caminante no hay camino, se hace camino al andar. Lo escribió así Antonio Machado, lo cantó Joan Manuel Serrat, y lo está viviendo en carnes propias Ginés López. Este vecino de Artziniega partió del Santuario de la Encina el pasado 21 de marzo, acompañado por su burra Marina y su perro Scotty, con la firme intención de recorrer “sin prisa, pero sin pausa” los 1.498 kilómetros de ida y vuelta que según sus propios cálculos hay entre la villa medieval ayalesa y Santiago de Compostela. Con ello cumplirá el sueño de su vida tras haberse jubilado el pasado mes de junio.
“Una cosa es lo que te organizas y otra lo que te marca el camino. Estamos en un abrevadero de Arcahueja, a las puertas de León, bebiendo un poco de agua y hay un letrero que indica que nos faltan 307 kilómetros para Santiago, pero ni idea de lo que llevamos ya andado, porque no sé ni en qué día vivo. Esto es una aventura diaria que no tiene nombre, y que aconsejo a todo el mundo realizar, porque te pone en tu sitio en la vida”, explicaba el miércoles a este diario, poco antes de cumplir con el rito diario de buscar cobijo para pernoctar.
“En los albergues no dejan meter animales y es muy comprensible, pero no estamos teniendo ningún problema. ¡Al contrario! Como vamos más lentos que los demás, a unos tres kilómetros por hora, los peregrinos que nos vamos encontrando avisan de nuestra llegada y, aunque no me lo han reconocido, yo creo que nos tienen preparado dónde acampar”, asegura López.
Relata que su entrada en Burgos fue triunfal. “Coincidió que era Domingo de Ramos y cuando me vieron aparecer con Marina se montó la de Dios es Cristo. No quería haber entrado en el centro, pero fuimos llevados en volandas hasta las puertas de la catedral, y todo el mundo haciéndonos fotografías y ofreciéndonos ayuda”.