los pequeños comerciantes de Vitoria resoplan. El nuevo intento del Gobierno central para dar más libertad de horarios a los establecimientos de mayor tamaño ha pasado de refilón por la capital alavesa. Esta vez, se han librado de la amenaza por una circunstancia que en otros momentos habrían llegado a considerar defecto: residir en una ciudad que no tiene un verdadero tirón para el viajero. Sin embargo, saben que en una próxima ocasión podrían no disfrutar de la misma suerte. La ley aprobada en 2012 para que en las urbes más turísticas haya zonas donde las tiendas, tengan la superficie que tengan, puedan levantar las persianas los 365 días del año ha ido modificándose para incluir cada vez a más localidades. Si al principio el decreto sólo contemplaba los municipios con más de 200.000 habitantes y más de un millón de pernoctaciones hoteleras, en la última actualización le valen ya las capitales con más de 100.000 residentes y 600.000 estancias. Quién sabe, por tanto, si no habrá sorpresas más adelante. Los minoristas gasteiztarras tienen claro para qué se diseñó esta normativa, por mucho que desde el Gabinete de Mariano Rajoy aseguren que la intención es mejorar las ventas e incrementar el empleo en general, sin perjudicar al formato tradicional.

Allí donde se ha aplicado, los discursos del sector dan la razón a las voces críticas. Mientras que los propietarios de marcas y cadenas fuertes muestran su satisfacción por el funcionamiento de la ley, los pequeños comerciantes aseguran haberse visto afectados. Según dicen, las ventas no han crecido y las que hay se han ido trasladando hacia las franquicias y las grandes superficies. El problema es que las tiendas de proximidad no pueden afrontar nuevas contrataciones para abrir en domingos y festivos, por mucho que en algunas ciudades tuvieran desde hace tiempo el beneplácito de las administraciones para trabajar con libertad horaria, por lo que el decreto estatal ha generado un desequilibrio en favor de las empresas de más caché. El Gobierno Vasco ya lo imaginaba y, por eso, ha estado retrasando todo lo posible la aplicación de la ley en Bilbao y San Sebastián, las dos ciudades vascas que cumplen los criterios de población y turismo, hasta que finalmente se ha visto obligado a acatar las órdenes de Madrid.

Bilbao, urbe que ya aparecía dentro del listado de 2012, cuenta desde septiembre con tres zonas donde todos los comercios pueden trabajar domingos y festivos: Abando-Indautxu-Garellano, Casco Viejo y Deusto. El Ejecutivo autonómico tomó la decisión tras el último toque de atención, presionado incluso por el Ayuntamiento de la capital vizcaína, que sí veía bien el decreto de Madrid, pero intentando provocar el menor daño posible, pues de no haber establecido ninguna área la normativa se habría extendido a toda la ciudad. Con ese mismo afán, restringió la liberalización a los meses de verano. Veremos si cuela. Donostia, por su parte, pasó a formar parte del catálogo tras la actualización de la normativa este pasado mes de julio, así que deberá definir las zonas antes de enero. Espoleado por los plazos, el Gobierno municipal, contrario a la medida, trabaja ya con el sector para cumplir con sus obligaciones, intentando también minimizar el impacto que puede conllevar para los minoristas tradicionales frente a las grandes superficies y marcas. Hay inquietud. Miedo incluso por el futuro inmediato del gremio. Y no sólo allí. También desde la barrera de Vitoria se sienten los cuernos del Miura.

“Vemos la situación con temor, por supuesto que sí”, admite la presidenta de Unimoda y copropietaria de Ríos Moda, Mitas Rozado. Actualmente, sólo con la normativa vasca, luchar contra los molinos ya es difícil. Y eso que en teoría no lo parece: las tiendas de menos de 150 metros disponen de libertad horaria, mientras que las de más superficie sólo pueden abrir hasta ocho festivos y domingos al año, 72 horas semanales y dos periodos de rebajas. “El problema es que los pequeños comerciantes no tenemos la oportunidad de ejercer ese derecho, porque no podemos contratar personal para cubrir todos los días del año, porque necesitamos conciliar mínimamente vida laboral y familiar y porque desde un punto de vista económico, aun pudiendo abrir, no nos compensaría, ya que no existe una demanda de consumo suficiente”, advierte. Por algo en Vitoria sólo alrededor de veinte tiendas de proximidad operan más allá de lunes a sábado, y casi todas ellas están vinculadas a ámbitos como la venta de pan o periódicos. “Así que es evidente que el decreto estatal que afecta ahora a Bilbao y San Sebastián tiene como objetivo beneficiar a las grandes superficies”, insiste esta profesional, “pues son las únicas que pueden hacer de su capa un sayo y tiranizar a sus trabajadores para obtener algo de rentabilidad”.

Esa oportunidad de exprimir gastos es la que les permite a las cadenas fuertes ir un paso por delante, aunque la realidad indica que tampoco resulta tan pingüe el beneficio que obtienen a cambio de dejar a algunos de sus empleados sin descanso. Ya se vio cuando Decathlon desafió las presiones sindicales y levantó la persiana de su tienda en Gorbeia el Día de Santiago: fue muy poca la gente que se acercó hasta las instalaciones y, aun así, varias cajas se mantuvieron abiertas toda la jornada. “¿Para qué, entonces, dar a los grandes establecimientos más libertad horaria de la que ya tienen? Nos puede perjudicar a nosotros, asfixia a sus trabajadores y es algo que el consumidor realmente no necesita”, señala Rozado. Desde la Paragüería Albareda, José Javier coincide en el diagnóstico y, por eso mismo, cruza los dedos para que a las instituciones no se les ocurra acabar dando café para todos. “Nosotros tenemos comprobado que los vitorianos tienen tiempo suficiente para comprar con los horarios actuales. Hemos probado a abrir algún domingo, algún festivo... Y no ha servido para nada, pues perdemos más de lo que ganamos en los sueldos del personal, la luz, la calefacción...”, explica. Su compañera de Ríos Moda reconoce, de hecho, que ella levanta la persiana el sábado por la mañana y un día al mediodía por “tener un gesto con el ciudadano”, no porque vaya a obtener beneficios. “No me extraña”, apostilla él. En su tienda, como en muchas otras, las compras se concentran de lunes a jueves, “pues el viernes la gente ya está pensando en el fin de semana”, de 12.30 a 13.30 horas y a partir de las 18.30, “ya que de por medio la gente está trabajando, con la telenovela...”.

Puestos a replantearse una mejor adaptación de los horarios a los hábitos de los consumidores, José Javier abogaría por “probar a abrir un poco más tarde y estirar algo más por la noche, ya que está comprobado que el cliente es cada vez menos madrugador”. Gasteiz On, no obstante, ya ha hecho la prueba a través del programa Shopping Urban Night y, aunque su intención es mantener la iniciativa, el resultado no ha sido precisamente espectacular. “Lo que sí queremos plantear entre los socios es la posibilidad de abrir algunos días al mediodía, como una estrategia colectiva, porque sabemos que hay gente que aprovecha para comprar en El Boulevard en ese momento de la jornada y puede que algunas de esas personas prefieran trasladarse o quedarse en el centro si tienen la oportunidad”, sopesa la presidenta de la principal asociación de comerciantes de Vitoria, Marta Bengoechea. Su colectivo está por la labor de la mejora continua, dada su vocación de servicio, y así lo demuestra con distintos experimentos, pero lo que nunca va a defender es la liberalización absoluta de los horarios. “Está demostrado que ni aumenta el consumo ni genera empleo ni se necesita”, apostilla.

El relojero Javier Mendoza es contundente desde su atalaya centenaria del Casco Viejo. “Esta ley ataca la línea de flotación del pequeño comercio vasco y creo que puede perjudicarnos incluso a los establecimientos vitorianos”, advierte. Aunque los hábitos de consumo de los VTV se circunscriban a los días laborales, no sería tan extraño que algún ciudadano se dejara arrastrar por los cantos de sirena de las marcas fuertes que, con el decreto estatal, puedan abrir en domingos y festivos en Bilbao o San Sebastián. “Y, aunque no nos hagan daño, beneficiar no nos van a beneficiar, eso desde luego”, apostilla. No son éstos buenos tiempos para el pequeño comercio, condenado a sufrir una y mil trabas, desde la caída de las ventas por una crisis que no termina de pasar hasta una cada vez más evidente falta de apuesta institucional. Y, aun así, son muchos los minoristas gasteiztarras que continúan batallando con una honda contra los elementos, sabedores de que la ciudad les necesita. Ellos son el paradigma de la atención cercana, la especialización, el conocimiento y la calidad. Ellos dan vida a Vitoria. Ellos son Vitoria.

metros. Según la ley vasca, las tiendas de menos de 150 metros disponen de libertad horaria, mientras que las de más superficie sólo pueden abrir hasta ocho festivos y domingos al año, 72 horas semanales y dos periodos de rebajas. En la práctica, sin embargo, son minoría los pequeños comercios que aprovechan esa flexibilidad, pues debido a la crisis y al nivel de demanda son más los gastos que los beneficios que les ocasionaría operar sin descanso.