Vitoria - Nuestros padres, cuando recuerdan su infancia, hablan de autoridad, de unos progenitores a los que se trataba de usted, de cinturonazos... ¿No existía entonces la violencia filio-parental?
- Como dices, los padres antes eran mucho más autoritarios, ejercían una disciplina más severa, a veces mal entendida, así que no aparecían estos problemas. Y si alguno había no se denunciaba, porque eran parte del secreto familiar, como también lo era la violencia doméstica. Además, antiguamente, eran más bien los padres los que maltrataban a los hijos porque habían sido educados de tal forma que los veían como de su propiedad y les obligaban a hacer lo que ellos quisieran.
¿Qué ha sucedido para que se hayan invertido hasta tal punto y en tan poco tiempo los papeles?
- Con el desarrollo de la sociedad y una mayor formación, se ha visto que esa autoridad podía ser contraproducente. Y se ha ido evolucionando de ese estilo a uno permisivo, pero excesivamente permisivo, unido a una negligencia emocional, por la falta de afecto de estos padres actuales por parte de los anteriores.
Cuando se habla de violencia filioparental, resulta inevitable imaginar familias desestructuradas o de baja clase social. ¿Pero es así?
-Para nada. Se trata de un fenómeno universal que afecta a todas las clases sociales. Además, ¿qué es hoy en día una familia desestructurada? Hay diferentes tipos de estructura familiar y la estructura en sí no significa nada si las relaciones son buenas. Eso sí, dependiendo de la clase social y del nivel económico-cultural de los padres, la solución que se da es diferente. Las familias más desfavorecidas piden ayuda a los recursos sociales de los ayuntamientos y de las diputaciones, servicios públicos que suelen conocer, y, en los casos más desesperados, acuden al juzgado. Pero las clases superiores optan más por acudir a un servicio de psiquiatría infantil o ir a terapia.
¿Por qué hay chicos y chicas que pegan a sus padres? ¿Cómo llegan a semejante extremo?
-En general, las conductas de violencia tienen un objetivo: ganar poder y control. A eso se llama violencia proactiva. Hay un objetivo instrumental y se hace de forma premeditada: para conseguir dinero, privilegios... Pero también hay una violencia reactiva, que es más situacional. En función del estado emocional, el hijo responde de una manera u otra. No quiere ganar control ni poder. Puede ser para desahogarse. Y también puede darse una violencia defensiva, porque los padres no tienen por qué ser víctimas al cien por cien. Puede que los padres humillen y maltraten psicológicamente a sus hijos, haciendo que éstos se rebelen. Además, es habitual que estos adolescentes tengan un consumo de drogas regular, lo que empeora las relaciones, aunque el consumo no es el problema principal, sino la consecuencia del mal ambiente de la casa. Un mal ambiente que se puede deber a hijos que son difíciles aunque se les haya educado bien, o hijos a los que cuando eran pequeños no se les ha tratado adecuadamente.
Hasta que las familias piden ayuda, ¿estas situaciones se alargan mucho en el tiempo?
-Sí, normalmente sí, porque aunque el problema se hace visible en la adolescencia, pero el problema venía de antes. Si las estrategias de disciplina y los valores inculcados son adecuados, y si las relaciones entre los padres son buenas, el adolescente puede rebelarse pero no llegar a más. La cuestión es que los padres ven el problema cuando el hijo empieza a salir cuando le da la gana, deja de estudiar, no hace nada en casa, pide dinero, tiene pretensiones excesivas... Y entonces empiezan a preocuparse, incluso por su futuro, porque lo ven muy oscuro. Pero entonces llegan tarde. Y hay veces que eso conlleva acudir a los juzgados, aunque siempre la última solución sería la denuncia.
La última y la más difícil para unos padres, por mal que estén, ¿no?
Sucede que hay familias que ponen la denuncia y luego la retiran, a modo de escarmiento, pero no se dan cuenta de que eso tiene unas consecuencias legales, por lo que actúan con irresponsabilidad. Algunos padres recurren a esta vía porque se ven ya incapaces de cumplir su función parental. Otros padres menos severos suelen recurrir a servicio de mediación familiar. En cualquier caso, ellos son los que tienen que tomar conciencia del problema.
¿Qué pautas deberían de seguir los padres para no tener un adolescente violento? ¿O no habrá chavales que, sí o sí, van a ser agresivos por mucho que se hagan bien las cosas?
Los niños que tienen problemas de conducta en las aulas, que se mueven, que no respetan las normas, nos están mandando señales. Normalmente suele ser así. Esos niños pueden acabar siendo adolescentes violentos. Por eso, como decía, los padres tienen que tomar medidas antes, consultar al pediatra, acudir al psicólogo. Si no se trata a tiempo, esas actitudes podrán degenerar en la adolescencia en conductas violentas, pero no solamente en casa, también entre iguales, ya que suelen ser chavales muy impulsivos.
Programas televisivos como ‘Hermano mayor’, ¿son positivos porque visibilizan este fenómeno y lo democratizan o convierten el problema en un espectáculo?
A mí me parecen muy interesantes porque permite ver qué servicios utilizar para redirigir las conductas de los hijos. Podemos tener los conocimientos para educar, pero cuando son problemas tan difíciles y especiales hay que recurrir a otras estrategias. Los educadores en centros de internamiento, por ejemplo, tienen sus propios mecanismos y pueden ayudar a resolver el problema. Obviamente, no se puede dejar todo en manos de los profesionales, los padres en casa han de saber a qué atenerse y conseguir esa disciplina necesaria para conseguir la conducta apropiada de sus hijos, pero en la mayoría de casos son necesarios.
El Ayuntamiento de Vitoria está trabajando en colaboración con la UPV para la puesta en marcha de un programa municipal específico para abordar esta problemática. ¿Qué nos puede adelantar?
El Ayuntamiento de Vitoria nos contrató el año pasado para diseñar un programa de prevención secundaria de la violencia filioparental. En la actualidad, estamos ultimando el plan y los objetivos para que el Consistorio pueda implementarlo el año que viene. Se tratará de una experiencia piloto porque, que sepamos, no existe en el mundo un programa de ese estilo. Sí de prevención terciaria, pero no secundaria. Nos hemos basado en programas que tienen la evidencia de que generan efectos positivos y los hemos adaptado. Serían para preadolescentes y adolescentes de entre 10 y 17 años, con familias que quieran participar. Tengo entendido que desde el Ayuntamiento se va a organizar otra jornada para presentarlo. La idea es aplicarlo a partir de marzo. Y luego haremos una evaluación a través de un grupo de control. Es un programa muy exigente, porque se trabaja tanto con los hijos como en sesiones familiares. Son seis meses y luego habrá un seguimiento de seis meses más para conocer los resultados. ¿El objetivo final? Que en un futuro, sea un servicio municipal más, como los que ya se ofrecen desde la administración local.