sucedió el pasado 31 de diciembre, a escasas horas de entrar en el nuevo año. Cheikh Ould Sid Mohamed, un vecino de Gasteiz de origen mauritano que reside en la capital alavesa desde hace más de una década, acudió acompañado por su hija de seis años al centro comercial El Boulevard para cambiar un regalo que había comprado apenas unas horas antes a la pequeña. Llegaron con prisa, ya que la hora de cierre de la tienda de juguetes se aproximaba, pero a priori con el tiempo suficiente para realizar el trueque sin problemas, también con el imprescindible ticket de compra. Eran cerca de las 19.50 horas, cuando todavía faltaban diez minutos para la clausura del negocio, pero Cheikh se encontró con la negativa de uno de sus dependientes. Según denuncia en declaraciones a DNA, “parece que tenían prisa por cerrar”, teniendo en cuenta la fecha tal señalada de la que se trataba.
Cheikh exigió su “derecho” a ser atendido al ver que la tienda aún no había echado la persiana, “una falta de respeto” a su entender, y a partir de ahí se inició una discusión que terminó con el cliente reducido por dos guardias de seguridad del centro, golpeado en repetidas ocasiones, encerrado en un cuarto al margen de su hija y posteriormente trasladado en ambulancia y atendido en el servicio de Urgencias del Hospital Santiago por diferentes contusiones.
El informe médico, al que ha tenido acceso este periódico, reflejó “múltiples hematomas lineales en extremidad inferior derecha”, “dolor a la movilidad activa y pasiva de la muñeca derecha”, una “inflamación con hematoma en cara exterior del hombro derecho” y otro “hematoma a nivel región escapular derecha”, entre otras lesiones. Su pequeña, triste testigo de los hechos, también debió ser asistida en Txagorritxu debido a un cuadro de ansiedad. En su declaración posterior ante la Ertzaintza, Cheikh denunció que uno de los guardias le insultó “con ánimo vejatorio refiriéndose a su país de origen y al hecho de ser extranjero”. Extremadamente dolido y con los ojos humedecidos, Cheikh pone voz ante este diario a algunas de las palabras que debió escuchar aquel día y que también denunció después ante la Ertzaintza: “Vete a tu país, hijo de puta” o “estás chupando nuestra sangre, gastando nuestros dineros” fueron, según su testimonio, algunas de esas expresiones. La víctima tardó varios días en restablecerse completamente de los dolores que los golpes recibidos le produjeron, los más fuertes y persistentes en un ascensor -siempre según su declaración-, lejos de ojos indiscretos y con una porra. El caso se dirime ya en instancias judiciales.
La Plataforma Antirracista de Gasteiz ha convocado una concentración silenciosa para esta tarde en la plaza de Correos (19.00 horas) para exigir que en la capital alavesa no se produzca “ni una agresión racista más”, una protesta que, lógicamente, tiene la experiencia de Cheikh como trasfondo. Aunque por desgracia no es la primera vez que los juzgados de Gasteiz abren diligencias por casos similares, a nadie se le escapa que este lamentable episodio coincide en el tiempo con la ofensiva del alcalde Javier Maroto para endurecer el acceso a la RGI y su puesta en el punto de mira del colectivo magrebí.
Adhesiones y defensa A la protesta se han adherido también los colectivos sociales ArrazismoariSTOPracismo, Harresiak Apurtuz, Kira, Salhaketa Araba, Bachué, las asociaciones Mauritanos Álava y la Afroamericana, Comunidades de Vida Cristiana, la Asamblea de Paradas/os de Gasteiz, Colombia-Euskadi, la Asociación Dominicana, Mujeres en la Diversidad, Cear Euskadi, Gora Gasteiz, la Plataforma de Derechos Sociales, Batera, Sare Antifaxista, Gazte Abertzaleak, los sindicatos ESK y CCOO y formaciones políticas como Aralar y Alternatiba.
Uno de estos colectivos, la Comisión de Ayuda el Refugiado (Cear), ha dado el paso de asumir la defensa jurídica de Cheikh y su acompañamiento. Miguel Viñas, abogado de la víctima, explica que el expediente se encuentra todavía “en fase de tramitación”, aunque la agresión denunciada por la víctima se ha valorado como “de segundo nivel”, lo que a buen seguro derivará en un juicio de faltas.
El abogado ha solicitado que un médico forense examine tanto a Cheikh como a su hija por si “tiene secuelas derivadas” y, según su testimonio, el Juzgado también ha pedido información al centro comercial sobre los vigilantes que estaban trabajando aquella nochevieja, así como las grabaciones de las cámaras de seguridad. “El proceso se puede alargar bastante porque hay complicaciones, como identificar a los autores. El plazo puede ir desde los tres hasta los cinco meses, aunque es difícil valorarlo”, explica Viñas.
Cear, que integra la Red para la igualdad de trato y no discriminación (Eraberean) que puso en marcha el Gobierno Vasco hace poco más de un mes, confía en que esta reciente herramienta dé “otra fuerza” a su denuncia, que “nunca más haya espacio para este tipo de actitudes” y “se eliminen los espacios de impunidad” en Gasteiz. “No vamos a permitir que este caso se diluya y que no se sepa qué es lo que está pasando en esta ciudad”, denuncia, por su parte, la portavoz de Cear Euskadi en Álava, Rosabel Argote.
Cheikh, muy “agradecido” por el apoyo que se está encontrando de “gente buena” como la que integra Cear y otros colectivos sociales, jamás hubiera imaginado ser víctima de un caso de estas características, y menos en Vitoria. Encofrador de 46 años y con una amplia experiencia laboral en el sector de la construcción, siempre ha vivido “tranquilo” en la capital alavesa, acompañado por su mujer y su hija, el objetivo vital que sigue teniendo a día de hoy. “Soy un trabajador, una persona normal que sólo quiere vivir tranquilamente y con salud. Ése es el objetivo de mi vida. Y esto que ha pasado me duele mucho”, lamenta lloroso y en un esforzado castellano.
Ahora, Cheikh sólo espera que “nunca más” suceda un episodio como el que ha denunciado. “Tengo el derecho de mostrar a la gente que ha pasado esto”, insiste. La víctima reconoce que a día de hoy, con las secuelas físicas ya superadas, aún sufre un daño psicológico que le empuja a derrumbarse en ocasiones puntuales. “En algunos momentos no estoy bien y tengo que salir de casa para que no me vea mi familia”, reconoce la víctima.