¿Qué impulsa a estas personas a recorrer cientos de kilómetros sin otro objetivo aparente que llegar a un lugar determinado? Ésta es la pregunta que se hace Jesús cada vez que atiende a un peregrino en el albergue de Agurain. En otros tiempos, quienes peregrinaban lo hacían por motivos religiiosos, para obtener algún tipo de consolación espiritual, para responder a alguna promesa, por alguna intervención benefactora de la Providencia, o para dar cumplimiento a las condenas de la Justicia que, en ocasiones, sustituía la cárcel o los latigazos por la peregrinación.
Así, no es de extrañar que la colectividad de los peregrinos fuese ciertamente variopinta. A los peregrinos movidos por sus creencias religiosas había que unir aquellos que purgaban penas y todos aquellos que, ajenos a cualquier motivación inmaterial o penal, vivían a costa de los peregrinos de manera más o menos legal -como mercachifles, mendigos o prostitutas- o sencillamente ilegal. Más de un peregrino en aquellos tiempos se veía despojado de sus pertenencias y hasta de sus vestimentas en algún paraje inhóspito. Por eso los peregrinos acostumbraban a viajar en grupos, pagando a veces a hombres armados para que protegerles.
Esto ocurría sobre todo a partir del siglo XIII, cuando estas tierras del Goierri guipuzcoano y de la Llanada alavesa se vieron desgajadas por Castilla del Reino de Navarra, creándose aquella frontera artificial conocida con propiedad como “de malhechores”. Naturalmente, desde aquellos tiempos las cosas han cambiado mucho. En primer lugar porque la peregrinación no es llegar a ese lugar sagrado distinguido por albergar la tumba de algún santo, como en Compostela, o por haber sido escenario de alguna aparición sobrenatural, como en Arantzazu. O no sólo es eso. La peregrinación, más que la meta, es el Camino, una exacta metáfora de nuestras propias vidas.
Los Caminos de Santiago no nacieron como tales. Como es lógico, los peregrinos transitaban por los caminos ya existentes que luego, al motorizarse las comunicaciones, quedaron relegados al tránsito de los peregrinos compostelanos. Los peregrinos llegaban de toda Europa. De Francia, Flandes o Alemania, concentrándose en París, Vezelay, Le Puy o Arlés, donde recibían las bendiciones oportunas. Luego cruzaban los pasos del Pirineo, por el Somport o Roncesvalles, para recorrer las antiguas calzadas romanas hacia occidente. Otros llegaban en barco desde Inglaterra a los puertos del Cantábrico, para converger, según su puerto de arribada, con la calzada Iter XXXIV ab Asturicam Burdigala, en Burgos o en León, o seguir por el que ahora conocemos como el Camino de la Costa, que es el más antiguo ya que, allá por el siglo IX, cuando se dice que comenzaron las peregrinaciones a Compostela, las tierras más al sur formaban parte del emirato de Córdoba.
Volviendo a la Llanada, durante el siglo XII se producen dos importantes cambios geopolíticos. La Wasconia o Gascuña pasa a poder del rey de Inglaterra, Enrique II, por su matrimonio con Alienor la duquesa de Aquitania, y la parte occidental del Reino de Navarra, grosso modo las actuales provincias vascongadas, son conquistadas por Castilla, por lo que el río Bidasoa se constituye en frontera entre Castilla e Inglaterra, dándose la circunstancia de que el rey de Castilla, Alfonso VIII, estaba casado con Leonor, hija de la duquesa de Aquitania.
Por el puente de Santiago de Irún, la antigua Iruña de Oiaso de los vascones, pasarán los peregrinos europeos con destino a Compostela. Ese Camino de Santiago es el que hoy conocemos como Camino del Interior, que desde Irún pasa por Hernani, Andoain, Tolosa, Ordizia, Segura y Zegama, para traspasar el Túnel de Sandrati/San Adrián y, tras bajar a Zalduondo, alcanzar en Salvatierra la calzada ab Asturicam Burdigala.
Jesús, junto a otros dos aguraindarras, Koldo y Zazpi, son hospitaleros en el albergue de peregrinos de Salvatierra, gestionado por la Asociación de Amigos de los Caminos de Santiago de Álava, en unos locales cedidos por el Ayuntamiento de Agurain, que se hace cargo también del mantenimiento del albergue. Jesús se preguntaba qué es lo que impulsa a los peregrinos a realizar tan largos viajes a pie, pero este periódico le pregunta a él qué es lo que anima a los hospitaleros para realizar su trabajo voluntario y solidario. Jesús cuenta el caso de su compañero Zazpi, gran montañero, que en una de sus salidas de regreso a casa se encontró con un peregrino, acompañándole hasta Agurain. A partir de entonces pasó a formar parte del gremio de los hospitaleros. Jesús, por su parte, reconoce que con el trato con los peregrinos aprende mucho. “Los peregrinos son personas con un nivel cultural alto y con muchas ganas de saber cosas sobre los lugares por los que pasan y sus gentes”, explica.
El albergue de peregrinos de Agurain está abierto desde junio de 2013, y desde entonces han pernoctado en él 504 peregrinos, 196 en 2013 y 308 en 2014. Está situado junto a la zona deportiva, en la entrada del campo de fútbol. “La gente viene muy organizada. Cuando el peregrino llega a Agurain ya se ha informado de que aquí hay un albergue, e incluso traen un mapa con su localización. En la puerta del albergue figuran los teléfonos de los hospitaleros, nos llaman y siempre estamos alguno de guardia, les abrimos, les damos las instrucciones oportunas y, temprano por la mañana, continúan el Camino. Nunca hemos tenido problemas con ellos, son gente muy respetuosa”, subraya Jesús.
Los peregrinos pueden estar una noche en el albergue, salvo que tengan algún problema, como una lesión o una rozadura. Allí pueden hacerse la comida y ducharse. Hay diez camas en dos habitaciones. Cada peregrino aporta por todo ello un donativo de cinco euros. Se calcula que el gasto diario de un peregrino es de unos treinta euros de media.
Naturalmente, no todos los peregrinos son iguales. Uno de ellos hacía lo que él llamaba “el Camino de Dios” y, antes que en Compostela, había estado en Jerusalén y en Roma. Otra peregrina viajaba con un pájaro en una jaula. Una pareja caminaba con un niño pequeño en un carrito. Otra llevaba tres credenciales, la tercera para un oso de peluche que llevaban con ellos. La credencial es un documento personalizado que los peregrinos van sellando por los lugares por los que pasan, para así demostrar que han realizado la peregrinación. Además, en los albergues del Camino, es preciso tener la credencial para pernoctar. Como afirma Jesús, “los peregrinos son gente especial”.
No todos los peregrinos que pasan por Agurain siguen hasta Compostela. Hay algunos que hacen el Camino por fases o aprovechando los fines de semana. Muchos han hecho el Camino por otro lado, pero han oído hablar de este Camino del Interior y quieren conocerlo. Es posible que lleguen hasta Santo Domingo de la Calzada y no sigan, porque ya conocen el resto del Camino, pero hay personas que lo han hecho varias veces. Algunos lo hacen en sentido inverso. Entre los peregrinos hay más hombres que mujeres, aproximadamente un 60% de los primeros, según informa Sandra, de la Oficina de Turismo, por la que pasan para informarse la mayoría de los peregrinos. Viajan solos, un 30% son parejas y el resto, grupos más grandes. A diferencia de tiempos pasados, la mayor parte de los peregrinos prefieren caminar en solitario, aunque luego coincidan en los albergues con otros peregrinos con los que pueden entablar amistad. Pero el Camino es para cada uno porque, como intuye Jesús, “la principal motivación de los peregrinos es la superación personal”. Por eso, porque es más solitario, este Camino del Interior es apreciado.
El 90% de los peregrinos viajan a pie, el resto en BTT. Los ciclistas tienen en el albergue un espacio para guardar las bicis, además, si tienen una avería, pueden arreglarla en Abike, un taller cercano. La edad media de los peregrinos supera los 50 años, los de más edad que han pasado por el albergue de Agurain han sido una pareja francesa y un peregrino japonés. Los tres por encima de los 80 años.
En cuanto a las nacionalidades, la mayoría son vascos, aunque también hay muchos catalanes. Entre los españoles predominan los madrileños, los andaluces y los valencianos. En el resto, la mayoría son franceses y alemanes, y también ingleses e italianos. Además han pasado, en menor número, holandeses, belgas, húngaros, polacos, daneses, finlandeses, checos, estonios o israelíes. Entre los de llegan desde más lejos, varios mexicanos, algunos norteamericanos, un canadiense, un uruguayo y una australiana.
Albergue. El albergue de Agurain abrió sus puertas en junio de 2013. Desde entonces han pasado 506 peregrinos, 196 en 2013 y 308 en 2014. El 90% realizaba el camino a pie.
Curiosidades. Por el albergue han pasado peregrinos como una mujer que viajaba con un pájaro en una jaula, otra que hacía el camino con su hijo pequeño en un carrito y una pareja que llevaba tres credenciales: para él, para ella y para un osito de peluche que llevaban en su mochila.