la situación económica de Tuvisa, como la de todo el Ayuntamiento, es mala, pero no desesperada. La cuentas de la empresa pública están saneadas, y con ciertos ajustes que se han realizado se podrá salvar el año con el presupuesto establecido, de en torno a 17 millones de euros, y a la espera de que el Consistorio mantenga sus asignaciones mensuales para pagar nóminas y combustible. Sin embargo, dadas las apreturas de la institución, la renovación de la flota de autobuses, pendiente desde hace años, tendrá que esperar un poco más.
Sobre la mesa hay una propuesta de EH Bildu para prorrogar dos préstamos que tiene la empresa y que vencen el próximo año, lo que daría liquidez a Tuvisa para comprar una decena de vehículos, pero aún no hay nada decidido al respecto y, dado que el Ayuntamiento está saneando su maltrecha economía, no es muy probable que la sociedad pública de transportes pueda renovar sus equipos. De hecho, el nuevo gobierno municipal de Gorka Urtaran plantea recortar gastos en Tuvisa para ayudar a absorber el agujero de 68 millones de euros con el que el Ayuntamiento cerrará el año si no se toman medidas.
Aunque los usuarios no lo notan, pues la mayoría dice ir cómodos en los vehículos, los chóferes, que en lugar de pasar veinte minutos en el autobús están ocho diarias al volante, sí precisan de una mejora de sus puestos de trabajo. Así lo dicen ellos mismos, a las puertas de sus vehículos. Los conductores sondeados, que prefieren no dar sus nombres, se quejan principalmente del estado de sus asientos y de las consecuencias que esto acarrea, además de destacar el tute que llevan los vehículos. “Se nota, claro que se nota, mira...”, señala el profesional consultado. El cuentakilómetros del vehículo revela que el autobús, que es de los más nuevos, lleva ya 600.000 kilómetros recorridos por las calles de la capital alavesa. “Los autobuses de la letra X (de los más vetustos que circulan por las calles de Gasteiz) son del año 2000 y se nota muchísimo la diferencia”, afirma el chófer.
Otro conductor explica cómo se resienten las cervicales de un profesional del volante, con bajas incluidas, cuando conduce ocho horas diarias sobre un asiento “hecho polvo”. “Para esto no hay dinero, pero para centros cívicos sí”, lamenta el conductor, quien explica que en invierno, cuando hay más tráfico en las calles y más estrés al volante, la espalda hace notar su incomodidad mucho más.
En las cocheras de Agirrelanda aparcan cada noche 80 autobuses, una quincena de los cuales son muy viejos. Los vehículos más nuevos tienen ya seis años, por lo que ya no lo son tanto, sobre todo desde el punto de vista de la ergonomía.
Sin embargo, en la mayoría de los casos a los usuarios todas estas circunstancias les pasan desapercibidas. A simple vista es difícil diferenciar un autobús que se acerca a la veintena de años de uno que apenas ha cumplido un lustro, y a los viajeros lo que les interesa principalmente es la puntualidad.
En la parada de la Catedral, Jesús Ausucua confirma esta percepción generalizada. “Yo, de momento, y desde mi punto de vista los veo bien, aunque tampoco lo uso demasiado”. Jesús sube al autobús urbano cuando le toca cuidar de sus nietos, por lo que no apela a los servicios de Tuvisa “más de dos o cuatro veces al mes, y ahora que no hay colegios menos”.
Su opinión coincide con la de Yolanda Arias, que todos los días viaja en autobús desde Judimendi a Zabalgana, y que es usuaria habitual de Tuvisa desde hace más de quince años. “Yo no los veo viejos, creo que están bien, y además los conductores son muy educados, puedes dejar las sillitas... yo los veo bien”, explica Yolanda, que también tira del transporte público para llevar a sus hijos al médico. “Llevo aquí desde el año 99 y sólo me ha tocado ir en un autobús que se ha averiado dos veces, así que superbien”, explica.
Visitación Millán también viaja a diario a Zabalgana, uno de los barrios más poblados de la ciudad y de los que más utilizan el transporte público. “A mi los que me han tocado están bien, y lo cojo todos los días por la mañana para ir a trabajar”, señala la mujer minutos antes de subirse al autobús.
Isabel Recio espera sentada bajo una marquesina, frente a la Catedral, como hace todos los días. Su experiencia también es buena. “Hay algún autobús que está mal, pero la mayoría son cómodos, no tengo problema, la verdad, y lo cojo muy a menudo”, afirma.
Sólo una persona se queja del estado de los vehículos. Paquita asegura que “en algunos autobuses los asientos los tienen de pena, al margen de otras molestias, como que en ocasiones los chóferes dan demasiado fuerte el aire acondicionado”, aunque por lo demás, afirma, está satisfecha con el servicio.
También lo está Ana Mari Rodríguez, vecina de Arkaiate que casi siempre sube “a urbanos dobles, bastante nuevos. Yo -asegura- no noto que los autobuses estén viejos, la verdad, y lo cojo cuatro veces al día, así que estoy satisfecha con el servicio”. No lo está tanto con los horarios, pues “para ciertos barrios, como el mío, a partir de las nueve de la noche el servicio ya no es cada diez minutos, sino cada veinte, y a la hora de salir de trabajar se te incrementa mucho el tiempo de espera. Al final llegas muy tarde a casa”. Esa es “la única pega” que Ana Mari ve en el servicio de Tuvisa, “el resto lo veo bien”.
problemas económicos La buena percepción que tienen los ciudadanos de Gasteiz sobre Tuvisa demuestra que la empresa ha podido capear los temporales de los últimos años sin que se note demasiado en la calle. A lo largo del último año ha habido un cambio en la dirección, donde María José Ajuriaguerra ha sustituido a Javier Latorre, se ha negociado y aprobado el convenio con un gerente interino (Borja Belandia, actual concejal del gobierno municipal) y se ha asistido en 2015 a una drástica reducción de la partida municipal reservada a la sociedad. El anterior gobierno municipal recortó en 5,5 millones de euros el dinero reservado para Tuvisa, en la confianza de que podría sacarlo de los dividendos de Amvisa. La oposición no le dejó al PP materializar la operación, y el alcalde Maroto se encontró con que a partir de septiembre no habría dinero reservado para la empresa.
Tras un reajuste en las previsiones de la sociedad para el año y la reorganización del Presupuesto municipal que plantea el nuevo gobierno del PNV (que ahora debe complementar y aprobar la oposición) las cuentas salen, al menos para lo que resta de año.