¿Sabía que la inscripción en latín de la campana de 1614 que decora la fuente de la plaza Urrutia Jauregiko Landa de Amurrio es la misma que aparece en el obelisco de la plaza del Vaticano? En ella se lee, sobre una cruz en relieve, Ecce crucem domini, fugite partes adverse vicit leo detribu radixdavid aleluya. Algo que viene a significar He aquí la Cruz del Señor, huid de aquí todos los males, según explicó ayer el catedrático de la Universidad de Valladolid, José Luis Alonso Ponga, en la charla que ofreció como invitado de honor al XII Concierto de campanas que acogió la villa ayalesa.

Y es que el experto en la materia, recientemente llegado de Roma de elaborar un estudio sobre las campanas de la Santa Sede, fue el primer sorprendido al dar en estas tierras con una frase que “es un exorcismo de la religión popular, extraída del Libro de San Cipriano que tenían todos los brujos y brujas de Galicia, y que desde el Vaticano se comenzó a usar no antes del siglo XVI, y tallado en las campanas, de cara a ahuyentar tormentas u otros males”, subrayó.

En definitiva, una especie de corred insensatos en el ancestral lenguaje de las tañedoras, que siempre han estado ahí avisándonos de los peligros, llorando a los muertos, convocando a los vivos y “ordenando el tiempo de cada jornada, tanto sagrado como profano, haciendo coincidir los tres toques del día con las labores del campo”, apuntó Alonso Ponga, realmente agradecido a la Asociación de Campaneros de Amurrio, no ya por la invitación, sino su convicción de que se trata del grupo “más potente de este mundillo en toda España”. “Una cultura que se está perdiendo, no sólo por el cambio social, sino porque tenemos al enemigo dentro de cada pueblo, con eso de que el sonido de las campanas molesta”, argumentó.

La conferencia del catedrático pucelano dio para muchas otras anécdotas en torno a la historia de las campanas, aunque una de las que más caló en el nutrido público de ayer fue la del eterno litigio entre alcaldes y curas en torno a la propiedad de las campanas de las iglesias. “En León decimos que las campanas y el pendón del pueblo son, pese a que ambos se cobijen en los templos”, apuntó. Algo que sirvió para que el portavoz de los campaneros amurrioarras, José Luis Albizua, no dejara duda ante la titularidad de las locales. “El resto no lo sabemos, pero las que integran el carillón son del pueblo de Amurrio, que contribuyó en 2006 con 66.000 euros en donativos para su creación. No se puede vender, y hay un convenio que así lo atestigua, en el que el Ayuntamiento se compromete a mantenerlo, la iglesia a pagar la luz y dejar tránsito libre a la torre del campanario donde se encuentra, y la asociación de campaneros se encarga de su funcionamiento”, enumeró Albizua.

31 campanas de bronces De hecho, la iglesia parroquial de Santa María de Amurrio acoge en su seno 31 campanas de bronce, de las que 25 componen este magnífico carillón de 2.000 kilos, un conjunto digital único en Álava y el segundo de Euskadi, después del de la Basílica de Begoña en Bilbao. El templo cuenta, además, con otras seis campanas fijas, cuatro situadas en la sala de campanas, otra en el balcón y otra en la torre del reloj. La población amurrioarra disfruta todos los días de su particular repique con el toque del ángelus a las 12.01 horas, y el sonoro volteo de tres minutos de cada sábado y cada domingo.

“Lo que están haciendo estas personas me parece un lujo y algo digno de elogio. No hacen otra cosa que respetar la tradición y a aquellos personajes que, muchas veces segregados y ocultos a la vista de la comunidad, se dejaron toda la vida subiendo a los campanarios. La sociedad ha cambiado y se les está olvidando, pero aquí están ellos para que no se pierda su memoria”, elogió Alonso Ponga.

Y es que el de las campanas es un sistema de comunicación ancestral que, con la llegada de las nuevas tecnologías, ha caído en el más puro ostracismo, pero que gracias a campaneros, como los que se dieron cita ayer en Amurrio, se está intentando recuperar. “Somos 38 en la asociación, de ellos seis mujeres y diez menores desde tres años, algo que demuestra que no estamos tan locos como nos pintan”, subrayó el portavoz de los campaneros amurrioarras.

Junto a ellos también se encontraban los integrantes de la coral de Elburgo, que protagonizaron el concierto que siguió a la tradicional misa en homenaje a los compañeros fallecidos en los últimos años, tales como el maestro Carlos Larrinaga, que tantos años estuvo al frente de las demostraciones de toques con carillón. A pesar de su ausencia y la de tantos otros compañeros, tampoco faltaron en esta edición exhibiciones de toques de llamada antiguos, tanto religiosos como civiles, como el de oración, el de ángelus o de los difuntos, así como el de sereno, que es cuando en los pueblos pequeños se avisaba a los vecinos para realizar tareas municipales, el toque de fuego para cuando había incendios, o el de tormenta, que realizaba el sacristán cuando avistaba una tronada con la intención de ahuyentarla y proteger los cultivos.

La jornada se completó con un pasacalles con trikitixas, albokas y los toques de cuerno del maestro Juan Antonio Alaña de Menagarai, así como con un pintxo-pote que “este año se ha decidido poner al precio simbólico de un euro, para que no haya abusos”, lamentó Albizua. Y es que con las cosas gratis ya se sabe.

El broche de oro lo puso una comida de hermandad con la treintena de campaneros que llegaron desde muy diversos puntos de la geografía vasca y estatal, como Ondarroa, Aretxabaleta, Artajona, Irurzun, Oiartzun, Lérida, Vitoria, varias localidades de la llanada alavesa, o Puentedey en Burgos, desde donde llegó Trini Sáez, una de las pocas campaneras que aún sabe interpretar el toque de difuntos.