Ander se deja poner las gafas virtuales para la cámara de DNA. Parece un niño del futuro. Sonríe. Las conoce bien. Hace poco tuvo que pasar con ellas una prueba que analiza la capacidad de atención de los niños en las aulas. Un test único capaz de combinar estímulos auditivos y visuales al que se sometieron 193 alumnos de entre 6 y 16 años de Corazonistas. Él lo superó con nota. Un 5%, sin embargo, presentó limitaciones en la concentración o relacionadas con un exceso de actividad motora. Algunos ya estaban diagnosticados por trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Otros no. Por eso resulta tan interesante este examen. Ahora, profesores y familias saben a qué se enfrentan y pueden aplicar pautas que ayuden a los alumnos afectados a canalizar su desmedida capacidad de distracción o su sobredosis de energía. "Hay quienes no son conscientes de la importancia de diagnosticar estos problemas y de la necesidad de que sean tratados para que no influyan en el desarrollo de los pequeños", subraya el orientador del colegio gasteiztarra, Ángel Armentia.

Cuando Nesplora llamó a su puerta, Corazonistas no dudó en abrirla y dejarle pasar. Esta empresa vasca de innovación en neurociencias quería contar con colegios de Vitoria para su estudio multicéntrico. Una investigación con 830 niños de distintas comunidades (Valencia, Navarra, Andalucía y Euskadi) que pretende relacionar las variables atencionales con aspectos como la velocidad de procesamiento, los criterios clínicos propuestos por la comunidad científica o la posibilidad de realizar un diagnóstico precoz de las dificultades de aprendizaje. Para abordar su misión, la compañía ha contado con un aparato único: unas gafas virtuales conectadas a un ordenador que recrea con imagen y sonidos un aula. En ese escenario, los menores han de realizar distintas pruebas que permiten conocer su atención selectiva, la sostenida, sus tiempos de reacción, la rapidez para asimilar las órdenes y su impulsividad. A veces aparecen distracciones, como el paso ruidoso de una ambulancia o el vuelo de una notita de un pupitre a otro. En otros casos, no.

Corazonistas presentó la iniciativa a las familias en septiembre del año pasado. En noviembre, al finalizar el plazo de inscripción, había 193 niños apuntados. "Supone el 20% del alumnado de Infantil y ESO. No nos esperábamos una respuesta tan buena", reconoce Armentia. Posteriormente, a lo largo de tres meses, todos ellos fueron sometiéndose a los tests de medición. Aitziber Zulueta, doctora en psicopedagogía, fue la encargada de aplicar las pruebas. "Las viejas herramientas eran precisas, pero muy aburridas. Cuando veas una x en la secuencia, da al botón. Este sistema informático nos ofrece estimaciones muy precisas de los tiempos de reacción de los escolares, el número exacto de aciertos y errores y el grado de distracción de los niños ante ciertos estímulos, a la vez que los chavales se divierten, porque va en la misma onda que los videojuegos con los que se entretienen", explica la profesional.

En la primera fase, el docente virtual explica al alumno que debe presionar el ratón ante todos los estímulos que aparezcan salvo si es una manzana. "Y hay veces que éste le engaña y dice maaaan... tenimiento, lo que permite comprobar si le da o no y, por tanto, su impulsividad", ejemplifica Zulueta. En la siguiente, se pida al chaval que mueva el dedo sólo cuando el profesor pronuncie el 7. "Le ponemos en una situación aburrida", aclara la experta. Lo suficiente como para que el niño se autoexija, si puede, más concentración. La investigación de Corazonistas se completó, además, con dos pruebas tradicionales, alejadas del mundo virtual, para afianzar los resultados en coordinación y rapidez de reflejos. "Las gafas son un gran sistema de medición", resalta la experta, "pero con ellas no basta, porque puede que el niño haya tenido un mal día o se lo haya tomado a broma".

Recabados todos los datos, la psicopedagoga procedió a su análisis. Los resultados no le sorprendieron. Se detectó un 5% de alumnos con alguna limitación atencional o relacionada con exceso de actividad motora. Un dato que confirma las referencias estadísticas de otros estudios científicos. Según esos informes, entre un 4% y un 6% de los niños sufre problemas de atención. Justo la causa más frecuente de fracaso escolar. Y eso que, en muchos casos, dichos estudiantes suelen ser personas inteligentes. De ahí la importancia del diagnóstico. Cuanto antes sean reconducidos, antes podrán exprimir su potencial. "Descubrir que un hijo manifiesta un trastorno de atención puede resultar un reto en casa, pero no tiene por qué ser un problema", afirma Zulueta. Estos niños pueden lograr resultados académicos brillantes siempre que se disponga de la información y ayuda adecuada, "y eso es lo que tratamos de mejorar con la investigación".

Tras conocerse los datos, el colegio celebró un encuentro informativo para padres y reuniones individuales con aquellos cuyos hijos dieron resultados negativos. "Muchos padres lo sabían de antemano y otros confirmaron sus sospechas", revela la consultora de Corazonistas, Miren Olasolo. A continuación, se les ofreció consulta gratuita en Isep Clinic, centro donde trabaja Zulueta, así como una serie de pautas. Las mismas que este colegio lleva tiempo siguiendo con estudiantes ya diagnosticados. Su herramienta es SOS en el aula, un manual con treinta normas destinadas a padres, docentes y a los propios alumnos - si el niño tiene ya edad para procurar el autocontrol-. Todas ellas se adaptan a los tres perfiles típicos de estos trastornos. "El niño que no molesta pero está en la luna de Valencia, el que molesta porque le sobra energía y el que es una mezcla de los anteriores", resume la profesional.

Algunas de esas pautas resultan clave por lo básicas que son. "Hay que procurar que duerman bien, tengan limitadas las horas de tele y videojuegos, unas rutinas claras, mucho orden en la habitación....", ejemplifica Olasolo. "Y no sobreestimular", apostilla Zulueta. Si el niño tiene que comer, esa deberá ser la única motivación. La correcta aplicación de estas reglas y el paso del tiempo harán el resto. Luis Rojas Marcos llegó a pensar que era un niño malo. Ahora, está reconocido como uno de los psiquiatras más prestigiosos. Y padece TDAH.