vitoria - La tecnología debería servir para facilitar la vida de la gente, pero una cosa es la teoría y otra la práctica. A la nueva estación de autobuses de Vitoria se le presupone puntera en avances, pero los usuarios que la utilizan a diario se encuentran con que el problema es, precisamente, que no avanzan. Y es que la barrera ubicada en la entrada, por donde cada autobús debe pasar un -se suponía- rápido y efectivo sistema de control automatizado, se ha convertido desde su inauguración en un muro, a veces, infranqueable.
La cuestión es que en la estación de autobuses los usuarios ven perfectamente lo que hay más allá, pero sin moverse de acá. A un lado, los viajeros que van y vienen observan con ansia que están a punto de llegar a su destino. Al otro, la dársena en la que se van a bajar les espera vacía. Están ahí, ya han llegado a Vitoria, pero no se mueven porque la barrera automática se lo impide.
Según denuncian los usuarios habituales, que se han lanzado a expresar su malestar y criticar la esperpéntica situación que sufren casi a diario, los autobuses acostumbran a quedarse parados frente a la barrera porque el sistema de control no funciona como debería. Cuando sólo hay uno ya es un problema. Sin embargo, en hora punta, sobre todo por las mañanas, las afueras de la estación se transforman en una procesión de buses uno tras otro, a veces hasta ocho seguidos.
En los autobuses las quejas aumentan mientras algunos usuarios se quejan y otros se dedican a sacar instantáneas de las colas con su móvil o incluso a grabar vídeos para evidenciar sus largas esperas. Todo mientras ante la entrada de la estación el chófer llama por el telefonillo, pide que le suban la barrera, le dicen que se la suben, no se la suben, le piden la matrícula, no le entienden, le preguntan cuántos pasajeros lleva, no lo sabe, le dan el visto bueno, le dicen que pase pero la barrera no se mueve, parece que sí pero no, y así durante varios minutos.
Al final los responsables de la estación recurren al método históricamente más eficaz, las manos, y un operario debe acercarse para subir la barrera manualmente y dejar pasar a los autobuses que se acumulan en la llegada como una caravana multicolor. Una caravana llena de gente cabreada porque llega tarde a clase o a trabajar. Los usuarios insisten en que no es un suceso aislado, que sucede habitualmente y que lo que para un viajero ocasional es una espera más o menos llevadera, para alguien que va y viene en bus todos los días es una tortura china digna de los mejores métodos de la Inquisición.
En realidad es más que eso, pues consideran que es una forma de perder el tiempo, casi siempre apurado en estos tiempos, que se podría evitar perfectamente. Los problemas tecnológicos con el sistema de control a la entrada, que debería leer automáticamente las matrículas y levantar después la barrera, fueron protagonistas el día de la puesta en marcha oficial de las instalaciones, el pasado 16 de marzo. El Ayuntamiento de Vitoria admitió los problemas causados por la red informática que regula las entradas y salidas, aunque los circunscribió a un hecho puntual de unas dos horas de duración entendibles por los contratiempos y sorpresas habituales del primer día.
menos burocracia Pero un mes después los fallos persisten. “Para salir de la estación el chófer ha tenido que llamar tres veces por el telefonillo y repetir tres veces la matrícula. Cuando le han dado el OK la barrera no subía, así que vuelta a llamar”, expone un usuario en una queja al Consistorio gasteiztarra. “Al principio pensábamos que lo de la barrera era provisional, una medida para controlar la nueva situación, pero parece que la cosa va para largo. Debe ser que el resto de estaciones de autobuses de España no tienen ni idea de cómo controlar los vehículos que acceden y ha tenido que hacerse la de Vitoria para demostrar cómo hay que hacerlo. Déjense de burocracia y tengan en cuenta al viajero, que es para quien está destinada la infraestructura”, solicita otro usuario al Ayuntamiento.
“Las barreras ralentizan el tráfico haciendo que los viajes se atrasen, para los usuarios no habituales puede no suponer nada, pero para los viajeros diarios cinco minutos supone un mundo, más si tienes que coger otro transporte para llegar al centro”, incide otro usuario.
La respuesta del Ayuntamiento a los usuarios que denuncian este problema es que “los accesos de la estación están dimensionados para el nivel de uso previsto y para poder dar respuesta a las necesidades futuras, con nuevos sistemas de gestión a los que deben adaptar sus usos tanto las compañías como el propio personal de la estación”. Mientras tanto, según los datos del primer mes cada día pasan por las nuevas instalaciones de Lakua 421 autobuses, con una media de más de 6.151 usuarios diarios. Unos datos muy concretos extraídos gracias precisamente al nuevo sistema de control informatizado.