la labor investigadora de la UPV es tan incesante como multidisciplinar. Ayer, el campus vitoriano dio a conocer dos nuevos trabajos. Uno relacionado con la literatura y el euskera. Otro, con Marte. Cosas que pasan en los centros del saber. Empezaremos por el primero, por aquello de que la materia queda en casa. La asociación universitaria Aziti Bihia desveló un gran descubrimiento, el de la la primera edición de La Doctrina Christiana, obra escrita por el franciscano Esteve Materra y que vio la luz en Burdeos en el año 1617. Con ella se dio comienzo al llamado labortano clásico, dialecto literario que fue empleado en las obras clásicas más importantes en lengua vasca y que sirvió siglos después como modelo para la configuración del euskera unificado o batua.

La Doctrina Christiana, ópera prima del labortano clásico fue, además una de las primeras obras impresas en lengua vasca, tuvo una gran acogida y fue reeditada en numerosas ocasiones en décadas posteriores, con profundas modificaciones. Con todo, aunque se sabía por referencias indirectas que la primera edición databa de 1617, su forma y contenido han sido completamente desconocidos para los lectores e investigadores de todos los tiempos. Hasta ahora. Ha habido que esperar a Aziti Bihia para que volviera a salir a la luz.

Esta asociación fue creada hace dos años por jóvenes filólogos y lingüistas que preparan su tesis doctoral en la Facultad de Letras de la UPV: Borja Ariztimuño, Udane Atutxa, Dorota Krajewska, Urtzi Reguero, Ekaitz Santazilia, Oxel Uribe-Etxebarria y Eneko Zuloaga. Juntos se pusieron a trabajar, contando con la ayuda de los grupos de investigación de la UPV Monumenta Linguae Vasconum e Historia de la Lengua Vasca y Lingüística Histórico-Comparada. El equipo comenzó hace meses a preparar la edición crítica de la segunda edición de La Dotrina Christiana, de 1623. La investigación les llevó a la Bodleian Library de Oxford a consultar el único ejemplar original conservado, así como a reunir copias de las ediciones posteriores, diseminadas en diferentes bibliotecas. Y fue Dorota Krajewska quien, trabajando en la segunda edición, halló en la Biblioteca Real de Dinamarca el ejemplar de la primera impresión de 1617.

Los siete jóvenes tienen ya bastante avanzada la edición, investigación y comparación del texto con las ediciones posteriores. Además, han obtenido valiosos datos para zanjar algunas dudas y discusiones suscitadas al respecto en el campo de la Filología Vasca, y han puesto en marcha una página web en euskera que, entre otras cosas, recoge las transcripciones, notas e investigaciones sobre las diferentes ediciones realizadas hasta la fecha, así como el facsímile de la obra recién descubierta.

Y ahora hablemos de Marte. Investigadores del Grupo de Ciencias Planetarias de la UPV han realizado un estudio, publicado esta semana por la revista Nature, sobre las imágenes de una misteriosa protuberancia que alcanzó más de 200 kilómetros desde su superficie en el planeta rojo.

En marzo y abril de 2012, astrónomos aficionados de todo el mundo aprovecharon la aproximación de Marte a la Tierra para tomar imágenes detalladas del planeta. La sorpresa surgió cuando en el borde del disco, emergiendo en el limbo durante el amanecer marciano, detectaron la presencia de un alto penacho. Analizando una selección de las mejores imágenes, el equipo de la UPV ha medido este penacho que apareció en la región de Terra Cimmeria, en las latitudes medias del hemisferio sur, y ha desarrollado un modelo geométrico para explicar su visibilidad. Los investigadores han comprobado que el penacho, de 500 kilómetros de extensión horizontal, alcanzó los días 20 y 21 de marzo una altura excepcional, de entre 200 y 250 kilómetros sobre la superficie de Marte. Nunca antes se había observado un fenómeno que alcanzara tal altura. También determinaron su brillo en varias longitudes de onda. Con estos datos, “hemos explorado dos posibles escenarios para interpretar el fenómeno: podría tratarse bien de una nube, bien de una emisión auroral”, indicó el profesor Agustín Sánchez-Lavega.

KILÓMETROS. La rara protuberancia detectada en Marte mide, según el estudio de los investigadores de la UPV, entre 200 y 250 kilómetros de alto. Una cifra récord.