HAY promesas que dejan en muy mal lugar a los que las realizan, especialmente si se trata de una institución pública, que como tal está -o debería estarlo- al servicio de los ciudadanos. Porque una cosa es asegurar nimiedades, y otra muy distinta prometer a un pueblo la rehabilitación y refuerzo de un edificio derruido "como máximo en dos años" y, tras 34 años, no haber movido aún ni un dedo. En este caso, el rey de las demoras es la Diputación alavesa, y la víctima de la desidia foral durante más de tres décadas -que se dice pronto- es el pueblo de Galarreta. Concretamente, su iglesia, que ya no luce como debiera.

Corría el año 1979 cuando el Ejecutivo foral, recuperada su posición como órgano representativo con la democracia, acordó con la localidad alavesa de Galarreta que procedería a restaurar la iglesia en un plazo de dos años. El objeto principal de la reforma sería la torre del siglo XVII, que se eleva majestuosa casi cincuenta metros hacia el cielo. Además, el Ejecutivo provincial restauraría también los arcos y otros objetos y estructuras de valor arquitectónico con un presupuesto total de 1.125.000 pesetas de la época. Alcanzado este acuerdo el pueblo se quedó tranquilo porque la torre, ya por aquel entonces, tenía muy mala pinta. El riesgo de derrumbamiento era evidente, pero empezó a correr el tiempo y por allí no había ni rastro de las máquinas o los operarios prometidos por los responsables forales. Y así hasta hoy.

Curiosamente, y en lo que podría ser el gesto de dejadez más dilatado visto en estos lares, durante estas tres décadas ni los vecinos ni los responsables de San Millán, al que Galarreta pertenece, pasaron por la Diputación a preguntar por el proyecto de rehabilitación a los sucesivos diputados generales. De hecho, no fue hasta hace dos años, el 4 de noviembre de 2011, cuando el concejo de la localidad, a petición de un grupo de vecinos, trasladó al Ejecutivo foral la primera petición formal para que tomara cartas en el asunto. A aquella misiva le siguió otra en enero de 2012 y una última el pasado 10 de octubre. Preocupados por el deterioro y la degeneración del enclave, estos vecinos iniciaron una labor de documentación y búsqueda de datos de la época. Curiosamente, a través de la Diócesis de Álava se encontraron con el acuerdo alcanzado en 1979. En él, la Diputación se comprometía a "la restauración de la torre, los arcos y demás objetos de valor arquitectónico" a cambio de que el pueblo les cediera la propiedad del terreno.

A raíz de este descubrimiento enviaron tres documentos al Servicio Foral de Patrimonio Histórico, cuya responsable última es la diputada Icíar Lamarain pero, a la espera de una contestación al último de los requerimientos del pueblo de Galarreta, los dos anteriores obtuvieron la misma respuesta: "No hay dinero para eso". Sin embargo, la carta que les enviaron no decía ni una palabra de los 34 años de retraso en informarles al respecto. El problema es que, aunque la Diputación se lo está tomando con demasiada tranquilidad, la torre de la iglesia sigue su proceso de descomposición, desnuda de la piedra de sillería, con sus carnes al aire y el riesgo de desprendimiento.

En realidad, los vecinos ni siquiera solicitan ya que todo el recinto de la iglesia recupere su antiguo esplendor, sino que, en primer lugar, el enclave se rehabilite y consolide para evitar riesgos, pues la torre está ubicada junto a la carretera y justo encima de casas como la propia sociedad del pueblo. Una vez asegurada la zona, consideran que el recinto, que se remonta al siglo XVI y además alberga también la capilla de los Velasco, ahora tapiada, posee el suficiente valor histórico y arqueológico como para ejercer de punto cultural de la provincia, como demuestra el hecho de que el propio Gobierno Vasco lo incluyera en el catálogo de bienes culturales calificados del Camino de Santiago a su paso por la CAV.

una reforma que no llega También el retablo mayor acabó lejos del pueblo a cambio de 325.000 pesetas, pagados en 1974 por la iglesia de las Desamparadas de la capital alavesa a cambio de un trabajadísimo y vistoso altar de gran valor histórico. Con el dinero, la iglesia de Galarreta pudo saldar las deudas que había adquirido veinte años atrás al acondicionar la antigua escuela del pueblo y reconvertirla en el nuevo lugar de culto del municipio. Y así, pasados sesenta años desde que la iglesia de Galarreta se derrumbara dejando en un peligroso estado catatónico a su torre, y dejados atrás 34 años desde que la Diputación sellara un apretón de manos por el que se comprometía a restaurar el enclave para evitar males mayores, la realidad es que esta localidad alavesa sigue esperando una reforma que nunca llega.