mari Jose Aguirre reside en un caserío centenario ubicado en el término municipal de Zuia desde hace más de 30 años. La vivienda está literalmente pegada a la carretera N-622, la que conecta Gasteiz con el peaje de Altube antes de convertirse en autopista, y sufre unos niveles de ruido difíciles de soportar debido al intenso tráfico. Como es lógico, este baserri y numerosas viviendas más ya se levantaban en la zona antes de que este importante nudo de comunicación, que soporta el tránsito diario de 16.000 vehículos y camiones, se construyese. El tráfico cada vez más pesado que padece el entorno, la zona norte de Murgia y la sur de Sarria, pero también Amezaga, y la falta de soluciones para paliar la contaminación acústica que éste provoca ha propiciado el inicio de una recogida de firmas entre sus vecinos bajo el lema SOS Ruido Zuia. Aguirre, una de las impulsoras de esta iniciativa, soporta la situación más extrema.
Pese a que la N-622 acababa de ser cimentada cuando esta vecina compró el caserío, nunca tuvo que convivir con los ruidos que la acompañan durante las 24 horas del día desde hace cerca de un año. El motivo, la tala de numerosos árboles -robles, sauces y avellanos, entre otras especies- que flanqueaban su vivienda y ejercían de barrera natural con la transitada carretera. La decisión fue tomada por la Diputación alavesa para mejorar las condiciones de visibilidad de la vía y de seguridad para sus conductores.
Desde aquella primera semana de abril de 2014 en que los operarios procedieron al corte de los árboles, algunos de los cuales alcanzaban un gran tamaño, la vida ha dado un giro radical para esta vecina, cuya vivienda está junto al carril con dirección a Vitoria, pero también para los que residen al otro lado de la doble vía, aunque a una distancia más prudencial. La situación también es especialmente crítica en Amezaga, la localidad más próxima al peaje y donde también se han talado árboles. “Hay mucho ruido en esta zona, pero lo que yo tengo es intolerable”, censura Aguirre en declaraciones a este periódico.
Esta vecina dio la voz de alarma por primera vez ante el Ayuntamiento de Zuia de manera verbal y, a los pocos días, ante la Diputación alavesa, en una carta dirigida al Servicio foral de Carreteras el 6 de mayo de 2014. En ella, Aguirre dio cuenta del “importante trastorno en la vida cotidiana” que había sufrido debido a la tala de los árboles, así como en sus hábitos de sueño, “siendo esto perjudicial para la salud y el descanso”. En este escrito, la vecina aludió también a la imposibilidad de realizar actividades en el exterior de su vivienda, sobre todo en una huerta que con el tiempo ha dejado de labrar definitivamente, por unos niveles de ruido que informes anteriores del propio ente foral ya situaban por encima de la legislación ambiental, con más de los 70 decibelios. Las soluciones siguen sin llegar casi un año después, a pesar de que Aguirre ya ha sido recibida por la diputada de Transportes, Alicia Ruiz de Infante, y de que ha hecho llegar su desesperada situación ante distintas formaciones políticas y el Ararteko.
Por de pronto, el ente foral ha ofrecido a la afectada varias opciones para tratar de paliar el impacto del ruido tanto en el interior de la vivienda como en su exterior, como son la colocación de un acristalamiento doble en las ventanas de su vivienda y de una pantalla en su jardín, que podría ser una lona o una malla, para separarla de la carretera, según matizan fuentes forales.
más escritos Hasta la fecha, Aguirre no ha cejado en su empeño de ser escuchada y de que se tomen soluciones inmediatas ante una situación que, según confiesa, ya ha comenzado a repercutir negativamente sobre su salud. Ya el 21 de julio del pasado año, en un escrito remitido al Ayuntamiento, daba cuenta de su “deterioro”, al tiempo que solicitaba la remisión de un escrito al ente foral donde se diera cuenta de la situación soportada tanto por ella como por otras decenas de vecinos. El arquitecto municipal emitió sólo tres días después un informe donde ya apuntaba a una afección generalizada debido a los ruidos en “gran parte de la localidad de Amezaga, así como en numerosas viviendas situadas en la zona norte” de Murgia y el sur de Sarria, aludiendo más en concreto al caserío de Aguirre, “especialmente afectado” como consecuencia de la tala de árboles. El arquitecto solicitaba ya una relación de medidas a llevar a cabo “para evitar la afección acústica de las viviendas afectadas”.
El tiempo sigue pasando y Aguirre soportando una situación límite ante la que no se ponen soluciones palpables, pese a ese ofrecimiento foral. El hecho de que los nuevos Mapas de Ruido se hayan elaborado tan recientemente apuntan a una nueva ralentización del proceso. “No hay quien salga fuera del caserío sin auriculares. Me dejó unos mi hijo y aun así el ruido es insoportable, sobre todo el de los camiones. La situación es terrible, porque estar en la huerta para mí era una válvula de escape maravillosa”, lamenta Aguirre. No sólo debido al ruido, sino por miedo a la contaminación, la vecina ha dejado este año el terreno “inútil total”. “No me veo con fuerzas”, zanja.
Pese a que el ruido ya existía antes de que se talasen los árboles, Aguirre reconoce que su vida era muy tranquila, hasta el punto de que no era necesario cerrar su casa a cal y canto como debe hacer ahora. Y eso que se trata de un tramo de carretera bastante llano, que permite a los conductores circular con bastante velocidad. “Antes dormía con la ventana abierta en verano y en invierno. Ahora directamente no puedo vivir”, lamenta.
La afectada confía ahora en que, mientras llegan las soluciones, la “unión” de los vecinos a través de la recogida de firmas sirva para que éstas se aceleren. No parece tarea sencilla habida cuenta de que próximamente habrá una nueva cita con las urnas, pero no pierde la esperanza. “Hasta el pasado abril no había protestado nunca. Ahora espero que con la recogida de firmas hagamos un poco más de fuerza y lleguen las soluciones”, confía. En su último escrito dirigido al Ayuntamiento de Zuia, y ante la falta de avances, Aguirre solicitó la “implicación total” de los gestores municipales para que, al menos en su caso particular, se coloquen unas vallas antiruido para “solucionar esta terrible situación”.