laguardia - Donostiarra aunque afincado en Laguardia desde hace más de tres décadas, donde puso en marcha la Casa del Vino, doctor en Química, máster de Viticultura y Enología, Larreina es en la actualidad el técnico superior vitivinícola de la Diputación alavesa. El experto departirá en la cita de Laguardia organizada por AMA sobre la cultura y el paisaje como elementos diferenciadores de una denominación de origen, pero más allá de su protagonismo concreto Larreina ve en esta cita una oportunidad de oro para reflexionar sobre las fórmulas que necesita Rioja Alavesa para seguir siendo competitiva en un mercado cada vez más global, plagado de encrucijadas. Un evento donde aboga por dejar fuera “los amores y las pasiones”, dado el peso económico que el vino tiene en Rioja Alavesa, y, desde el análisis serio de todas las alternativas, comenzar a sentar las bases de un nuevo futuro.
¿Cómo está viviendo el debate sobre la diferenciación de Rioja Alavesa?
-Lo estamos viviendo aquí en la comarca un poco atónitos, porque hay mucho tópico y a veces frases no muy acertadas. Hay una sensación de que no se está entrando a fondo en la cuestión, que es lo que queremos hacer este sábado. Entrar desapasionadamente, sin enfadarnos, sin faltar a nadie, sin proponer ideas revolucionarias ni maximalistas. Porque estamos hablando de algo que tiene mucho valor, el vino y el viñedo. La facturación de Rioja Alavesa es del orden de 360-380 millones de euros al año. Hablamos de unos beneficios netos de cerca de 100 millones, que son unas cifras escandalosamente altas. Son tan altas que las soluciones que se pueden proponer tienen que ser muy medidas y muy pensadas. Hay que reflexionar, cuanta más gente mejor, poner los datos encima de la mesa y sacar conclusiones.
En cualquier caso, ¿por qué apuesta? ¿Denominación de origen propia, subzona dentro del ‘Rioja’ o seguir con el estatus actual?
-A esto lo contestaré mejor a partir del sábado, pero no podemos seguir igual de ninguna de las maneras. Hay que poner esas dos opciones sobre la mesa, y además todavía queda una tercera. Hay muchas alternativas para cambiar la situación de forma pacífica, amable, amistosa y sin lesionar a terceros, favoreciendo a la globalidad. Lo que se haga, que sea con mucho cerebro, sangre fría y calma.
Hablaba del gran peso económico que tiene el vino en la comarca, pero no habría que pasar por alto los problemas que la acechan, como la crisis o la falta de relevo generacional. Pero a su juicio, ¿cuáles son los más importantes?
-El problema es que es un monocultivo y toda la comarca depende de una sola fuente de ingresos. Nunca en la historia de Rioja Alavesa la viña y el vino habían tenido tanto valor, y tampoco nunca habíamos vivido una coyuntura política y estratégica como la actual, con la liberalización de plantaciones que ha aprobado la UE y esa globalización que para algunas cosas es muy buena y para otras, es muy mala. A nosotros, la liberalización nos mata, porque no podemos crecer más. El relevo generacional también es un problema. El consumo se ha retraído, ha bajado mucho el precio de la uva y el vino... Y es un cultivo muy esclavo, que si no es rentable hace que el joven no quiera seguir. Un dato importante es que en aquellos años 80 en que abrimos la Casa del Vino, el tempranillo de Rioja Alavesa suponía el 43% de toda la DOC Rioja. Hoy, tenemos el 20% y bajando. Ya no tenemos esa trascendencia.
¿Qué soluciones propone ‘a priori’?
-Se necesitan estructuras en Rioja Alavesa, en esa línea que cristalizó en la Casa del Vino, que sirvió como catalizador del apoyo técnico y vinícola. Es un absurdo que una cosa de tanto valor, que implica a tantas familias y tantos pueblos, no tenga no un Consejo Regulador, porque ya lo tiene el Rioja, sino una subsede de ese consejo. Es un absurdo que nuestra gente tenga que ir a Logroño a hacer procedimientos administrativos, cuando ya en su día se nos ofreció esa subsede. La gente está pagando muchísimo dinero a Logroño permanentemente, cinco millones de euros al año, y todo va canalizado a gastos de personal. Necesitamos una autogestión administrativa, porque somos una comunidad competente. Sin esas estructuras, en los últimos 20 años se han dado 100 millones de euros a la DOC, y no hay en Rioja Alavesa ni un bolígrafo institucional de la Denominación. Esto no es saludable, algo estamos haciendo mal.
¿Servirá esta jornada como punto de inflexión?
-Algo está cambiando, porque esta preocupación empieza a calar en el tejido social vasco. Lo que no podemos hacer es actuar como la avestruz, metiendo la cabeza bajo tierra, porque están pasando muchas cosas. Y eso está animando el cotarro forzando a reflexiones muy rápidas, sin el estudio pertinente. Hay que trabajar, hay que sentarse y hay que oír a todos. Nos tiene que mover la objetividad. Dejemos los amores y las pasiones fuera, porque eso a veces nos pierde. Por uno y otro bando, en toda esta polémica, la gente está diciendo cosas no muy ajustadas.
Va a hablar sobre elementos diferenciadores. ¿Pero qué diferencia a Rioja Alavesa?
-Los franceses se quedan impactados cuando ven Rioja Alavesa por dentro, desde el punto de vista del viñedo, del clima... Tenemos una topografía accidentada, una viñas parceladas y pequeñitas, una dedicación exclusiva al vino... En zonas de la DOC Rioja como Mendavia, que se llama el pueblo de las 11 denominaciones, tienen de todo un poco. La viña allí es un recurso, pero no el único, como lo es para un señor de Villabuena. La topografía te va condicionando, te va forzando, y el paisaje te va forjando un carácter y una idiosincrasia, una personalidad muy fuerte. Al riojano- alavés le ha tocado trabajar en un medio más hostil, en un suelo mucho más pobre, sin riachuelos... Pasas justo al otro lado, a la zona de Nájera, y los hay por todos lados. Puedes regar, las producciones son mayores... es otra película. Tan cerca y tan lejos.