vitoria - Hay lugares de Vitoria donde, de un tiempo a esta parte, la noche parece más oscura. La gente lo comenta en las charlas de ascensor, en el bar, en la cola de la frutería, en el Ensanche, en algunos barrios de toda la vida y en otros más recientes. La impresión general es que ahora muchas farolas apenas dibujan un pequeño círculo de luz a sus pies, que entre una y otra los tramos quedan lúgubres, que sucede tanto en calles, como en plazas y parques, y que todo eso provoca una sensación de inseguridad. Pero, en realidad, se trata de una percepción equivocada. O eso defiende el Ayuntamiento de Gasteiz. Lo que pasa es que, en buena parte de la ciudad, se están empezando a sustituir las bombillas de toda la vida, de sodio o halogenuro metálico, por leds. Y la consecuencia es una manera de alumbrar distinta, a la que los gasteiztarras no están acostumbrados. Mientras que las primeras proyectaban la luz hacia arriba y hacia las fachadas de los edificios, provocando un efecto reflejo, las segundas no deslumbran, tienen una fuente direccional.

“La gente puede sentir que hay menos luz, pero lo que existía era una sobreiluminación artística engañosa. Ahora está mucho más aprovechada”, asegura el coordinador general de Medio Ambiente, Álvaro Iturritxa. Las propias características técnicas de uno y otro sistema le dan la razón. Mientras las lámparas convencionales pierden entre el 20% y el 50% de luz, las led no se dispersan y, además, con mucha menos potencia consiguen bastante más intensidad. El Casco Viejo, donde se llevó a cabo una renovación integral, es una buena prueba. En la calle Abrevadero, por ejemplo, la iluminación promedio con las viejas bombillas de halogenuro metálico de 250 watios era de 13,7 lux. Ahora, con las led de 40 watios, de 28,2. Y encima duran más tiempo con un gasto de mantenimiento más reducido.

Así que ya no sólo es que Vitoria consiga un alumbrado más adecuado. Es que además evita la contaminación lumínica, reduce las emisiones de C02 a la atmósfera y ahorra en la factura eléctrica, algo fundamental teniendo en cuenta que la iluminación de una ciudad puede llegar a devorar hasta el 60% del gasto total energético de su ayuntamiento. “Todas estas ventajas deberían llevar a la ciudadanía a reflexionar. Hay que cambiar de filosofía. Ser prácticos. Tenemos que acostumbrarnos”, insiste Iturritxa. Ahora bien, el coordinador general reconoce que se han podido cometer errores en algunos puntos donde se han instalado leds. Dentro de este tipo de luminarias, hay diferentes tonos de luz y de potencia precisamente para adaptarse a las características del entorno. No es lo mismo una arteria donde la separación entre edificios es de 50 metros que de diez, donde existen monumentos que merecen la pena ser destacados o tan sólo viejas comunidades de vecinos. Y también hay que tener en cuenta cómo son los soportes -o sea, las farolas- si no se van a cambiar, que es lo habitual porque “hacerlo constituiría una inversión muy grande” que ahora mismo el Ayuntamiento no se puede permitir.

Todas esos condicionantes pueden explicar que haya zonas donde no se hayan recibido quejas vecinales y en otras sí. El Casco Viejo, por ejemplo, donde hubo una renovación completa, soportes incluidos, pertenece a las primeras. La calle Dato, donde se acaban de eliminar las viejas bombillas de sodio, a las segundas. “Las farolas de Dato son las que ya había y hay árboles que hacen de barrera pero que obviamente no vamos a quitar. Eso, sumado a que ahora no se produce efecto rebote en las fachadas, hace que la gente sienta que hay menos luz, aunque los estudios comparativos dicen lo contrario. Por otro lado, llegas a San Prudencio, donde los puntos de luz están más altos, y es cierto que notas que entras en otra calle”, aclara Iturritxa. En este caso, no obstante, habrá revisión. El hecho de que la arteria que vertebra el Ensanche disponga de edificios que merecen la pena ser observados de noche es lo que ha animado al equipo de gobierno a darle una vuelta al alumbrado.

Y puede que no sea la única calle que vuelva a ser examinada por los técnicos. Ellos mismos reconocen que están aprendiendo y no son infalibles. Ahora bien, que nadie se crea que volverán los viejos tiempos de la sobreiluminación. Incluso en zonas donde no hay leds se “han reducido puntos de luz” que lo único que aportaban era más cifras a la factura eléctrica. La intervención más llamativa sucedió hace un año, cuando las farolas de dos bolas tan típicas de muchos barrios pasaron a tener solo una.