Vitoria

Cuando alguien les habla acerca del proyecto para transformar Betoño en una zona de innovación y oportunidades, los pequeños empresarios que mantienen en pie el viejo polígono industrial escuchan poco más que bla, bla, bla. Aquella promesa electoral de Javier Maroto, su plan estrella para activar la economía si los vitorianos le hacían alcalde, les olió entonces "a una de esas muchas cosas bonitas que anuncian los políticos cuando llega la hora de votar". La incredulidad cogió fuerza tras dos primeros años en blanco y no se ha reducido por mucho que ahora el primer edil diga que va a hacer un diagnóstico de la zona con visitas a domicilio. La medida recién anunciada y que arrancará a principios de noviembre suena a paso atrás, si es que alguna vez hubo un camino trazado para esta área de Vitoria. Un espacio donde existen compañías en auge pero, sobre todo, negocios que sufren la crisis económica y naves cerradas.

El silencio casi permanente en las calles del polígono es mala señal. "De cinco años a esta parte el trabajo ha bajado mucho", dice Ramiro Nieves, uno de los tres socios de Carrocerías Oñate. Él es uno de tantos empresarios descreídos ante el plan de Maroto. El último anuncio le parece "poco claro", pero si siempre ha recelado ha sido por lo terriblemente ambicioso del proyecto. Aquella iniciativa contemplaba la transformación de esta área degradada en una zona para la innovación con la creación de 1.000 puestos de trabajo durante las obras y 5.000 después gracias a la instalación de un centro de investigación médica, otro dedicado a la ciencia medioambiental, un tercero de negocios para el desarrollo y otro más de apoyo a emprendedores. "Si tan importante era para él y tan claro tenía que lo iba a poner en marcha, ¿por qué no hizo nada hasta ahora y ahora habla de un diagnóstico? De momento, me suena a papel mojado", reconoce el trabajador. No obstante, Ramiro tampoco tiene muy claro que ese giro de 180 grados "sea lo que necesita el polígono".

Hay quienes creen más en medidas humildes para ayudar a levantar el polígono desde ya que en planes que requieren tanto dinero que acaban aplazándose. El trabajador de Oñate se lamenta del estado de las calles y de la falta de limpieza, aspectos que de mejorarse ayudarían a subsanar la degradación del entorno, aunque tampoco tiene claro qué otras medidas podrían tomarse desde las instituciones para evitar que el motor de Betoño se siga enfriando. "Lo que está claro es que los unos vivimos de los otros y que aquí lo que hace falta es trabajo", subraya. Poco hay en su pequeña empresa desde el bofetón de la crisis. "De los 16 años que llevamos aquí éste es el peor con diferencia", confiesa, "porque estamos facturando ya una tercera parte". Las vacas flacas han adelgazado el sector del automóvil hasta dejarlo en los huesos. Otro profesional del gremio da fe. "Teníamos nueve trabajadores en la cooperativa, ahora son seis y necesitaríamos dos, pero es lo que hay", admite José Mari Fernández, inmerso en su libro de cuentas dentro de la nave de Carrocerías Urbina.

Entre despidos, cierres de negocios y ERE, "por aquí lo que más pasan ya son bicicletas". Un entorno triste "que debería obligar a los políticos a tomar medidas", mientras los empresarios se dedican "a lo suyo, que bastante tenemos de puertas para adentro". La situación de Carrocerías Urbina es problemática desde que se acabó el filón de la granizada. "Los coches que se dañan en la carretera ahora van directos al desguace, así que el volumen de trabajo ha bajado una barbaridad", explica el cooperativista. Otros tantos compañeros de polígono confiesan también con gesto apesadumbrado que "no se ve la luz al final del túnel". La frase es del cabecilla de la empresa familiar Norki, José Mari Lazkano. En 2008 llegaron él y los suyos a Betoño procedentes de Sierras alavesas, necesitados de más espacio. "Nos cogió de lleno la crisis y desde hace tres años hemos caído en picado, como casi todos los que aquí estamos", admite.

Él no necesita un diagnóstico municipal para dibujar su propia radiografía de Betoño. Y resulta desoladora. "Muchas empresas han ido cerrando, algunas han abierto, hasta con trece operarios, y no sé hasta dónde llegarán... Con todo, es evidente que el 80% de los almacenes está de sobra", sostiene. José Mari no llega a cuestionarse si el proyecto anunciado por Maroto daría al polígono el empujón que necesita porque por ahora no cree que vaya a materializarse, pero admite que necesidades hay y perentorias. "En nuestra zona por no tener no tenemos ni contenedores. Estamos bastante abandonados, excepto para cobrar, en eso no se olvidan de nosotros", apostilla. Sólo por pasar la furgoneta por la acera "hay que sacar la cartera y eso que no hay vado". La familia Lazkano está sufriendo y lo seguirá haciendo porque no piensa rendirse. La tienda de venta de material eléctrico, iluminación, porteros automáticos y domótica es su vida. Demasiados años, muchos recuerdos. "En los tiempos buenos tuvimos nueve trabajadores", recuerda el aitite, mientras baja la escalera.

La pesadumbre de la mayoría contrasta, por suerte, con el optimismo contenido de algún que otro pequeño negocio. Luis Ruiz de Infante, dueño de Electrónica Semagar, apunta al mostrador como tocando madera. "Nosotros, para lo que somos, estamos bien. Además, en 2005 nos trasladamos desde la calle Guatemala y fue un cambio a mejor, porque este polígono nos permite colocarnos en un momento en el centro de la ciudad", explica. Eso sí, él cree que Betoño ofrece un amplio margen de mejora y su apuesta sería "especializarlo como polígono de empresas de servicios, teniendo uno aquí y otro al sur, en Armentia, ofreciendo facilidades de movilidad a los que trabajan y a quienes vienen, consolidando los puestos laborales que ya existen e incluso animando a la creación de nuevos". Esa iniciativa sería, a su juicio, "factible, al contrario de la que nos vendió el alcalde". La promesa electoral del PP le suena "a utopía".

Desde que oyó hablar del proyecto antes de los comicios, Luis no ha dejado de preguntarse "el dineral que tiene que costar algo así, de dónde pensaba sacarlo Maroto y qué es lo que supondría para los que ya trabajamos aquí". Los interrogantes se contagian hasta la entrada natural a Betoño, donde se ubica desde el año 1989 la carpintería Lau. El jefe de administración, Javier Uribe, confiesa no conocer al detalle ese proyecto estrella que tanto promete en favor de la economía de la ciudad pero su reacción natural es de recelo. "Las cosas que se anuncian a bombo y platillo no suelen llegar a nada y, si lo hacen, ¿cuándo? Además, ¿dónde encajaría todo eso y a costa de quiénes? Yo no veo que haya sitio para tanta cosa...", admite. Puede que tener tan cerca el intento frustrado del Krea le haya hecho más desconfiado, ese proyecto de centro cultural cuyas obras costaron 18 millones de euros y que no llegó a abrir. "También allí decían que iban a poner viviendas, como en este caso se habla de lofts para trabajadores, y lo único que sucedió es que se gastó mucho dinero para nada", apostilla.

Uribe está convencido de que una de las mejores propuestas para Betoño sería un tranvía periférico. A su juicio, "sería bastante más fácil de trazar y construir que el que anunciaron para las universidades". "Desde luego que sí", apostilla Ruiz de Infante, "aunque eso igual suena un poco a alcaldada, ¿no?". Por eso, sin dejar de lado el transporte, el jefe de administración de Lau apuesta también por reforzar el servicio ya existente, "aunque cierto es que mejorar ha mejorado bastante", con más frecuencias y una ampliación de horarios. Mientras enumera sus propuestas mira hacia fuera y se lamenta de los cambios en la reordenación del tráfico de su calle. "Al poner el carril-bus se eliminaron plazas de aparcamiento que eran importantes para nosotros. Ahora la gente se ve obligada a estacionar más lejos, y eso no es bueno. Además, al cambiar el sentido de la circulación y quitar el semáforo, los coches ya no paran a la altura de la carpintería. Y menos visibilidad...", explica el joven.

Cientos de historias humanas han construido Betoño durante décadas. Seguramente no se verán reflejadas en el diagnóstico técnico que el equipo de gobierno va a realizar de cada una de las empresas que componen el polígono, pero si el alcalde quiere conocer la realidad de la zona tendrá que abrir los oídos. Nadie mejor que los pequeños empresarios y trabajadores saben qué es lo que necesitan. Y la solución no está en el exceso.