de un tiempo a esta parte, en Gasteiz proliferan todo tipo de huertos urbanos. Están en marcha desde hace tiempo los que coordina el Ayuntamiento, en Olárizu o Abetxuko, y por otro lado se va a acondicionar una finca en este último barrio de la ciudad para poner en marcha el proyecto Basaldea, una fórmula que liga la agricultura ecológica a la creación de empleo, la formación y el suministro de productos sanos y cercanos a los consumidores de la ciudad. En Zabalgana, por otro lado, los vecinos han puesto en marcha el proyecto Zabalortu, un huerto autogestionado que se va a hacer realidad este mismo año, y cuyas obras de urbanización comenzaron justamente ayer.
También a los vecinos de Salburua les rondaba por la cabeza la idea de tener su propio huerto urbano. Sobre esa base se empezó a trabajar con el Ayuntamiento, y de ese trabajo surgió una iniciativa diferente y ciertamente interesante. Basalburu no será un huerto urbano, será un bosque urbano, un lugar donde se plantarán diferentes árboles frutales, arbustos como endrinos, grosellas o zarzamoras, plantas aromáticas y puede que incluso alguna hortaliza. En todo caso, la idea es crear un bosque productivo, no una huerta, un lugar donde los vecinos puedan surtir sus despensas, pero principalmente un espacio en el que hacer barrio, compartir experiencias y aprender sobre la explotación responsable de la Naturaleza.
Había un lugar perfecto para hacerlo. En el sector 11, al lado del río Errekaleor, cerca de la rotonda de Larrein, hay una parcela de 6.000 metros cuadrados calificada precisamente para instalar allí huertos urbanos. Se trata de un lugar céntrico y atractivo que, sin embargo, tenía sus pegas. En el Consistorio les advirtieron a los integrantes de Basalburu de que la calificación urbanística de este espacio no era la más indicada, que no se podía asegurar que después de plantar allí sus ciruelos y perales hubiera que arrancarlos a los cinco años, y por ello se buscó una alternativa diferente.
El pasado sábado, los responsables del proyecto visitaron una parcela de 7.700 metros cuadrados junto al parque de Salburua, detrás de Elorriaga, un lugar no tan céntrico como el que se fichó en un primer momento, pero que cuenta con una ventaja. El Ayuntamiento se lo puede ceder a los vecinos por un periodo de 99 años, lo que da la tranquilidad suficiente como para plantar un nogal y sentarse a esperar a que dé sus frutos.
Esa, por cierto, es otra de las peculiaridades de Basalburu. En un huerto al uso, hay que trabajar la tierra cada año, sembrar, abonar y cosechar. En Basalburu, tras el importante esfuerzo que supondrá plantar el amplio abanico de especies previsto, el bosque se mantendrá prácticamente solo y los vecinos podrán limitarse, al margen de ciertos cuidados básicos de mantenimiento, a recoger lo que les dé la tierra y la Naturaleza.
Marisol Amboage, presidenta de Basalburu, explica cómo surgió todo. “Fue hace año y medio o así, aparecía en la página web del Ayuntamiento la posibilidad de hacer huertos urbanos en Salburua, había un terreno y presupuesto para ello, y la condición era que los vecinos se constituyeran en asociación para gestionarlos ellos mismos”, rememora. Unos cuantos vecinos decidieron dar el paso adelante, acabaron contactando con un grupo de personas que conocían muy bien de qué va esto de los bosques comestibles y cambiaron radicalmente su idea inicial.
“Era algo más fácil de hacer, tiene mucho trabajo inicial, pero luego el mantenimiento es más sencillo, así que nos constituimos en asociación, y presentamos a Urbanismo y Medio Ambiente un proyecto que nos ayudó a realizar el CEA”, explica. Esa presentación tuvo lugar hace un par de meses, hubo una buena acogida en el Ayuntamiento, y ahora a Basalburu le toca redactar una memoria con la que obtener el visto bueno del CEA. No hay que olvidar que la parcela linda con uno de los espacios más singulares de la capital alavesa: Salburua y sus humedales.
Ahora ya se ha entrado en una nueva fase. Tras la visita del sábado, los técnicos trabajan en el diseño del bosque, dónde plantar qué. “Hay ya unos frutales, porque en la parcela había una huerta que se expropió, y la idea es hacerlo en tres estratos. Uno de árboles altos, como nogales; luego frutales, y por último arbustos”, señala Amboage.
Aunque la presidenta de Basalburu dice no ser una experta en la materia, los asesores de la asociación ya trabajan en cómo compaginar unas y otras especies para que se beneficien entre sí y, por ejemplo, una planta aromática o medicinal -“que de hecho ya salen solas”, señala Amboage- espante a las moscas que pueden acosar a un frutal. Por otro lado, y aunque la idea de instalar un huerto está desechada, Basalburu también se plantea sembrar alguna hortaliza en la parcela de Elorriaga, “pero más que nada por la ilusión de coger algo”.
De todos modos, la cosecha que los socios de Basalburu se lleven a casa no será lo más importante. “Además, está en una zona de paso y no sé si cogeremos mucho nosotros -explica Amboage-. Lo que queremos es aprender, que haya otra relación en el barrio, que no nos juntemos sólo en el pintxo pote. Hay mucha gente con niños y podemos hacer talleres, hacer cualquier cosa relacionada con la Naturaleza” explica.
organigrama De momento se baraja la idea de diseñar un organigrama según el cual cada socio de Basalburu se lleve comida a casa en función de las horas que meta en el bosque comestible, “que se reciba según se trabaje”. Ese trabajo lo coordinarán los técnicos, que señalarán a los socios cuándo hay que realizar cualquiera de los trabajos que exige mantener un espacio de este tipo, y Basalburu creará los grupos necesarios para ejecutar esos trabajos.
Por otro lado, el bosque comestible de Salburua no tendrá vallas ni candados. Cualquiera que pase por allí puede saquear los ciruelos. Marisol explica que la asociación sabe que tiene que contar con ello, pero apela a lo que le pasa generalmente a la gente que tiene una huerta. “Tienes miedo de que te roben y luego no sabes ni a quién regalar los tomates, así que no nos vamos a preocupar mucho por esto”, explica.
con la asociación de vecinos Salburua Burdinbide, la asociación de vecinos del barrio, también se ha integrado en Basalburu. Su presidente, Joseba Martínez de Guereñu, recuerda en relación a los eventuales robos que efectivamente existe una arraigada tradición entre mucha gente de recolectar los productos que da la Naturaleza “antes de que otro se lo lleve”, y por ello cree que habrá que tomar algunas medidas disuasorias. “Sólo va a estar vallado con matas y arbustos, pero no estará cerrado, puede entrar cualquiera y llevarse los frutos. Habrá que poner carteles recordando que eso es de todos y sobre todo del que lo ha plantado, e intentaremos hacer pedagogía para que no haya hurtos, pero bueno, al fin y al cabo el objetivo tampoco es recolectar”, señala.
El portavoz vecinal señala, en ese sentido, qué se quiere conseguir con el proyecto Basalburu. “El bosque como tal no es tanto el objetivo como el de compartir, crear una cultura ecológica, y por eso se está trabajando con las AMPA de las tres ikastolas del barrio. Lo cierto es que hay muchos proyectos que encajan en el bosque comestible, es un proyecto muy amplio”, explica.
Uno de ellos, por ejemplo, correrá a cargo de Asafes, la Asociación Alavesa de Familiares y Personas con Enfermedad Mental, que ya gestiona un huerto en Olárizu y se ha inscrito como socia de Basalburu.
La iniciativa tiene, pues, muchas ventajas, y también un inconveniente. “Supone poco coste económico, no hay que parcelar ni hacer grandes infraestructuras, ni de urbanización ni de ninguna otra índole; da frutos todo el año y es comunitario, pero por otro lado, tiene una complejidad con respecto a los huertos; administrarlo y gestionarlo es más complicado, porque en los huertos cada uno gestiona su parcela; aquí no”, concluye Martínez de Guereñu.