la bandera roja, amarilla y morada de la Segunda República ascendía por primera vez a los cielos de Eibar hace ayer 84 años, el 13 de abril de 1931, iniciando una cascada imparable que apenas unas horas después alcanzó a Vitoria y el resto de Álava. Un cambio político tranquilo, desde las urnas, que ponía fin al débil y desprestigiado régimen monárquico de Alfonso XIII y anunciaba una nueva era de conquistas sociales de las que hoy en día sigue disfrutando la sociedad. La plena equiparación de derechos entre mujeres y hombres, la educación pública, gratuita y universal o la descentralización del Estado fueron algunos de los hitos que marcaron un corto pero intenso y turbulento periodo que concluyó de forma abrupta con la Guerra Civil y el triunfo de las fuerzas franquistas el 1 de abril de 1939.
El alzamiento militar fascista de 1936 no sólo derivó en el inicio del conflicto armado más cruento de la historia de España, sino en el fin de un proyecto político y social marcado también por la laicidad del Estado. Hoy, en el año 2015, en pleno siglo XXI, no son pocas las voces que alertan sobre un retroceso sin precedentes para todas esas conquistas labradas durante la República al calor de reformas o proyectos impulsados por el Gobierno central en manos del PP como la Ley Wert o la ley mordaza, sólo por nombrar dos de las más polémicas.
Normas sancionadas en un Estado que volvió a ser monárquico tras la muerte de Franco y en el que la división entre monárquicos y republicanos se ha hecho más evidente en los últimos tiempos, tras los escándalos que han salpicado a la Casa Real como el caso Urdangarin o el accidente de Juan Carlos I mientras practicaba caza en Botsuana, en los momentos más duros de la crisis. En paralelo al deterioro de la imagen de la Corona, antaño una de las instituciones más valoradas, también se ha reducido esa diferencia entre monárquicos y republicanos, que era muy clara a favor de los primeros hasta el año 2010. Según un reciente estudio de Celeste-TEL, un 47,2% de los españoles se declaran monárquicos, frente al 36,5% que dicen ser partidarios de una Tercera República. Un rápido paseo por el centro de Gasteiz confirma otra tendencia que sugieren diferentes encuestas, que la opción republicana triunfa entre los jóvenes, frente a unos mayores que se decantan por la monarquía. Jesús, un octogenario que prefiere no dar su apellido, cree que la república “siempre es de izquierdas” mientras él se considera abiertamente de derechas. De la Segunda República, a él le ha quedado un poso de “desorden, falta de respeto a la gente y de libertad religiosa”.
A falta de estudios de ámbito más local, queda también claro que la indignación por unos comportamientos poco ejemplares desde la Casa Real y por distintas decisiones impulsadas por el Gobierno central ha calado entre muchos gasteiztarras, que en un día tan señalado como el de hoy exigirán un viraje radical en la configuración de las estructuras del Estado, al menos en su fuero interno. “Ya es hora de que el pueblo pueda decidir quién va a dirigir el Estado. Si todo fuese limpio... Pero hay mucho oscuro”, sentencia la joven Itziar Eguílaz, partidaria “sin duda” de llevar a cabo un referéndum sobre el modelo de Estado.
Su amiga Garazi Celaya tampoco titubea al ser cuestionada por sus preferencias: “Soy republicana a muerte”, asegura, un convencimiento que deviene de algunas de esas conquistas republicanas como el establecimiento de los derechos laborales o el sufragio universal, que hizo que las mujeres fueran por fin consideradas ciudadanas de pleno derecho. Frente a una monarquía “impuesta”, Celaya aboga por avanzar en caminos como los iniciados hace ya más de ocho décadas, pese a las maniobras recientes del Ejecutivo de Mariano Rajoy. “Por supuesto que se puede retroceder. Todo lo que no sea invertir en la sociedad es un peligro. Hay pasos atrás, y lo de Wert no tiene nombre, es alucinante”, censura esta joven.
tasas y rezos Frente a esa educación laica, pública y sin discriminaciones que impulsaron los primeros gobiernos de la Segunda República, nombres como el de Manuel Azaña, Wert se ha mantenido firme en su decisión de incrementar las tasas universitarias o instaurar un polémico nuevo currículo para la asignatura de religión en Primaria y ESO, que entre otras cosas contempla la recuperación de los rezos en la primera etapa educativa. “Prácticamente todas las conquistas están en peligro, aunque creo que eso no lo arreglaría la república por sí sola”, advierte, entre la crítica y el escepticismo, José García, otro vecino de Gasteiz que también se declara abiertamente republicano y de izquierdas. “No soy monárquico, ¿y qué otro sistema nos queda? Los escándalos que han salido son sólo de los que nos hemos enterado”, advierte García. La aplicación de distintas medidas de recorte y recentralización en el marco de la Comisión para la Reforma de las Administraciones Públicas (CORA), una suerte de plan de poda con importantes dosis de sugestión y presión a las comunidades autónomas, completa ese lote de maniobras puestas en marcha por el Ejecutivo que amenazan los avances logrados en la Segunda República y la Transición.
También como “republicano 100%” se identifica Ibai Usandizaga, otro vitoriano que aboga por un referéndum pero no sólo para elegir entre un rey o un presidente de la república, sino “para muchos otros ámbitos”. “El debate entre monarquía y república es la punta del iceberg de este sistema, que representa un modelo político anquilosado”, censura Usandizaga, quien también cree que muchas de esas conquistas logradas en el pasado han comenzado a estar en peligro. “Es una gran orquesta para que los avances vayan hacia atrás. Si no hay cambios profundos no es para cambiarse de país, sino de planeta”, bromea.