fresco otoñal peregrina por las salas. Desde la sacudida de la crisis, la calefacción es casi un privilegio en el centro vitoriano de la UNED. No queda más remedio. Las apreturas de una financiación resentida desde 2009 y la responsabilidad de seguir creando servicios para responder a las pujantes necesidades de formación le han obligado a hacer acrobacias, a costa, incluso, de reducir trabajadores y sueldos. Ellos, los alumnos, son su prioridad. Por eso, cada vez que en los últimos años ha arrancado un nuevo curso, como el que ahora está a punto de empezar, la incertidumbre se dispara. Los responsables de la delegación gasteiztarra han de realizar la programación de las clases y la organización de los recursos sin saber con cuánto dinero contarán de aquí a junio, pues el presupuesto procedente de las instituciones es por año natural y no suele quedar definido hasta primavera, cuando tienden a aprobarse las distintas Cuentas. Además, ahora que las vacas dan menos leche, esas partidas dependen de las preferencias de los partidos que gobiernan y, sobre todo, de los acuerdos con los socios. Juegos políticos que en esta última temporada pusieron en peligro la continuidad de dos cursos y de más de 1.600 estudiantes. Como si la educación pudiera ser una moneda de cambio.
Puede que la cercanía de las elecciones locales y forales, circunstancia que suele conllevar prórrogas presupuestarias, regale a la entidad universitaria un curso más tranquilo. “Lo que tenemos claro es que nosotros no vamos a entrar en esos juegos. No es nuestra misión”, sostiene la directora del centro vitoriano, Teresa Imízcoz. De momento, se muestra expectante pero tranquila. “Aunque es verdad que el año pasado no esperábamos llevarnos ningún susto y lo tuvimos”, apuntilla. Se refiere a la desaparición de la partida municipal de 150.000 euros del borrador presupuestario que presentó el Gabinete de Javier Maroto para este ejercicio, que afortunadamente acabó recuperándose -aunque con una cuantía de 90.000 euros- gracias al acuerdo con el PNV. Por eso, ya ha solicitado cita con el alcalde gasteiztarra, un encuentro que debería haberse celebrado en septiembre pero se ha pospuesto por la operación de peritonitis del primer edil. La UNED necesita conocer el compromiso del Ayuntamiento para respirar y poder transmitir confianza al alumnado. También lo requiere del Gobierno Vasco, pues los 230.000 euros actuales fueron fruto de un pacto entre el PNV y el PSE. Todo este puzzle concluyó con una financiación de alrededor de 800.000 euros para este año (232.000 procedentes de la Diputación, 230.000 de Gobierno Vasco, 225.000 de la UNED y 90.000 del Consistorio vitoriano). No es demasiado dinero, sobre todo en comparación con el que manejan proporcionalmente otras entidades universitarias y dada la escasa oferta de educación superior que existe en Álava respecto al resto de provincias vascas. Imízcoz tiene claro que las instituciones valoran el ente que ella lidera, “pero debería de ir acompañada de hechos reales”, quizá más que los actuales y no tan supeditados a vaivenes políticos, dada su contribución al entorno que le rodea. “Por cada euro que la Administración nos aporta, seis revierten en la sociedad. Es una de las principales conclusiones de un estudio independiente que se publicó el año pasado sobre el valor económico y social de la UNED”, subraya la directora. Además, su centro “ocupa un gran hueco” en un territorio donde no existen deustos ni mondragones, “tan sólo la UPV y con menos facultades que en Bizkaia y en Gipuzkoa”. Una virtud clave en estos tiempos difíciles.
“Si no se apoya a la UNED, se está obligando a mucha gente a desplazarse a otros sitios o a no poder realizar su formación porque no pueden permitirse vivir fuera, a abandonar sus trabajos o no poder cumplir ciertos compromisos familiares”, advierte Imízcoz. Los alaveses, además, están reclamando una mayor educación superior. Los datos son elocuentes. En los últimos tres años, el número de alumnos se ha incrementado en un 37%, a la vez que el perfil se ha ido modificando, con un grueso de estudiantes cada vez mayor entre los 25 y 45 años. “La ciudadanía se ha dado cuenta de que es muy importante su formación... La ciudadanía siempre va por delante de los políticos, que suelen poner a posteriori los medios necesarios para cubrir esa demanda. De momento, no podemos decir que hay una gran inversión en enseñanza universitaria”, continúa la directora del centro gasteiztarra. Su discurso es tranquilo pero reivindicativo, reflejo de una entidad que se desvive por mejorar la calidad y cantidad de sus servicios con una dedicación extra.
La fórmula para hacer más con menos, pero de verdad, no como prometen ciertos políticos, reside “en trabajar muchísimo cobrando menos”. Así de claro. Desde 2009, la delegación gasteiztarra se ha visto obligada a reducir en un 30% los profesores tutores y un 71% el equipo directivo, por lo que los que quedan asumen funciones que antes ejercían otras personas. “Siempre he dicho que lo de los profesores tutores es vocacional. Más parecen voluntarios que trabajan en una ONG”, asegura Imízcoz. A diferencia de otros organismos, la UNED no es una empresa privada que saca rendimiento para sí con dinero público. “Ésta es una institución por y para los ciudadanos”, insiste, “y por eso las administraciones deberían de sentirla suya”. La directora del centro se siente muy orgullosa -y no lo oculta- de quienes lo hacen posible, empezando por los trabajadores y terminando por los estudiantes. El altruismo de los docentes encuentra en los alumnos una respuesta de sacrificio que es muy difícil de encontrar en las universidades ordinarias. Son personas “con gran constancia”, ya que buena parte del aprendizaje han de desarrollarlo en casa, y muchas de ellas hacen gala de una tremenda capacidad de esfuerzo puesto que combinan los estudios con un empleo.
La motivación del perfil mayoritario actual, el de entre 24 y 45 años, sigue siendo fortalecer el currículo para progresar dentro de la empresa. No obstante, cada vez están entrando más jóvenes de 18 años, chavales que no pueden permitirse el lujo de estudiar fuera de casa y no encuentran en la pública las titulaciones que quieren cursar. Por eso, más que nunca, la UNED necesita apoyo. Invertir en ella es invertir en Álava. Es ganar.