gasteiz - Nadie de las miles de personas que se acercaron ayer a las campas de Armentia a disfrutar del Araba Euskaraz se pudo sentir decepcionado en la gran fiesta de la ikastola de Oion. La diversidad de actividades, el buen tiempo pese a la amenaza de lluvia durante la jornada y el acierto en el espacio de celebración dejaron buen sabor de boca a todo el mundo.
A ese buen resultado contribuyeron de manera especial los voluntarios, tanto los que se inscribieron en la ikastola de Oion como en la de Armentia, ya que su presencia se notó en todo momento para que la jornada se desarrollara sin problemas. Entre ellos se encontraba el nuevo alcalde de Oion, Eduardo Terroba, como un voluntario más, a quien se le había encomendado “contar el dinero” de las recaudaciones que se obtenían por la venta de los tickets de las consumiciones. “A esto me refiero cuando digo que hay que trabajar, trabajar y trabajar”, relataba. “Para sacar adelante cualquier cosa hace falta esfuerzo y generosidad. Por eso hay que ponerse el buzo y arrimar el hombro para lograr lo que nos proponemos”. Por ello, lejos de relajarse por su condición de primer edil, se puso el chaleco reflectante y paseo arriba y paseo abajo se dedicó a la tarea que le habían encargado.
Otros muchos, hasta completar una larga lista de unas 600 personas, se encargaban de las diversas actividades. Ofrecían información, atendían los stands y hasta mantenían limpias las distintas zonas. Una tarea ingente porque, como suele ocurrir con las celebraciones, muchos las aprovechan como botellón particular y dejan secuelas a su paso. Ayer, sin ir más lejos, sucedía en el aparcamiento de Mendizorroza, donde además se había instalado un punto de información sobre el abuso en la ingesta de alcohol con voluntarias que se acercaban a los grupos repartidos por toda la zona. De hecho, por megafonía, se pedía la colaboración de todos para mantener esa parte de la ciudad en condiciones. Con todo, muchos voluntarios, como Sandra, de Oion, tuvieron que dedicarse a fondo con unos palos en cuyo extremo había un clavo para recoger en bolsas de basura lo que los menos concienciados dejaban tirado por el suelo.
Ése fue el espacio elegido por los adolescentes que no se habían inscrito en la erronka. Allí, a la exigua sombra de un arbolito, se había reunido un grupo de amigas para disfrutar de la jornada. Entre ellas estaba Naia Landaluce, luciendo con orgullo la camiseta del Athletic. “El Araba Euskaraz me parece muy bonito porque fuerza a que la gente use más nuestro idioma. Toda Euskal Herria se sume a esa voluntad”, comentaba. Tanto para ella como para sus amigas la jornada representaba la exaltación del idioma, algo planificado “para que la gente se lo pase bien”, incluso con conciertos, “porque ayudan a dar a conocer las posibilidades del idioma”. El grupo asentía con la cabeza cuando la joven afirmaba que “aprender euskera es algo muy positivo porque es parte de nuestra cultura”.
En similares términos se expresaba un joven que terminaba de hacer el recorrido junto con su padre. Peio Palacios, que lucía una camiseta con el lema Euskaraz bizi nahi dut, elogiaba el evento porque “puedes hablar en euskera y puedes ayudar a un centro a financiar sus necesidades”. Éste opinaba que ésta “es una buena manera para que las ikastolas puedan acometer la modernización de sus centros” y se manifestaba solidario desde hace tiempo con ese llamamiento, ya que no era el primer Araba Euskaraz al que acudía.
Paseando en familia, con el más pequeñín colgado de una mochila en el pecho, Olatz, vecina de Vitoria, explicaba que el Araba Euskaraz es un acontecimiento muy bueno para fomentar el uso de la lengua de los vascos. “Yo hablo a mis hijos en euskera y ellos lo tienen asumido. El niño lo tiene completamente aceptado, es bilingüe, porque el pequeñín aún no habla”. Preguntada por si habían tenido alguna dificultad en sus relaciones con otros niños o fuera del País Vasco, añadía que “no se sienten extraños en ningún lugar, porque además les hago hablar en castellano”.
Entre los numerosos caminantes había muchas parejas de mayores. No todos querían expresar su opinión. Incluso alguno declinaba darla “por vergüenza”. Pero un matrimonio que marchaba a buen paso hacía un alto en el camino y el marido, Carlos, que prefería no aportar su apellido contaba que “nosotros venimos colaborando desde que empezaron las celebraciones del Araba Euskaraz y en todos estos años sólo hemos faltado una vez a Oion. Ha sido la única falta”. La pareja reconocía que la fiesta es “muy positiva para este pueblo”. Ellos no son bilingües, pero entienden que “si se pone el empeño en ello cualquiera puede aprender euskera o lo que quiera” y opinaban que ésa era la razón por la que están creciendo tanto los vascoparlantes. Para Carlos, el uso del euskera no debería estar sólo circunscrito a las ikastolas. Por el contrario opinaba que debería usarse por norma, “estar normalizado en las relaciones como lenguaje cotidiano”.
Una afirmación en la que también estaba de acuerdo una joven pareja con hijos que caminaban por El Prado. Agurtzane, de Zumarraga, relataba que el Araba Euskaraz “es una buena jornada para que las personas que saben euskera o que quieren animarse a aprenderlo se junten y vean que es fácil y divertido y que cada día somos más”. Además, la jornada resultaba agradable para caminar. “Ésta es una fiesta grande, con un recorrido también grande, pero todo es muy cómodo, no requiere preparación física ni nada en especial y es apto para todo el mundo”. Agurtzane explicaba que “en casa hablamos en euskera y eso era lo que buscamos en la educación de los niños”.