Tengo un amigo italiano que vive en Vitoria desde hace muchos años. Un ciudadano del mundo, pues ha vivido en distintos continentes y tiene una perspectiva global que le permite ver objetivamente lo bueno y lo malo de cada sitio que ha conocido. El otro día hablamos de Álava y sus habitantes. Dos interesantes reflexiones:
Una: Le sorprende que muchos pueblos, no los pueblos-dormitorio, estén prácticamente deshabitados. Como amante de la naturaleza que es, lo intentó pero... oh, sorpresa, en una amplia zona rural alavesa los ayuntamientos permiten que sus calles estén tan llenas de ruinas y tan vacías de gente como sus viviendas. Mi amigo no conocía esa consigna tan alavesa de "vender es morir" y que de tanto codiciar, mata por abandono lo que tanto se dice "amar". Ocurre en pueblos de Álava en manos de especuladores, ignorantes y corruptos que temen perder cacho si sus pueblos vuelven a llenarse de gente. Esta realidad acojona, más aún en la situación económica actual, cuando muchos vitorianos quieren y podrían tener una oportunidad en la zona rural. Que no nos extrañe que desaparezcan inversiones en estas zonas, ya que en muchas no hay nadie para quejarse, pues la mayoría de sus empadronados viven en Vitoria y se la pela.
Y dos: En otro orden de cosas y algo bueno que destaca mi amigo es la atención al discapacitado. Mi amigo tiene un hijo con parálisis cerebral. Un niño al que adora y del que se siente muy orgulloso, pues "es absolutamente feliz, que es lo único que importa". Un niño que necesita una educación y atención específica. Tal y como comenta, por lo menos hasta antes de la crisis y aunque la situación estuviera lejos de ser óptima, las necesidades estaban bastante bien cubiertas en comparación a otros lugares. Lástima que ahora se ha demostrado la hipocresía de este país hacia el más débil, retrocediendo, recortando sin piedad y dejando desamparadas a muchas familias. Las barreras arquitectónicas no estaban en las calles, sino en los despachos. Pero me quedo con un comentario que me sorprendió gratamente: "Cuando coincido en el médico con otros padres de niños con la misma discapacidad, veo en los padres de aquí un cariño sincero hacia sus hijos que no he visto en ningún sitio".
Dos observaciones dispares de un testigo objetivo. No estaría mal, por una parte recordar que Álava no sólo es Vitoria y que existe el alavés cabal que intenta cambiar la situación de sus pueblos. Y por otra, recordar también al alavés que saca adelante con callada valentía a sus seres queridos más especiales. A ambos, los corruptos y los ignorantes les dan la espalda.
dna.lavistagorda@gmail.com