Quienes le conocen dicen que derrocha sensibilidad. Mucha. Quizá fruto de ser el segundo entre tres hermanas con las que ha convivido y a las que también ha protegido y aconsejado porque siguen siendo una piña. Este año, de hecho, aitas, hermanos e hijos se han ido de vacaciones a Tenerife. De palabra y principios firmes, es cabezota en su perseverancia, respetuoso y muy familiar. El niño de María Jesús Aguirre, de quien heredó desde muy chico la vocación política, se desvive ahora por sus tres hijos Ibai, Iker y Ion, el que más se le parece. Y no, no va a por la niña, aunque le habría gustado. De pequeño quiso ser piloto, ahora desbanca a Maroto y se convierte en alcalde de Vitoria. Ha pasado de buscar frecuencias en una radio vieja de la infancia a pilotar el PNV del Ayuntamiento de Gasteiz. Ha pasado de niño trasto, movido y estudiante regular al que se le atravesó la Física -pese a su cara de empollón- a adulto muy positivo, de principios firmes, de palabra, respetuoso y tan perseverante que, en ocasiones, hasta saca genio.
Un cambio radical que le llegó al entrar en la universidad de Leioa para licenciarse en Sociología con varias matrículas de honor. Fue como si le diesen un golpe en la cabeza y se hizo excesivamente responsable. Hijo de economista y política, se inclinó hacia ama, de quien se siente orgulloso porque dice que siempre la ha visto currar de sol a sol aunque ahora es ella quien sufre cuando atacan a su ojito derecho en la arena política. Con estas raíces pronto se afilió al grupo jeltzale donde se sitúa muy en la onda de Cuerda, aunque también le gustó Garaikoetxea y admira a Ibarretxe, con quien comparte afición por la bicicleta. De hecho, se acaba de comprar una de las buenas y cada vez que puede se escapa a su querido Izarra, su válvula de escape, para desconectar pedaleando o subiendo al monte. Aficiones que, al igual que el esquí, comparte con sus hijos y su mujer, Elisa. Más de interior que de playa, lee -y menudos rollos- para desconectar y escucha a Hertzainak, Ruper Ordorika e Ismael Serrano.
Euskaltzale hasta la médula ha dejado de potear por la Cuchi que tanto frecuentaba de joven, aunque de vez en cuando... Atrás quedan aquellos años de juventud en los que lo mismo se buscaba la vida recogiendo fardos en Izarra, haciendo encuestas de puerta en puerta (cosas de la vida, también le tocaron sondeos políticos como los que ahora protagoniza) que sirviendo copas tras una barra en fiestas de Bilbao. Luego sacó plaza en el Ayuntamiento y con el PP de Alonso en el gobierno, para que nadie diga...
A sus 41 años, si algo ha cambiado a Urtaran es la política. Ha ganado en responsabilidad, pero ha perdido espontaneidad. Y aunque es de carácter alegre -no de contar chistes- y campechano, el deber le ha vuelto más serio, más encasillado, así que los ratos de mayor distensión los reserva para su ámbito privado, de puertas adentro. En su casa siempre se ha discutido de política, bueno, más bien se ha conversado porque todos comparten ideología. Ahora, el nieto político de Cuerda se sienta en esa misma mesa y se sirve pasta pensando cómo va a gobernar, convencido de que el cambio era necesario en Vitoria y de que hay “otra forma de hacer política”, coletilla que ha repetido hasta la saciedad durante su primera legislatura en primera línea de la política, cuatro años en los que, incluso ha pactado y consensuado con el PP del ya exalcalde Maroto al que acaba de destronar.