Vitoria. "cONSEJOS para ahorrar". Clic. 2.650.000 resultados. Internet refleja de forma abrumadora la necesidad impuesta por la crisis de ajustar los gastos. Muchas de esas recomendaciones proceden de bancos y aseguradoras, volcados en captar clientes en nombre de la austeridad. Una cruzada la de estos gigantes que, según una encuesta recientemente realizada, tendría recorrido en Euskadi. El estudio, elaborado por la Asociación Europea de Asesores Financieros, ha concluido que los vascos son los más ahorradores de todo el Estado gracias a una tasa de paro inferior a la media española y, a la vez, los más pesimistas sobre la evolución de la situación económica. ¿Pero es así? Este diario ha salido a la calle y los vitorianos han hablado. Todos dudan de semejante nivel de frugalidad, quienes aún tienen margen porque tratan de darse ciertas alegrías y quienes no porque han de gastar lo poco que tienen. En lo que sí están de acuerdo, no obstante, es en ese recelo general ante los cacareados brotes verdes.

La mentalidad de no pensar exclusivamente en el mañana por parte de los ciudadanos con ingresos fijos podría parecer irresponsable. Sin embargo, es positiva en tiempos de crisis. Según la paradoja de la austeridad, si en una época de recesión con una creciente tasa de paro los ciudadanos tratan de ajustar aún más sus gastos el consumo de bienes y servicios tiende a caer, la producción desciende y el ahorro total de la población acaba siendo más bajo. O sea, que hay que saber manejar los dineros -muchos o pocos- para asegurarse un cierto colchón pero sin rayar en el exceso. Los pensionistas de la ciudad que todavía pueden respirar lo saben bien. "Me jubilé el año pasado y he tenido la suerte de trabajar 33 años seguidos en un puesto agradecido. Y lo que tengo claro es que nadie me va a quitar los vinos", afirma Marcelino San José.

La ruta del tinto es el capricho que condimenta su vida de jubilado. "Me gusta y lo bueno es que en lo demás no soy derrochón. Por ejemplo, compro ropa sólo cuando la necesito y al entrar en la tienda ya sé lo que cuesta", explica. Su mujer y su hija "sí que son más hormiguitas, aunque lo que ahorran suele ser para viajar". O sea, que al final acaban haciendo uso del esfuerzo. Como dice Marcelino, "al final la vida son dos días y si has tenido un nivel de vida más alto y has sabido guardar también tienes que disfrutar del dinero y gastarlo si es preciso". De hecho, él se acaba de comprar un coche "de puertas laterales" para llevar con facilidad al nieto. "Eso sí, confío en que sea el definitivo", apostilla el veterano, quien se resiste a seguir su camino sin alertar a las nuevas generaciones de que la época que le tocó a él vivir, de menos a más, no se va a repetir. "Antes llamabas a una puerta y te daban trabajo, ahora como pierdas el que tienes... Y el paro es lo que está haciendo daño", opina.

Dionisio Caballero conoce de primera mano los estragos del desempleo. Su hija y su yerno se quedaron sin trabajo, así que él y su mujer han de ayudarles. Por eso, este jubilado de 73 años que se ha partido el pecho "toda la vida" por su familia no puede ser uno de esos vascos del estudio que ahorra más del 10% de los ingresos mensuales. "Imposible, aun intentándolo. Y, además, eso de que los vascos somos los más ahorradores... Dependerá, ¿no? Unos sí y otros no", apostilla, con sentido común. En su caso, procura hacer "una vida normal", sinónimo en realidad de austeridad. Come siempre en casa, tiene en cuenta los precios en el mercado, controla el consumo de agua y prefiere ponerse la bata en vez de subir la calefacción "porque el gas está por las nubes". No le queda otra opción. "Las pensiones subirán un 0,25%, pero es como si bajaran, porque el nivel de vida ha crecido mucho más", critica. Por desgracia, tampoco ve mejoría a medio plazo. "Los políticos hablan de un cambio en 2015", recuerda, "pero yo digo que ni para 2020 y me jugaría el cuello, aunque me encantaría equivocarme". Además, aunque al final llegara el punto de inflexión, comparte con Marcelino la triste convicción de que "lo que hemos vivido en estos treinta años para atrás no lo van a ver los que ahora son jóvenes".

Otra ciudadana que no es capaz de ver la luz al final del túnel es Blanca Aguillo. El bofetón de la crisis llegó algo más tarde a Euskadi, pero aun así hubo sectores que llevaban notándola "desde hace cinco o seis años", y las perspectivas resultan poco halagüeñas. Por eso esta mujer, una de las muchas personas que se han visto inmersas en procesos de prejubilación anticipada, duda de que los vascos sean los más ahorradores del Estado. "En todo caso, tenemos una mentalidad ahorradora y dentro de lo que es la gente de nuestra edad", matiza. Ella procura gestionar su dinero con cabeza, de acuerdo a las posibilidades actuales, pero tratando de disfrutar de la vida. "Si antes te comprabas un pantalón de cien euros, ahora coges uno más barato. Y si sigues saliendo de bares, en vez de tres consumiciones te tomas una", explica. De vez en cuando, incluso, se da algún capricho. Aunque pequeño. Ponerle un candado a la tarjeta cuando aún tiene algo de crédito no resulta beneficioso ni para su dueño ni para la sociedad en general. Y ella, consciente de los efectos de la teoría de la frugalidad, sabe qué hacer.

"La verdad es que yo tampoco me considero muy ahorrador", confiesa Isidoro Peciña, un gasteiztarra de mediana edad con contrato indefinido desde hace más de veinte años. Esa situación le hace sentirse "afortunado", aunque sabe que nadie puede cantar victoria en estos tiempos en los que las leyes laborales facilitan los despidos. Además, junto a su pareja gana "lo justo y necesario para el día a día y un poco más". Ese poco más es el que administra con prudencia, gastando una parte en ciertas diversiones y quitándose de otras para tejer un pequeño colchón. "Principalmente de donde recorto es de las vacaciones, te olvidas de los viajes largos o de ir al extranjero", explica este vitoriano, quien comparte con el resto de ciudadanos consultados la sensación de que todavía falta mucho tiempo para salir del pozo. "Los políticos hablan de brotes verdes y hay muchas promesas al respecto, pero cuando sales a la calle y hablas con la gente sólo puedes pensar que no existen, porque hay mucho desempleado, personas con malas condiciones laborales y gente bastante necesitada", reflexiona.

Los aitas de Denis Malbuena llevan tiempo diciéndole que sea más ahorrador, precisamente porque presienten que aquellos tiempos prósperos no volverán. "Está claro que gracias a ellos y a su esfuerzo estoy aquí, pero también por mí mismo y por mi trabajo, y yo tengo claro que quiero disfrutar del momento", afirma este joven de 31 años. En su cuadrilla, además, impera la misma filosofía. "Puede que nos quedemos en el paro, pero de momento seguimos currando y no debemos obsesionarnos pensando en esa posibilidad, porque si llega llegará y entonces ya veremos qué hacer", subraya. Parece que Blanca no se equivocó al atribuir la mentalidad austera más a las viejas que a las nuevas generaciones. Al menos este chaval y sus amigos son de los que enarbolan con convicción el carpe diem. "Aunque tampoco soy una cabeza loca, ¿eh? Que quede claro, por favor, que si no...", matiza, entre risas.