículo a tantos que, a veces, intentamos hablar sobre estos países sin que hayamos sentido ni la milésima parte de lo que viven estos hombres y mujeres.
Los términos “zona roja”, ¿a qué le suenan?
-Nador es zona roja, esto es, es punto de partida para muchas pateras o para saltar la valla de Melilla y, por tanto, la Policía marroquí extrema la vigilancia y castiga desproporcionadamente a los subsaharianos. No les permiten dejarse ver por el centro de la ciudad, les destruyen los campamentos, les pegan, les meten en autobuses y los llevan a cientos de kilómetros? Es por este motivo por el cual los campamentos están cada vez más alejados de la costa y la ciudad y se adentran en los bosques de las montañas.
Si escucha ‘mapping’, ¿qué le viene a la cabeza?
-El mapping es una actividad del proyecto que consiste en acudir a los campamentos de los bosques, que no dejan de ser unos chamizos insalubres hechos con ramas y plásticos, para explicarles el funcionamiento de la Delegación de Migraciones y, a la vez, censar el número de habitantes del campamento, las condiciones materiales del mismo y necesidades básicas que tienen, como mantas, ropa, plásticos para cubrir las chozas, situación de los niños o de las embarazadas?
¿Qué suponen 1.000 euros en aquella zona?
-Es la cantidad mínima que les exigen las mafias marroquíes a los inmigrantes subsaharianos para poder hacer la travesía en patera. Ésta les llevará, en el mejor de los casos, a la península o, por desgracia, muy a menudo -en mi estancia en Nador naufragó una patera con el resultado de 39 muertos- al inmenso cementerio en el que se ha convertido el fondo marino del Mediterráneo.
Gracias a Dios que aún queda gente como sor Francisca.
-Sor Francisca (hija de la caridad) o Esteban (jesuita) o Lupita (franciscana) son algunos de los miembros de la Delegación de Misiones de Nador, dependiente del Arzobispado de Tánger. Les acompañan otros trabajadores o voluntarios o autóctonos como Khalid, el farmacéutico, que es un gran apoyo para el equipo. Si ellos no hicieran este trabajo por los subsaharianos, no lo haría nadie. Son la voz de los que no tienen voz. Son sus ángeles de la guarda. Se desviven por dignificar la vida de estos inmigrantes aún en estas condiciones tan degradantes para el ser humano. Todo mi reconocimiento para ellos.
¿Qué le viene a la cabeza cuando se habla de islam?
-Es muy complicado resumirlo en unas líneas, sobre todo en estos tiempos que corren. Me he encontrado con dos realidades contrapuestas. Una de ellas con una puesta en escena que no me gusta: niqab para la mujer, extremismo? Y la otra, mucho más amable y, por suerte, mayoritaria, que me ha mostrado su hospitalidad, su tolerancia y las ganas de vivir en paz desde la diversidad. Por supuesto que me quedo con esta última, con la esperanza de que los tolerantes se impongan a los que no buscan la paz.