amurrio - ¿Sabía que el edificio situado en la plaza Armurulanda número 1 de Amurrio, diseñado por José Ramón Garatonaindia, recibió en 1980 en Chiasso (Suiza) un premio internacional creado para divulgar las construcciones residenciales realizadas con diseño moderno en todo el mundo, y que pese a ello, en su día, despertó polémica y fue objeto de duras críticas dada su configuración, no habitual en la zona? Pues se trata de una anécdota histórica real de la que da fe en su nuevo libro uno de sus moradores, Alberto Luengas Otaola, que también ha escogido para la portada una fotografía tomada por él mismo del manido bloque de viviendas, de cuya azotea desciende cada agosto, por cierto, el Iguarrako que anuncia el inicio de las fiestas patronales.

Y es que a sus 83 años Alberto tiene mil vivencias que transmitir, así como la experiencia suficiente -“la que otorga el navegar por la vida, porque en estudios sólo pude cursar hasta segundo grado de FP”, subraya- para opinar en torno a un sinfín de materias, en el tiempo libre que le deja su intensa vida de jubilado. “Yo suelo decir que no estoy retirado, sino que sólo he cambiado de actividad, y que cada uno tiene los años que representa. Ya sé que para mucha gente que yo escriba roza la temeridad, pero es mi forma de entretenerme, con el único objetivo de informar dando la lata a quien tenga gávilos y se atreva a leer mis garrapatos”, matiza.

De hecho, hasta su hermano mayor Andrés -ese pastor, de hoy 90 años, al que en 2012 le regaló por su cumpleaños una biografía con sus andanzas cuidando el rebaño de ovejas en las cumbres de Sierra Salvada- no es que le anime mucho en el prólogo. “En nuestros tiempos leíamos, prácticamente en invierno, que era cuando disponíamos de más tiempo por la noche alrededor del fuego bajo. Pero hoy en día la gente no lee, porque dice que no tiene tiempo. La televisión lo absorbe todo y la juventud tiene el mono del móvil. ¿Y tú quieres sacar ahora un libro? Pero si no lo va a leer nadie”, le espeta.

Pero Alberto es cabezota, mucho, y tiene tesón, como bien demostró creando con nombre en euskera y en pleno franquismo el grupo de montaña local Mendiko Lagunak. Algo que le hizo ganarse una denuncia “por formar un grupo político-separatista”, llegada del Gobierno Civil de Vitoria en 1962, y que no fue a más porque “coincidió que el secretario, Alfonso Abella, me conocía de esquiar en el Gorbea”, recuerda. Al año siguiente también inició, de forma altruista y poniendo las manos en la masa, el actual refugio del grupo en el término de San Isuso de Sierra Salvada, y no ha perdido la ilusión por la vida, pese a que lleva desde 1970 luchando contra un cáncer, y a que hace pocos años tuvo que afrontar la pérdida de su único hijo Ángel Alberto.

De todas estas y otras muchas cuestiones deja constancia en Generalidades, el señor Luengas Otaola. Su segunda incursión en la escritura, de la que “sólo he encargado una tirada de 25 ejemplares para repartir entre amigos y familiares que se que se lo van a leer”, y un compendio de cerca de 200 artículos sobre deportes, astronomía, técnicas industriales, y ocurrencias variopintas; así como sus pasiones: la flora y fauna y, cómo no, hasta de política y religión. “Con la pluma en la mano derecha, pero en la izquierda con la daga amenazante ante los políticos y religiosos”, matiza.

Extenso legado Así, asombra al lector con remedios caseros para combatir el catarro, recordando la gran nevada del 15 de febrero de 1953, y el hecho de que la tierra gire alrededor del sol a 30 kilómetros por segundo “sin que notemos nada”. O que haya aves que, con su reloj interior, presagien la llegada del invierno. E incluso se atreve a poner sobre la mesa un supuesto origen artificial de la enfermedad del sida o la muerte “provocada” del Papa Juan Pablo I. Con todo, la temática que más prevalece en las páginas de Generalidades es la naturaleza. Desde reforestaciones de especies autóctonas iniciadas por jubilados alaveses en 1990 en los montes del Valle de Ayala, y la presencia del corzo en la tierra de Ayala; pasando por las recomendaciones al Ayuntamiento porque se estaba llevando a cabo una poda deficiente de tilos que, al final, tuvieron que talar, porque “no nos hicieron caso”; hasta decenas de artículos de ornitología, con anécdotas sobre la presencia de colonias de tórtolas turcas, autillos, mirlos, golondrinas comunes, y cigüeñas en Amurrio y otras localidades ayalesas.

No en vano, Alberto ha pasado muchas horas observando a los seres alados de la geografía y, quizás también por ello, en su lista de aficiones figura el vuelo en ala delta y ultra ligero. Una pasión que aprovechó en los años 90 para realizar las tomas que configuraron los siete vídeos de otro de sus legados: Recorriendo la Tierra de Ayala.

No es el único trabajo audiovisual que ha salido de su estudio, también es autor de un documental que recoge la elaboración tradicional del carbón vegetal en Sierra Salvada, amén de otros de flora y fauna. Sin olvidar el Fuero de Ayala, que aborda las peculiaridades de esta comarca alavesa en el ámbito jurídico y legislativo. Sin duda, méritos de un hombre consciente de su supuesta escasa preparación académica, pero cómo él mismo dice: “el mayor logro del ser humano consiste en vencer sus propias debilidades”.