el portazo de la Unesco a la candidatura del Valle Salado de Añana a Patrimonio Mundial no ha pillado por sorpresa a los vecinos del pequeño municipio alavés. Más del 80% jubilados, la mayoría exsalineros y, por consiguiente, testigos directos de la evolución de las eras durante muchos años, coinciden en que el trabajo por hacer debe ser todavía titánico para que el reconocimiento universal le llegue a esta joya histórica. Tan esperado era el diagnóstico de los evaluadores que visitaron la zona para asesorar a la Unesco sobre la inclusión o no del valle en el listado de aspirantes que ni siquiera ha habido lugar para los lamentos. "No me ha extrañado porque el pueblo no se encuentra en condiciones. El valle está en vías de recuperación, se ha trabajado, pero todavía queda mucho. Estábamos roncando sin sueño", reconoce una vecina de Salinas de Añana que prefiere guardar el anonimato.
Como ella, son muchos los que piensan que el trabajo todavía se ha hecho a medias, no sólo en el propio proyecto de restauración de las salinas sino por el hecho de que el pueblo languidece a marchas forzadas sin que se pongan soluciones para evitarlo. No es de extrañar, porque a primera hora de la mañana de ayer, como sucede casi todos los días en Salinas, resultaba complicado encontrar a un solo vecino por sus angostas calles. Mucho menos un bar abierto, porque el único establecimiento hostelero que funciona en el pueblo, el restaurante Palacio de Añana, cierra los lunes y no suele abrir sus puertas más allá de las 18.00 horas. En sus mejores tiempos, la localidad salinera llegó a contar con hasta 12 bares. Ahora, los servicios básicos se reducen a una farmacia y un consultorio médico, además de un centro social donde pueden reunirse los vecinos. "Y espera que no nos quiten el médico", advierte Irene, otra vecina jubilada que trabajó durante años en las eras.
El recorte presupuestario que ha sufrido el proyecto también puede encontrarse detrás del rechazo de los evaluadores, tal y como ya denunció la coalición EH Bildu tras conocerse el informe desfavorable. "No es que no hayan hecho nada, pero este último año no han tenido gente", asegura Irene. "Hay más gente en la oficina -del Valle Salado- que trabajando en las eras", añade otra vecina que se une a la conversación. La llegada del panadero al pueblo trae algo de movimiento a sus calles. Pero pocos vecinos quieren hablar sobre el tema, como si fuese algo tabú. De vuelta al corrillo, las tres vecinas se fijan de nuevo en el pueblo y en su estado actual a la hora de contextualizar el rechazo al proyecto. Los "poco satisfactorios" núcleos urbanos próximos al valle también han pesado en contra de la candidatura, según los evaluadores. Y eso que, según los propios expertos, la gestión de las salinas ha sido guiada fundamentalmente "desde una óptima de desarrollo turístico y animación cultural", lo cual no deja de sorprender.
A juicio de Irene, el pueblo está "muy mal" y la gente "se marcha", al tiempo que los turistas que se acercan, que no son pocos, "no pueden ni tomarse un café". "Ha habido mucha propaganda y poco más. La gente viene pero el pueblo está muerto. No hay gente y no hay de nada. Cada día se desempadronan más vecinos", advierte la primera de las tres. Esa falta de servicios en el pueblo hace que "ni un real" del dinero que producen las visitas a las eras se quede en Salinas.
Aunque coinciden en el beneficio que la recuperación de las salinas puede tener sobre el pueblo e incluso se muestran ilusionadas ante un posible reconocimiento, en definitiva creen que la casa ha comenzado a construirse por el tejado. "Igual ha venido hasta bien, porque si las cosas todavía no están bien, pues no. A ver si espabilan un poco más, porque como está, no basta", advierte Irene. Según los evaluadores, las condiciones de conservación del patrimonio "no han sido más que parcialmente respetadas en el proyecto de reconstrucción". A modo de conclusión, sostienen que las condiciones de integridad y autenticidad durante la restauración "no han sido del todo completadas".
darle la vuelta A este aspecto alude precisamente Ángel Santamaría, vecino de la cercana Puentelarrá, aunque con una vinculación muy estrecha con Salinas, ya que su abuela era oriunda del pueblo. Santamaría opta por ver el vaso medio lleno, por dar su beneplácito a un proyecto "bueno", a pesar de que su enfoque no haya sido "el más adecuado". "Dicen que se está haciendo una recuperación para el turismo, pero si el criterio de mantenimiento prevalece habría que recuperar los materiales deteriorados, lo cual no se ha hecho. Un monumento debe ser visitable y hay que prepararlo. Es como si la mezquita de Córdoba se hunde y la dejan así", ejemplifica el hombre.
Las importantes expectativas creadas en torno a la candidatura todavía seguirán a juicio de Santamaría, un hecho que le anima a seguir confiando en el proyecto. "Hay que darle la vuelta, porque lo importante es sacarle partido a la rehabilitación. Si no es patrimonio de la Unesco, que sean las mejores salinas de Europa o la joya de la corona de Álava", bromea. Para remar en esa dirección, la creación de servicios resulta fundamental, tal y como insisten los vecinos de Salinas. "Alguien tiene que dotar de ayudas a la iniciativa privada, las instituciones se tienen que volcar para hacer servicios", remarca. Un buen uso de los recursos públicos que en algunos casos se encuentra en entredicho. "Hay que darle vida al pueblo, pero eso lo tienen que hacer las instituciones. Se han gastado mucho dinero en el huevo -el Centro de Interpretación- e igual era necesaria otra cosa. Aparte de que no hay servicios, no hay forma de aparcar aquí", ejemplifica.
Ana Pascual, la farmacéutica del pueblo, compara la situación de Salinas con la de su pequeño pueblo natal de Extremadura y reconoce que se encuentra "a años luz", al hablar de la cantidad de servicios de los que sus vecinos pueden disponer. "Deberían preocuparse un poco por el pueblo. Habría que dar ayudas para que la gente se venga a vivir aquí, porque se está muriendo. En verano al menos se abre la piscina, pero tal y como está yo no me vendría a vivir aquí", reconoce la joven.
Entre otras carencias, Pascual apunta también a la falta de una pequeña oficina de turismo con información, por la que muchos visitantes suelen preguntar. Además, cree que las infraestructuras "no son las mejores" para acceder al pueblo. ¿Hay que repetir candidatura? "Si se mejoran las cosas, si al pueblo le viene bien y ayuda a que la gente viva en los medios rurales, adelante", anima la farmacéutica.
Por las silenciosas calles de Salinas de Añana ayer fue posible toparse también con varios turistas, algunos de ellos con rasgos orientales, atraídos por la singularidad de las salinas. Entre ellos se encontraban Luismi López de Ullíbarri y Ascen Marcial, vecinos de Gasteiz, que acudieron a la localidad en compañía de una pareja de amigos de Murcia. "Está muy bien, pero todavía le queda", reconocía la segunda. "Se ha hecho mucho marketing con este tema, pensando en que íbamos a pasar a la pata coja", advertía el segundo.
"Tampoco es tan extraño. No somos ni el culo ni el ombligo del mundo. ¿Cuándo te presentas a un examen lo sacas siempre a la primera?", se preguntaba antes de proseguir con el paseo. En las salinas, de donde a primera hora de la tarde salió un generoso palé con paquetes de sal en distintos formatos, el trabajo siguió su curso. Las eras, ajenas a la decisión de los evaluadores de la Unesco, no tardarán en recibir de nuevo su visita.