Internet ha construido nuevas formas de relacionarse con el mundo. Y esa ciberconexión con amigos, conocidos y extraños también ha favorecido una nueva cultura de la solidaridad. Cada vez más proliferan plataformas digitales especializadas en la recogida de firmas on line, capaces de reunir a miles y miles de personas por distintas causas. Las hay que tan sólo aceptan campañas de impacto internacional y otras que están abiertas a cualquier iniciativa, por muy localista que sea. En todos los casos, actúan como pararrayos para canalizar las preocupaciones e intereses de los ciudadanos dispersos integrándolos en torno a un desafío común con objetivos claros. La más conocida es, sin duda, Change.org, que agrupa ya a 50 millones de usuarios. Una macrocasa donde pueden encontrarse también decenas de iniciativas con sello alavés. La mayoría, marcadas por el impacto de los recortes económicos tanto en la ciudad como en el territorio, la falta de sensibilidad en políticas sociales, los derechos de los animales, obras controvertidas y conflictos laborales. Adhesiones voluntarias y altruistas que dan visibilidad a circunstancias injustas y medidas polémicas. La suficiente como para que los responsables de esas situaciones puedan llegar a sentir sonrojo público y, a veces, terminen por reconsiderar sus decisiones.

La comunidad virtual canta literalmente victoria cuando la causa sale adelante. Y así lo hizo con la campaña contra el cierre de la haurreskola Virgen Blanca de Abetxuko. El Gabinete de Javier Maroto había decidido clausurar la única guardería del barrio por una supuesta falta de demanda, a raíz de un estudio que alertaba de que al empezar el año sólo había un niño matriculado en el aula de cunas. Unos meses después, sin embargo, sólo quedaban dos plazas libres en la guardería. Además, el Ayuntamiento se había gastado en los últimos años 200.000 euros para adaptar la guardería tras cuatro décadas en funcionamiento. Change.org logró aglutinar los 675 apoyos previstos por las familias y el profesorado del centro. Un apoyo que se sumó con éxito a la presión de los medios de comunicación, los sindicatos, los grupos políticos de la oposición en el Consistorio de Vitoria, a la plataforma de padres afectados... Nadie entendía ni compartía la decisión y al final, bombardeado desde tantos frentes, el PP acabó rindiéndose a la lógica de la calle.

Sin las nuevas tecnologías, tal vez los centros públicos de enseñanza de Euskadi seguirían discriminando en sus comedores a los niños vegetarianos. Una familia de Vitoria inició hace un año una lucha titánica para que su hija pudiese comer en la escuela conforme a su condición vegana, pero el Gobierno Vasco acabó rechazando su petición tras haber seguido todos los pasos exigidos. La asociación Askekintza acudió entonces a la plataforma virtual de recogida de firmas, movida por la necesidad de dar amparo colectivo a estas personas y convertir su solicitud en un derecho para quienes hayan escogido esa opción alimentaria. Y triunfó. La causa acabó cosechando el apoyo de más de 2.400 personas, un altavoz que llegó a las redes sociales y los medios de comunicación tradicionales. Al final, el Departamento vasco de Educación aceptó el clamor e introdujo la alimentación sin cárnicos en todos los colegios de la red.

Otro triunfo alimentado por Change.org comenzó por una serie de artículos en DNA que desvelaban maltrato de animales en Labastida. Ante la indiferencia de su Ayuntamiento, algunos vecinos preocupados dieron a conocer casos estremecedores que venían sucediendo desde hacía dos años y no se atrevían a denunciar por miedo. Decían que un hombre llamado Leo tenía atados a los perros con correas tan cortas que no se podían echar, que los privaba de agua y comida, que una vez a uno le cortó la cabeza con un golpe de pala, y que poseía varias cabras y burros con síntomas de desnutrición y calvas de los múltiples golpes recibidos. También advirtieron de que un grupo de personas de etnia gitana contaba con perros para peleas y que mantenía a sus caballos en pésimas condiciones. El ecologista Rubén Sierra subió la historia con testimonios gráficos a la plataforma de recogida de firmas para forzar al alcalde de esa localidad de Rioja Alavesa y al diputado general a cumplir la ley. Tras 666 ciberadhesiones, una campaña de cartas a la antigua usanza impulsada por Equo Euskadi, mails y llamadas telefónicas, llegó la victoria. El Ejecutivo foral decomisó todos los animales y los trasladó a Armentia.

A veces, el éxito de una campaña llega tras miles de firmas. Otras, tras haber reunido tan sólo un puñado. No hay receta mágica. En ocasiones es posible lograr cambios sin grandes movilizaciones y también puede suceder que una causa con tremendos apoyos no provoque reacciones en las altas esferas. No obstante, cuanto más localista sea una iniciativa, más habitual es que se quede en el camino o pasen los meses y siga esperando un final. En Álava, varias de esas causas pendientes de resolución afectan a la nueva ordenanza municipal de tenencia y protección de animales de Vitoria. El documento inicial contemplaba que las mascotas sólo pudieran pasear sueltas en determinadas zonas de la ciudad y exclusivamente por la noche, pero los grupos políticos no lograron ponerse de acuerdo con los parques ni los horarios. Por eso, tras la aprobación del resto de contenidos en el Pleno, será un decreto de Alcaldía el que fije ambas cuestiones. Demasiada incertidumbre que ha dado paso a varias campañas con parecidos objetivos en la plataforma virtual.

La asociación protectora de animales exige que no haya restricción horaria, en una causa que por ahora ha aglutinado 607 firmas. Un particular reunió 253 con esa misma reivindicación y su rechazo a la zonificación, pero posteriormente cerró la solicitud. Otra ciudadana se registró en Change.org para sumar rechazos a la ley en sí misma al considerar que su afán con las limitaciones es meramente recaudatorio y lleva 49 apoyos. No obstante, la causa que más adhesiones ha logrado por ahora de todas las relacionadas con los derechos a los animales es Vitoria-Gasteiz: ser Capital Verde Europea requiere un trato ético a los animales. Su autor es el mismo ecologista que visibilizó los horrores de Labastida y exige acabar con "el uso" de estos seres vivos "como recurso de diversión". Sus objetivos son poner fin a la carrera de burros y a las corridas de toros, dos espectáculos que no se ven afectados por la nueva ordenanza. Apoyos, por ahora, no han faltado. Ya se han alcanzado 1.795 firmas, lo que convierte esta causa en una de las más prolíficas del ciberactivismo vitoriano a pesar de que esté condenada de antemano a la indiferencia institucional.

Los colectivos sociales también han recurrido al ciberactivismo para defenderse de los recortes que ponen en peligro su trabajo. Change.org ha recogido peticiones de Eginaren Eginez, Bizitza Berria, la Coordinadora de ONG Desarrollo Euskadi y la Plataforma Alavesa de Apoyo a Personas Jóvenes Extranjeras. Las asociaciones nacidas a partir de decisiones institucionales controvertidas también se han hecho hueco en la plataforma virtual, como la que lucha contra el fracking en Kuartango o la que surgió para defender el mantenimiento de la oferta de ocio de los centros cívicos de Vitoria. Internet pone el altavoz a todos los conflictos, incluidos los laborales. Trabajadores de Celsa Atlantic, del servicio de atención ciudadana del Ayuntamiento gasteiztarra o de Radio Vitoria, entre otras empresas, han tratado de encontrar en la recogida de firmas on line una salida alternativa a la cola del paro. Y, aunque no lo hayan logrado, al menos han conseguido el calor de la ciudadanía. Eslabones de solidaridad que sin las nuevas tecnologías hubieran sido imposibles de enlazar.

Por supuesto, existen voces críticas con esta nueva forma de lucha social. Hay quienes consideran que comunidades virtuales como Change.org alimentan el activismo de sofá y frenan la implicación real, ésa que exige salir a la calle y buscar el enfrentamiento directo. Además, advierten de que estas plataformas basan su discurso en la defensa de acciones humanitarias mientras recaudan dinero a través de donativos con los que impulsan la promoción de las peticiones con más apoyo económico y la publicidad de empresas que quieren apoyar determinadas campañas. Tengan o no razón, la realidad es que la recogida de firmas online se ha consolidado como la mejor opción para, por lo menos, conseguir revuelo mediático sobre una causa que de otra forma sería difícil de conocer. Y muchas veces esa visibilidad es, para sus promotores, la mayor de las victorias. El inicio, tal vez, de una mayor concienciación.