Leía hace poco unas declaraciones suyas en las que decía que este libro es uno de los proyectos más duros en los que ha trabajado. ¿Por qué?
-Cuando realizas un proyecto fotográfico intentas buscar lo que queda de positivo en cada historia. Si tiene que ver con personas mutiladas por minas muestras cómo luchan por mejorar sus vidas, y si es sobre desaparecidos te centras en los familiares que los encuentran y cierran sus heridas. Pero en este libro ha sido difícil encontrar algo positivo, porque la situación de las mujeres afganas es brutal, dolorosa, humillante y vinculada a una violencia estructural y endémica. Incluso con las mujeres que mostramos en mejores condiciones -en teoría-, como unas chicas futbolistas, al final sabes claramente que muchas de ellas van a acabar cayendo en las redes de la violencia y que van a ser obligadas a casarse en matrimonios forzosos.
Una de las protagonistas es la activista y política afgana Azita Rafaat, que decidió travestir a su hija para hacerla pasar por un niño.
-Azita cuenta la historia tal y como es. Ella tuvo que convertir a una de sus hijas en un niño, cortándole el pelo y vistiéndola de niño, porque su marido le exigía en cada embarazo que se quedara embarazada de un varón. Incluso Azita, que es una exdiputada que habla perfectamente inglés, es licenciada en Ciencias Políticas y tiene cultura, fue obligada por su padre a casarse con un hombre que ya estaba casado y era analfabeto.
Y no tuvo más remedio que buscar una solución a semejante presión.
-Su marido lo único que quería era tener hijos varones porque el valor de un niño es muy superior al de una mujer. Llega un momento en el que la presión llegó a tal extremo que la única forma que encontró para contentar a su marido fue convertir a una de sus hijas en un niño. La niña iba incluso a un colegio mixto, vestía de niño fuera y seguía vistiendo de niño en casa, pero luego fue creciendo y ahora, con once años, ya va a un colegio femenino.
¿Es una práctica habitual?
-Es algo que en la sociedad afgana se hace a menudo. Cuando una familia afgana no tiene hijos varones acaban vistiendo a una de las hijas como si fuera un varón. Azita quería demostrar a su marido que una hija puede ser tan valiente y tan importante como un hijo.
“El burka no es el problema, el problema es la violencia doméstica”, asegura Azita.
-Es cierto. Lo primero que nos planteamos a la hora de hacer el libro era que no íbamos a hacer una historia sobre mujeres con burka. Ya hay bastante fotografía de postal sobre ello.
¿Encontraron historias muy duras?
-El proyecto nos ha servido para descubrir que la violencia intrafamiliar, la violencia doméstica en el seno de la familia, es tan brutal o mayor que la violencia a la que les sometieron los talibanes, cuando obligaron a todas a no salir de sus casas, y a las mujeres no se les permitió trabajar.
Afganistán es el único país donde el índice de suicidios de mujeres es mayor que el de hombres.
-Sí, es una de las grandes tragedias de Afganistán, como muchas otras que tienen. Hay más mujeres que se suicidan porque están obligadas a vivir situaciones absolutamente dramáticas, con matrimonios forzosos de menores, con violencia en el hogar, y con violencia incluso por parte de otras mujeres, como sus suegras o cuñadas, porque la mujer cuando se casa tiene que ir al hogar del marido. Así que la única solución que encuentran es suicidarse para conseguir la libertad, ya sea quemándose a lo bonzo o envenenándose con matarratas.¿Qué porcentaje de culpa tiene la comunidad internacional?
-Lo que ha ocurrido en Afganistán está muy claro. Se han dejado pasar trece años de presencia extranjera en los que su obligación era mejorar las condiciones de vida de las mujeres. En realidad tienen leyes que dicen que la mujer posee los mismos derechos que el hombre, como se asegura en la convención de 2004. También hay leyes que prohiben la violencia contra la mujer, pero es papel mojado porque lo que se aplica es la tradición, y la tradición lo resuelve con violencia para las mujeres.
Vuelve a Vitoria, donde ha desarrollado varias exposiciones, en un momento en el que el alcalde ha dejado a cero la partida de cooperación y está alentando la polémica sobre las ayudas a los inmigrantes.
-Cuando yo empecé con mi proyecto Minas Minadas en 1996, el alcalde de entonces, José Ángel Cuerda, me recibió y participó. Mis exposiciones han estado girando por muchas ciudades vascas durante años gracias a esta labor que hizo en su día el que era alcalde de Vitoria, que ademas elevó la cantidad de dinero a cooperación a los niveles que se han mantenido en Vitoria hasta hace poco.
Ahora los Presupuestos del Ayuntamiento de Vitoria para 2015 no incluyen ni un euro para cooperación internacional.
-Creo que es muy grave que Vitoria haya perdido ese perfil y ese prestigio de ser una de las ciudades que más dinero dedicaba a cooperación en todo el Estado español. Creo que es gravísimo. Si yo fuera el alcalde hubiera buscado cualquier otra solución antes que tomar medidas tan drásticas. Que alguien se cargue la cooperación como se la ha cargado el alcalde de Vitoria es gravísimo para esta ciudad, que siempre ha sido una ciudad muy solidaria e interesada por los temas de cooperación.
“Necesitamos primero hacer un esfuerzo para los de casa”. Eso es lo que argumentó Javier Maroto.
-Son declaraciones poco estratégicas. Primero porque tienes un lío en tu casa, con lo cual, sobran, y segundo porque es falso. ¿Qué es la casa de cada uno? Pongo un ejemplo. Hasta hace dos meses el ébola no le interesaba a ningún español, y de repente la alarma fue generalizada hasta convertir esto en un circo mediático. Con la inmigración pasa lo mismo. ¿Quién dice que una mejora de la calidad de vida de los inmigrantes no va a mejorar la situación de la ciudad? Si tú recortas hasta límites insospechados el dinero para cooperación y para ayudar a los sectores más endebles de la sociedad, estás perjudicando a la sociedad en su conjunto. Eso está más claro que el agua. Si no lo quiere entender, es un error.
“¿Quién dice que mejorar la calidad de vida de los inmigrantes no va a mejorar también la situación de toda la ciudad?”
“Si recortas hasta el límite el dinero para ayudar a los sectores más endebles estás perjudicando a toda la sociedad en su conjunto”
“Para las mujeres afganas la violencia en el seno de la familia es tan brutal o mayor que la violencia a la que les sometieron los talibanes”