El polideportivo municipal de Dulantzi se convirtió ayer en el punto de encuentro de más de 150 encajeras llegadas de distintas localidades vascas y burgalesas para participar en el V Encuentro de Bolilleras de la localidad. A lo largo de la mañana demostraron su destreza con los hilos y los palillos, compartieron un rato entre amigas y aprendieron.
El encaje de bolillos “ya no es cosa de mujeres mayores que hacen puntillas”, sino una labor artesana que atrae a “personas de todas las edades” que, a base de “paciencia y dedicación”, sacan adelante trabajos que van mucho más allá de los “pañitos de toda la vida”. Así pudieron comprobarlo todos aquellos que se acercaron hasta Dulantzi, donde tuvo lugar la cita organizada por la Asociación de Amas de Casa de la localidad en colaboración con el Ayuntamiento de la villa.
Las participantes llegaron procedentes de los gasteiztarras barrios de Santa Lucía, Abetxuko, Arana o El Pilar. También hubo encajeras vizcaínas de Basauri o Gallarta; ayalesas de Luyando; e incluso, burgalesas de Medina de Pomar. Todas ellas con la única intención de dar a conocer una labor artesanal que exige paciencia y cuya complejidad muchas veces depende de los hilos tan minúsculos que se utilizan.
“Este año hemos contado con menos participantes porque hoy ha coincidido que había otros cuatro encuentros de bolillos”, explicó Josefa Alonso, presidenta de la Asociación de Amas de Casa de Dulantzi y quien, junto a otras diez mujeres conforma el grupo local de encajeras.
Todas las asistentes coincidieron en señalar que “es relajante” y sobre todo “muy gratificante cuando acabas una labor” a la que en muchos casos han tenido que dedicar horas y horas de trabajo. Éste es el caso de Consuelo, llegada desde la asociación Mairi, de Urretxu, y que tejía imparable un fular de tonos morados. “Tardo aproximadamente 21 días en hacerlo a una media de seis horas al día”, explicaba orgullosa. Con más de 16 años de experiencia con los palillos reconocía que “para mí lo más difícil son las hojas” mientras hacía gala de una gran agilidad en las manos. Un abanico, un fular y dos puntillos son los trabajos que tiene empezados. “Yo sólo regalo estos trabajos a la gente que realmente sabe valorarlo porque cuesta mucho trabajo”, señala.
A escasos metros de ella, Aurora, del barrio de El Pilar de Vitoria, se decantó por un abanico. ”Yo soy un poco torpe, así que me está costando mucho”, reconocía mientras trabajaba en la labor que empezó hace un mes. Lleva diez años con los bolillos entre las manos y es realmente ahora cuando más a gusto se encuentra. “Al principio no me supieron enseñar bien. Me tenían todo el día haciendo puntillas cuando lo importante es saber hacer los puntos”, explicaba. A su juicio, “la paciencia, saber mamarlo y que te enseñen bien”, son las claves del éxito de este trabajo artesanal con miles de adeptas.
Totalmente absorta en su trabajo se encontraba Mari Carmen, de la Casa de Castilla y León de Basauri. Entre sus manos un delicado broche. “Lo empecé el viernes por la tarde, es algo sencillo por lo que no me llevará más de tres horas de trabajo”, explicaba al tiempo que reconocía que “me gusta tener varios trabajos empezados para ir cambiando. Ahora por ejemplo tengo un fular de seda fina y una cartera”. Para ella lo más “latoso y aburrido es rematar los hilos”. Actualmente el encaje de bolillos se puede realizar con hilos finos o gruesos. Tradicionalmente, se hacía con lino, seda, lana y posteriormente con algodón. También con hilos de metales preciosos. Hoy en día también se realiza con una gran variedad de fibras sintéticas, con alambres u otros filamentos.
¿En qué consiste? Esta disciplina es una técnica de encaje textil consistente en entretejer hilos que inicialmente están enrollados en bobinas, llamadas bolillos, para manejarlos mejor. A medida que progresa el trabajo de la encajera, el tejido se sujeta mediante alfileres clavados en una almohadilla, que se llama mundillo. El lugar de los alfileres normalmente viene determinado por un patrón de agujeritos en la almohadilla. La labor avanza gracias a la paciencia y a la destreza de la bolillera.