Gasteiz - Desde que el sida es una enfermedad crónica no mortal, quien mantiene prácticas sexuales de riesgo sabe que ya no está jugando a la ruleta rusa... ¿O sí? ¿Merece la pena arriesgarse a vivir medicado de por vida, a someterse a revisiones periódicas para siempre, a ser objeto de un rechazo social que ha menguado, pero sigue vigente; a tener problemas en el trabajo, a no poder viajar según qué países, a garantizar la asepsia con amigos y familiares hasta el final, a que el fantasma del VIH sobrevuele todas y cada una de las relaciones sexuales que una persona mantiene con su pareja? Mucha gente, sobre todo jóvenes que no han vivido la epidemia de los ochenta y noventa, cuando el sida sí mataba, no son conscientes del alcance de sus decisiones a la hora de mantener relaciones sexuales, y la consecuencia es que la tasa de infecciones crece, singularmente entre el colectivo de hombres homosexuales.

Así lo advierte el presidente de la Comisión Antisida de Álava, Miguel Ángel Ruiz, quien da un dato escalofriante para pedir a estas personas que no bajen la guardia. "A pesar de que ha sido un colectivo que ha conocido este asunto desde el principio, ahora el gran reto es volver trasladar a estos hombres que el VIH está sobredimensionado en su colectivo, estamos hablando de que más del 10% de los gays están infectados, son tasas de infección similares a las de un país africano", señala. El dato invita a la reflexión, habida cuenta de que se estima que el 10% de los varones tiene tendencias homosexuales. "Se corren muchos riesgos, se ha perdido el miedo, entre los jovencitos gays especialmente. No han conocido la catadura de este asunto -explica-, oyen noticias de que hay una pastilla, de que tal, de que cual, y no se dan cuenta de que esto es muy serio", explica Ruiz, quien alerta a los jóvenes de que una infección de VIH "le va a cambiar la vida a cualquier persona que se le diagnostique".

De hecho, por la comisión Antisida pasan muchos de estos jóvenes recién infectados, "y todos al final demandan apoyo psicológico porque el susto que se llevan generalmente es muy grande, no tienen los problemas sociales de los infectados de hace años, eso es verdad y es bueno, pero necesitan otra serie de cosas", explica el presidente de la ONG.

El repunte de las infecciones es tanto más lamentable por cuanto la prevención de las mismas es bien sencilla, todo el mundo conoce cómo llevarla a cabo, y sólo falta que todo el mundo lo haga. Si no se practica la monogamia, el uso del preservativo es obligado. "El VIH ha cambiado la visión que se tiene de la sexualidad, hace años se hablaba del embarazo, ahora hay que hablar de más cosas, y hay que hacerlo en las familias, en las escuelas. Aunque esa información existe, otra cosa es ponerla en práctica, ahí está la gran cuestión", explica Ruiz, quien asume por otro lado, como la hace la propia comisión, que no todo el mundo va a seguir a rajatabla las medidas que permiten evitar los contagios. Por ello, con colectivos susceptibles de no utilizar preservativos se entra en la gestión de riesgos. "Hablamos de prácticas sexuales más o menos seguras, que las personas también sean conscientes de los riesgos para que los gestionen ellos; y que la gente infectada se trate porque si lo hacen dejan de infectar", explica.

La prevención, como señala Ruiz, es fundamental en un ámbito en el que los costes humanos y económicos se disparan cuando el virus entra en el organismo, pero la crisis y el cortoplacismo han hecho que las inversiones públicas en esta materia se vean amenazadas. "Es difícil mantener con la coyuntura actual los programas de prevención del VIH, pero también los del tabaquismo, las drogas, la diabetes, la vida saludable; a pesar de los recortes y la crisis hay que mantener esos programas porque sin estas herramientas los problemas van a volver y será más costoso a nivel humano y económico", advierte. Ruiz explica que los resultados de este tipo de programas "no se ven a corto plazo", pero renunciar a ellos o mutilarlos "es hipotecar la atención sanitaria a medio plazo".

80

DÉCADA MALDITA. Los años 80 entraron con aire de libertad para España y para gran parte del mundo. Sin embargo, sus inicios quedaron marcados con la llegada de una nueva enfermedad que desconcertó a las comunidades médicas, tanto por los síntomas, como por la rapidez con la que se cobró a sus primeras víctimas.

millones de muertos. Más de 36 millones de personas han fallecido en las tres últimas décadas por el sida. El peor año para España fue 1995, con 5.857 personas muertas.

terapia. El primer medicamento para tratar el VIH fue aprobado en 1987, pero no fue hasta 1996 cuando en España se hizo extensa la Terapia Antirretroviral de Gran Actividad (TARGA), consiguiendo disminuir las muertes causadas por el sida.