no eran las siete de la tarde y cientos de dulantziarras ya se aglomeraban en la plaza del Ayuntamiento a la espera del estallido del txupinazo de las fiestas en honor a Nuestra Señora de Aiala. Cuadrillas, vecinos y foráneos estallaban en un grito unánime al oír el estruendo del cohete -cuya mecha fue prendida por los miembros de la Asociación Ronzapil- y ver aparecer en el cielo a Tripafina, el simpático aldeano que anuncia el inicio de siete días de fiesta ininterrumpida.
Al igual que en los últimos años, quince minutos antes de la llegada del protagonista festivo, en el interior del Ayuntamiento se rendía homenaje a una persona o agrupación destacada de la localidad. Ayer el honor recayó en la citada agrupación, elegida por el grupo de participación vecinal en reconocimiento al papel desarrollado en el ámbito cultural, deportivo y de naturaleza a lo largo de los últimos doce años.
El alcalde de la localidad, Joseba Koldo Garitagoitia, fue el encargado de recibir a los miembros de la asociación de la que él mismo forma parte. Estíbaliz fue la encargada de dar la bienvenida a las fiestas y agradecer a todos los dulantziarras “vuestra colaboración tanto ayudando como participando en las actividades”. Aprovecharon la ocasión para desear “felices fiestas” y gritar al filo de las siete en punto de la tarde un “¡Gora Dulantziko Jaiak!”.
Tras el txupinazo, encendido con un puro como manda la tradición, las miradas se dirigieron hacia la torre de la iglesia de San Blas, donde Tripafina aguardaba su turno para descender, como desde hace 40 años, por el cable hasta la balconada municipal. Un año más eligió sus mejores galas -abarcas negras, calcetines blancos, pantalón azul de mahón, faja negra, camisa blanca, blusa azul celeste y txapela negra-. En la mano izquierda el paraguas, que en esta ocasión le sirvió para guarecerse del intenso sol que le acompañó durante sus cinco minutos de recorrido. El recinto estaba abarrotado y Tripafina, puntual a la cita, llegó a la plaza del Ayuntamiento entre el bullicio de los vecinos, conocedores de lo que aquello significaba.
Bajo la balconada de la solariega Casa Consistorial, que lucía sus mejores galas, algunos lugareños recibieron la fiesta con tímidos saltos y numerosos aplausos. El acto, que supone el pistoletazo de salida de las fiestas patronales de esta localidad, estuvo marcado por el bullicio, el buen ambiente y, cómo no, por las guerras de agua y gaseosa entre los más pequeños. Además fue el humo de puros y cigarros, una vez más, el elemento que acompañó a Tripafina en su descenso.
Al grito de “¡Tripafina!”, la música de la fanfarre local Baralde comenzó a sonar y su entusiasmo se extendió por toda la plaza. A partir de ese momento, grandes y pequeños, en parejas, en cuadrillas o en solitario, se convirtieron en los auténticos protagonistas y tomaron las calles.
Los más pequeños se divertían con los cabezudos que aporreaban sin cesar. Este año las seis figuras festivas presentan nueva imagen. “Con el objeto de promover la conservación de nuestro patrimonio, este año se han restaurado las figuras de los cabezudos y renovado el personaje de Tripafina. La restauración ha corrido a cargo de Mariam Escalera Arnáiz”, explicaron desde el Ayuntamiento. Entre carreras fueron discurriendo los primeros momentos festivos para los más pequeños que se acercaron a los puestos de sombreros y juguetes en busca de su particular tesoro. Posteriormente, el ambiente festivo se trasladó a todos los rincones, dejando tras de sí una nube de botellas y colorido y animación con el pasacalles de la comparsa de gigantes de la Txantrea.
En el programa festivo tuvo cabida un acto de gran importancia para los dulantziarras como la tradicional procesión del Santo Rosario de las Antorchas, en la que los mozos acompañan a la Virgen de Aiala desde el convento hasta la iglesia portando velas a lo largo del recorrido. Este acto se celebra desde 1954, coincidiendo con la proclamación de la Virgen de Aiala como patrona de Alegría-Dulantzi por el Papa Pío XII.
El plato fuerte de la jornada fue el concierto de Txapelpunk y Kaotiko, una cita inexcusable para los amantes del punk-rock y los incondicionales de ambos grupos. El jolgorio -que también incluyó un espectáculo de danzas y música a raudales- no cesó en toda la noche. No en vano, los dulantziarras han esperado ansiosos durante un año.