Ya lo dijo un compareciente anterior en la comisión municipal sobre ayudas sociales, en Euskadi, la escuela es una especie de oasis (con matices, como todo en esta vida) en el que no logran entrar los secos aires del racismo. En Ramón Bajo, un centro escolar del Casco Viejo vitoriano donde conviven menores de 40 nacionalidades diferentes, la muralla que lo protege del exterior es aún más gruesa. Así lo señaló ayer Ruben Sanchez, portavoz del AMPA del centro, que acudió a la comisión para realizar una denuncia expresa que por cierto también se ha oído con anterioridad en este foro.
Las palabras del alcalde vitoriano, Javier Maroto, calificando a toda la comunidad magrebí de venir a Gasteiz a vivir del cuento (palabras matizadas o ratificadas por él mismo en función de cómo soplan estos vientos en la ciudad), legitiman a quienes ya antes eran racistas para pegar a la gente en el centro cívico o ponerle esvásticas en la puerta a las asociaciones de inmigrantes y a los medios de comunicación, amén de otros episodios motivados, en estos casos presuntamente, por la xenofobia.
“Cada uno es dueño de sus palabras y de sus actos”, dijo Sanchez, dando por sentado que la responsabilidad de este tipo de sucesos es de quien los comete, pero dejando claro que para los padres y madres de Ramón Bajo hay una causa detrás de todas estas consecuencias. “Se ha creado una polémica por una foto, por una anécdota, se ha mezclado con las ayudas sociales, se ha tratado a todos los miembros de una comunidad humana como vagos”, y tras ello han empezado a darse estos episodios “de la noche a la mañana, en una ciudad donde nunca ha pasado nada así”.
“Esto no es nuevo -añadió- la cuestión es quién se hace eco, no es alguien en el ascensor, o por la calle, es el alcalde, y por eso si antes cuatro personas se atrevían a decir algo ahora son dieciséis; algunos representantes políticos fortalecen esas opiniones en la calle, criminalizan a estas personas”.
En ese contexto, Ramón Bajo es “una pequeña burbujita”, en parte porque los padres y madres de los niños blancos (esto va de razas, pues muchos de los alumnos inmigrantes son de nacionalidad española) han elegido criar a sus hijos en ese ambiente.
En el colegio no pasa nada, pero fuera sí. Sanchez contó cómo recientemente una pareja recriminaba a tres niños, de unos 11 años, por colgarse de una barra de hierro. “No porque fueran a hacerse daño -señaló Sanchez-, sino porque la iban a romper, y la iban a tener que pagar ellos”. Ya se sabe, los inmigrantes no abonan impuestos, no trabajan, no cotizan y no pagan lo que rompen.
En ese sentido, al menos en el caso de Ramón Bajo, hay familias saharauis o marroquíes que tras varios años en Gasteiz, integrados ya en su entorno, se han marchado a otro país precisamente porque no tienen trabajo. Y eso, señaló Sanchez, que integrarse no es fácil cuando todos los inmigrantes van a vivir a las mismas zonas, donde los pisos son más baratos, y envían a sus hijos a los mismos colegios.
Ya pasó hace más de medio siglo, cuando miles de personas llegadas desde diferentes puntos del Estado llegaron a Gasteiz. “Hace años también se requirió tiempo” para que la integración y la convivencia entre todos cuajaran, pero finalmente lo hizo, dijo el portavoz del AMPA de Ramón Bajo, que no dudó en tachar de “innoble e interesado” el debate generado por el PP en torno al fraude en la Renta de Garantía de Ingresos. “En vez de discutir sobre cómo se gestiona la ciudad, en los chats del whatsapp se discute de los moros”, explicó en ese sentido.
Sanchez abogó, por último, por dar marcha atrás a la espiral iniciada el pasado verano. “La escuela y el tejido social de Vitoria hemos hecho un buen trabajo por la cohesión, las instituciones también han puesto sus granitos de arena... Tenemos que educarnos para convivir y corregir lo que ha pasado en los últimos meses”, aseguró. - T.D.