desde que el virus de la hepatitis C fue identificado en el año 1989, esta grave enfermedad no había tenido un impacto tan fuerte en la esfera pública como el que está protagonizando en los últimos meses. El motivo, la irrupción de una nueva generación de fármacos antivirales que muchos no han dudado en calificar como milagro por su alta capacidad curativa, el más mediático conocido como Sovaldi. La erradicación de esta patología que se creía crónica y que constituye uno de los problemas más graves de salud pública en los países desarrollados se ha convertido en un objetivo posible, aunque todavía lejano por los condicionantes económicos.
Se estima que cerca de 900.000 ciudadanos padecen hepatitis C en el conjunto del Estado, aunque hasta un 70% no lo sabe porque apenas deja síntomas en sus estadios más iniciales. En Álava, puede haber del orden de 5.000 afectados. Desde la eclosión del sida a comienzos de los 90, cuyas investigaciones favorecieron precisamente la identificación del VHC -virus que provoca la enfermedad-, no se han conocido retos de tanta magnitud como el abordaje de esta enfermedad olvidada.
El altísimo precio que las empresas farmacéuticas han asignado a los nuevos tratamientos y la reducción de esta epidemia a un problema meramente económico por parte de algunas administraciones han derivado en la rebelión de colectivos como la Plataforma de Afectados por Hepatitis C, que ha tomado la vía de la reivindicación para exigir tratamientos para todos los enfermos y que este pasado fin de semana tuvo su primera aparición pública en Gasteiz. Pepe Mouliaá y Javi Vegas, ambos afectados por la enfermedad, han decidido erigirse también como portavoces de una delegación alavesa que, como las del resto del Estado, promete dar mucha guerra hasta que las nuevas soluciones terapéuticas, que además de curar apenas dejan efectos secundarios, lleguen a todos los afectados.
Mouilaá, precisamente, fue uno de los primeros pacientes vascos a los que les tocó la “lotería” del Sovaldi, una decisión que en Euskadi toma un comité multidisciplinar de expertos que analiza y estudia cada caso junto a los especialistas de Digestivo e Infecciosas. A sus 58 años, este murciano afincado en Gasteiz desde hace casi 25 años viene luchando contra la hepatitis C desde que le fue diagnosticada la enfermedad allá por el año 2003. Uno después inició su tratamiento con Interferón, un antiviral clásico tan poco efectivo como plagado de efectos secundarios, unido a varios fármacos más. El cóctel le provocó una pérdida de memoria que aún hoy no ha podido recuperar así como una “depresión de libro”, entre otras consecuencias psíquicas y físicas que en algunos pacientes van desde la extrema debilidad hasta los problemas cutáneos o la pérdida de pelo. No obstante, lo peor de todo fue que su carga viral apenas se redujo con el tratamiento y, debido al progresivo deterioro hepático, tuvo que ser sometido a un trasplante de hígado en 2012.
“indetectable” Todo salió bien pero su situación volvió a empeorar dos años después, hasta que Osakidetza lo incluyó en el grupo de riesgo susceptible de comenzar con el Sovaldi. Tomó la primera dosis el pasado 20 de enero y en su reciente última analítica el virus salió “indetectable”. “No puedo entender que no se lo den a todo el mundo. Ahora me encuentro de maravilla, con la moral por todo lo alto. Los resultados son alucinantes”, certifica Mouliaá. A nivel global, el Sovaldi ha logrado tasas de curación del 90% e incluso superiores cuando es asociado a otros fármacos.
Si esta nueva generación de medicamentos ya tiene unas tasas de éxito indiscutibles, la que está por llegar apunta incluso mejor. No en vano, los ensayos clínicos en fase 2 de un nuevo tratamiento contra la hepatitis C han mostrado una eficacia que roza el 100% incluso entre pacientes que, además de la dolencia hepática, también son seropositivos, como ha probado un estudio publicado en la revista médica The Lancet. La proliferación de nuevos fármacos como éste, que podría llegar al mercado en el año 2016, refuerza las esperanzas de los afectados, porque son productos cada vez más eficaces y la competencia hará, necesariamente, que las farmacéuticas bajen sus precios.
Javi Vegas, a quien detectaron el virus en el año 2011, también tuvo que lidiar con el Interferón y la Ribavirina -un análogo sintético de nucleósidos- durante 48 larguísimas semanas de tratamiento que apenas logró reducir su carga viral. El golpe, sumado a todos los efectos secundarios que sufrió en aquel duro tránsito, fue enorme para él. Ahora se encuentra en la fase más avanzada de la enfermedad, aunque “descansando” de la toma de fármacos.
La siguiente cita médica tendrá lugar en junio, tras la que, si los médicos se lo indican, podría iniciar la toma de alguno de los fármacos de última generación. La posibilidad es real al encontrase en la fase más avanzada de la enfermedad, la llamada F4, pero Vegas también exige que el tratamiento llegue no sólo a él sino a todos los afectados. “Nuestro objetivo principal es que seamos conscientes de que esto es una plaga y queremos que se acabe. ¿Cómo? Con el mejor tratamiento para cada uno, detectando todos los casos y evitando nuevos contagios para erradicar el virus”, enumera.
Una esperanza que, pese a las dificultades, también alberga Amaia Gallego, hija de una afectada por hepatitis C que también atraviesa por su fase más avanzada. A esta vecina de Berantevilla le cambió la vida en los primeros 90, cuando le fue detectada la enfermedad en una analítica rutinaria. Su lucha ha sido constante pero ahora, con 75 años, su salud es “muy delicada” y sufre “una debilidad física extrema”. Por suerte, el comité vasco ya ha resuelto ofrecerle dos nuevos antivirales que podría comenzar a tomar en las próximas semanas, tras una intervención en la que se le realizará una avanzada técnica radiológica vascular (TIPS). Esperanza sí, pero también tristeza por la “crueldad” de una enfermedad que, si se ponen los medios adecuados, debería pasar a la historia en un futuro. “Espero que nadie más llegue a los estadios de esta enfermedad. Es sólo una cuestión de dinero”, anhela Gallego.