gasteiz - El debate sobre la eliminación de los símbolos franquistas en Vitoria es una de esas cuestiones que han entrado y salido habitualmente de la actualidad alavesa durante años. Hace apenas tres semanas surgía la iniciativa Memoria-Gasteiz, impulsada por la Plataforma Vasca Contra los Crímenes del Franquismo que entre otras cosas pretende señalizar nuevos espacios de recuerdo a las víctimas de la dictadura en la capital alavesa, modificar o retirar la simbología franquista existente en sus calles o eliminar directamente los nombres de las vías y los cargos honoríficos otorgados en su día a distintos nombres propios del franquismo.
Para echar la vista atrás y permitir que cualquier interesado pueda recordar los barros de los que vienen estos lodos, además de conocer la historia política de Vitoria durante la etapa de la dictadura, esta misma tarde la historiadora Virginia López de Maturana presenta el libro La reinvención de una ciudad. Poder y política simbólica en Vitoria durante el franquismo (1936-1975).
En el texto, fruto de su tesis doctoral previa, analiza por ejemplo los cambios en los nombres de calles o plazas en Gasteiz durante el franquismo, las actuaciones de las diferentes corporaciones municipales en el Ayuntamiento o la transformación económica y social desde los inicios del régimen hasta 1975, cuando "a pesar de la dictadura Vitoria aparece como una ciudad dinámica que fue capaz de reinventarse a sí misma".
"En el año 1957, cuando Luis Ibarra llega a la Alcaldía, Vitoria tenía 70.000 habitantes. Cuando termina el franquismo en 1976 tiene 170.000. Vitoria es la ciudad que más crece en toda Europa fruto de la industrialización", apunta esta investigadora del Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco, que hoy a las 19.30 horas presenta su libro en el aula Luis Ajuria de Caja Vital, en la calle General Álava, con la presencia del director de la Fundación Sancho el Sabio, Jesús Zubiaga, y los catedráticos de la UPV Santiago de Pablo y Antonio Rivera.
Como bien señala la autora, el proceso de industrialización propiciado durante los años de los alcaldes Gonzalo Lacalle y Luis Ibarra impulsó la llegada de inmigrantes que contribuyeron a crear una nueva Vitoria. "Lacalle fue probablemente el alcalde más importante de la época, un hombre muy discreto, un tecnócrata. Ibarra, por el contrario, era un hombre al que le gustaban los grandes fastos. No era un falangista pero le gustaba la estética, y sobre todo el protagonismo", incide la autora, que explica cómo en Álava "el impulso por la industrialización que acometió el Ayuntamiento de Vitoria no encontró pegas en otras instituciones, como por ejemplo sí ocurrió en Pamplona". Durante el mandato de Lacalle e Ibarra los nombres de las calles de Vitoria pasan a convertirse también, como en años previos, en una forma más de conquistar el espacio público, aunque previamente, tras el golpe de Estado, "en Vitoria los cambios en el callejero no destacaron por su radicalismo, a diferencia de lo sucedido en otras localidades vascas como Bilbao". Con todo, las calles José Antonio Primo de Rivera y Carlos VII habían sustituido en su momento a las calles Prado y Florida.
Pasados los años, durante las alcaldías de Gonzalo Lacalle y Luis Ibarra se buscó "combinar la exaltación del franquismo con la identidad local alavesa". "En 1963 se pone el nombre de Amadeo García de Salazar, que era dirigente de Acción Nacionalista Vasca, a una calle de Vitoria al mismo tiempo que se la daban a la División Azul", recuerda en referencia a los voluntarios españoles que sirvieron a la Alemania de Hitler en la Segunda Guerra Mundial.
"También a principios de los setenta se la da una calle a Mateo Múgica, que había sido expulsado de la diócesis", apunta López de Maturana, que aporta su opinión sobre la necesidad o no de eliminar cualquier calle bautizada durante el franquismo. "Es complicado. Parece que nadie le da importancia a que exista la calle Reyes Católicos o la calle Reyes de Navarra, que también eran nombres que tienen que ver con esa pompa que el Estado franquista quería dar al imperio. También poner nombres de calles como León, Valladolid se pusieron con una idea centralizadora y al mismo tiempo como un homenaje a la gente que venía a trabajar y vivir a Vitoria", subraya la autora del libro.
Llegada la última etapa del franquismo, el Ayuntamiento gasteiztarra, al que López de Maturana realiza un exhaustivo repaso en su composición durante los cuarenta años de dictadura, empezó a poblarse ya de "gente renovadora que entraba a través del tercio familiar para hacer oposición al Régimen desde dentro". Muchos continuarían después su labor política durante la Transición y más allá. "Ahí estaban José Ángel Cuerda, María Jesús Aguirre, Alfredo Marco Tabar o Pérez Valderrama, que acabó en el PSOE", destaca Virginia López de Maturana, cuyo libro puede servir para entender mejor el pasado, presente y futuro de Vitoria.