Artziniega ? Han sido 78 días, 1.500 kilómetros y muchas experiencias, la mayoría buenas, que jamás olvidará. Lo original de su aventura es que la ha hecho acompañado por su burra Marina y su perra Scotti ?hasta que ésta falleció atropellada en el camino de vuelta?. Durante su peregrinar, este vecino de Artziniega ha vivido como un caminante en toda regla, y a la vieja usanza. Se ha alojado en tienda de campaña, y ha vivido con la austeridad que conlleva una aventura como ésta. Tras una despedida multitudinaria en el santuario de Nuestra Señora de la Encina de la mano del párroco, familia y vecinos, la vuelta no ha sido menos, y sus convecinos le han acogido con los brazos abiertos. Pero el Camino engancha, y él ya esta pensando en volver para realizar el tramo Roncesvalles-Belorado que en ésta, su primera experiencia como peregrino, no ha recorrido. Pero eso, “ya será el año que viene y si Dios me lo permite”, subraya. De momento, se dedicará a cuidar a su recién operada esposa y a disfrutar de sus tres hijos y de sus amigos. Muchos, ahora más.
Del 21 de marzo al 6 de junio sin parar de caminar. Se dice pronto?
?Pues sí. Salí el día que empezaba la primavera, aunque en los primeros días hizo un tiempo que parecía otoño e incluso invierno, con la firme intención de recorrer sin prisa, pero sin pausa, y al ritmo que me marcaran mis compañeras de viaje, Marina y Scotti, los 1.500 kilómetros de ida y vuelta entre Artziniega y Santiago de Compostela. Tras dos meses y algo de andanzas, el 6 de junio ya estábamos de regreso en el punto de partida: el santuario de La Encina de Artziniega. Calculo que habremos hecho unos 19 ó 20 kilómetros diarios de media, a unos tres kilómetros por hora, y hemos tardado 78 días, aunque podría haber llegado dos días antes.
¿Cómo es eso?
?Varios amigos me insistieron en que ralentizara el paso para llegar en sábado, porque querían estar presentes en mi recibimiento, y en día laborable no podían. Así que, eso hicimos, ir a un paso de burra más lento del habitual en las dos últimas jornadas para darles el capricho (risas).
Después de dos días más a la intemperie por darles el gusto, estarían en su llegada, ¿no?
?Ellos y medio pueblo a la entrada del Ayuntamiento, aunque yo seguí el ascenso hasta el santuario como prometí, y la que me esperaba fue gorda, ¡ni que yo fuera el Papa! Aún se me saltan las lágrimas de la emoción, y sigo en una nube de la que estoy bajando muy lentamente, porque a la de dos días de llegar operaban a mi mujer de una rodilla y, aunque todo ha salido de maravilla, me estoy dedicando a cuidarla en su rehabilitación y no salgo mucho. Pero es asomar la cabeza por el pueblo y todo son alabanzas y sigo alucinando. A tres kilómetros de Artziniega, antes de llegar, me estaba esperando con su bicicleta el exlehendakari Juan José Ibarretxe, porque también ha sido peregrino y quería felicitarme. ¿Te lo puedes creer? Luego en el pueblo me encontré con los de la televisión, y ya en el santuario lo primero que pensé es que había algún acontecimiento importante, porque estaba a rebosar y con los de la Coral Bleibet preparados para cantar, ¡a mí! La teniente de alcalde leyó un discurso de agradecimiento en nombre de todo el pueblo porque yo había dado a conocer el nombre de Artziniega en todo el mundo, y el cura Polintxi, que es un sol, me pidió por favor que metiera a Marina hasta el altar de la patrona y con todos los honores. Se lo merece, no la pedí permiso para llevarla conmigo y es tan peregrina como yo. Se había quedado huérfana y decidí cuidarla. Eso fue en 2007 y desde entonces no nos hemos separado, ni concebía una forma mejor de hacer el Camino a Santiago que con ella. Ya te digo que sigo en una nube de la que me va a costar mucho tiempo descender. Tampoco voy a olvidar jamás el semblante de alegría de los niños a mi paso, y la sonrisa de los adultos al verme con Marina y Scotti. Me encanta hacer reír a la gente, así que feliz.
Sin embargo, y por lo que veo, elCamino se ha cobrado su peaje.
?Más de diez kilos he perdido, aunque ya he recuperado alguno, pero me han venido muy bien, porque voy como viento en popa, sin dolores ni nada. Sin sufrir no se logra nada. Cuando partí me dolía hasta el DNI, y ahora hasta la burra corre más. En marzo yo pesaba 107 kilos y, tras el entrenamiento al que me sometí, salí de Artziniega con unos 92, y ahora estaré por los 85. No hay que dejarse. Los primeros días, hasta que calentaba, sentía dolor en todas las articulaciones, pero a la vuelta ya iba volando y Marina igual. También es cierto que la pérdida de Scotti, por un atropello en carretera en tierras de León y ya de regreso a casa, me dejó un gran vacío. Ni comía y perdí toda la ilusión, pero ahí fue cuando aprendí que existen los amigos de verdad, los que me dieron fuerzas y ánimos para sobreponerme y seguir hasta mi meta.
Partió con la bendición de su párroco y con fe ciega en Santiago Apóstol para afrontar los inconvenientes del Camino, que no han sido pocos. Entró en Burgos el Domingo de Ramos y a la plaza del Obradoiro el día de San Prudencio. Confiéselo, tiene algún pacto con las alturas.
?Bufff? Ya me gustaría a mí, todo ha sido pura coincidencia. Lo que creo es que el santo patrón nos quiso poner a prueba de si éramos merecedores de hacer la ruta, porque durante las cuatro primeras jornadas todo el tiempo hubo granizo, lluvia, frío y nieve. Pero no nos echamos atrás y debimos superarla con creces porque después, salvo días puntuales, nos brilló el sol, aunque refrescaba algo a las noches. Con todo, sí es curioso que llegáramos a Burgos el Domingo de Ramos, porque no estaba preparado ni por asomo, sino más bien todo lo contrario. Yo intenté evitar el centro urbano, y fue la Policía Municipal la que insistió en que, como todo peregrino, teníamos que pasar por el Espolón y la estatua del Cid, el arco de Santa María y la catedral. Fue increíble, con todo el mundo haciéndonos fotografías y ofreciéndonos ayuda, como si fuésemos héroes. En León nos pasó otro tanto de lo mismo, y lo de llegar a Santiago el día del patrón de Álava tuvo la culpa la burocracia, porque teníamos que haber recibido la Compostela el lunes 27 de abril, no el 28.
Por lo que veo, la ruta le ha cambiado.
?A mí me ha transformado. Ahora veo las cosas de otra forma, en el sentido de que no hace falta correr tanto en la vida, con calma se llega a todo y se disfruta el doble. Vamos en coche y nos envalentonamos, soltando mil exabruptos al que tiene la mala suerte de cruzarse en nuestro camino, y eso no es así. ¿Para dos días que vivimos por qué vamos a llevarnos mal rato? Hay que sonreír más.
¿Qué ha aprendido?
?El Camino de Santiago es una aventura diaria que no se puede explicar, y que aconsejo a todo el mundo realizar, porque te pone en tu sitio en la vida. Diría que hay como tres partes. Dos muy buenas, que son la gente y los lugares que conoces, y una tercera en la que la soledad te pasa factura y hay ratillos malos en los que tienes bajones y nostalgia del hogar, pero que yo he sobrellevado gracias a mis compañeras de viaje. ¿Aprender? Que la amistad existe, que hay más bondad que maldad en el mundo, y que ante los sueños no caben excusas, ni de edad ni de dinero. Más del 80% de la gente que me he encontrado era mayor de 60 años, que si no hacían 23 kilómetros de media, que es lo habitual, pues hacían 14, pero para delante. Eso sí, de cada español que me cruzaba, igual había 30 extranjeros. Yo no sé idiomas, pero el lenguaje de las señas es universal y nos entendemos todos. Se lo aconsejo sobre todo a los chavalillos de mi generación que, ya jubilados, es cuando tenemos tiempo para disfrutar de la vida. Cada seis kilómetros hay un albergue, ya sea parroquial, que te piden la voluntad, o municipal o privado, con precios que oscilan entre los 5 y 10 euros, y todos tienen unos servicios increíbles. Así que no hay excusa. Si te lo propones, puedes disfrutar de las vacaciones de tu vida sin casi dinero, y haciendo millones de amigos de por vida, y de todo el planeta.
¿Qué le aconsejaría a la gente que quiera seguir sus pasos?
?El Camino hay que hacerlo solo, para que no te condicione nadie y vayas a tu ritmo. Sólo así se disfruta en toda su magnitud. Hay que ir sin prisa; si se hinchan los pies, a descansar, y si hay un río cerca, meter los pies en agua, lo mejor. No hay que marcarse una maratón, sino disfrutar del camino. Los sembrados de cereal del mar castellano, los viñedos del Bierzo, los bosques de castaño gallegos... En coche no se ve nada, hay que meterse en los pueblos, y entrar en contacto con la gente que es encantadora.
Dicen que el Camino engancha. ¿Piensa repetir?
?Ahora mismo no me puedo liar la manta a la cabeza y decir cojo y me voy, porque ya he dicho que estoy cuidando de mi esposa, tras su operación de rodilla. Pero si Dios quiere, el año que viene volveré al Camino para cubrir la parte que no he hecho, por mi deseo de partir y regresar a pie desde Artziniega. Es decir, el tramo de Roncesvalles a Belorado, ya que yo comencé el itinerario ascendiendo a Peña Angulo para desde allí proseguir hacia Trespaderne, Oña, Briviesca y Belorado, a fin de enlazar con el mítico Camino Francés. Si una vez en Belorado me encuentro con ánimos, seguiré sin duda hasta Santiago de Compostela y, por supuesto, que me llevaré conmigo de nuevo a Marina; aunque tenga que echar mano de algún amigo con furgoneta que nos acerque hasta San Juan de Pied de Port (Donibane Garazi) para iniciar la ruta tradicional. l