Vitoria. Hace ya cinco años que una fachada anodina de una de las plazas más singulares, no sólo de Vitoria, sino de Euskadi, se transmutó en un vistoso mural que pese a constituir una auténtica explosión de colores respetaba el carácter medieval de la zona. Lo más relevante de este trabajo de la plaza de las Burullerías, sin embargo, no era su vistosidad o su calidad artística, sino el hecho de que lo habían pintado vitorianos comunes y corrientes, sin una especial formación artística, gente que durante unas semanas compartió andamio con otros ciudadanos, creando un ambiente especial.
Desde entonces, alrededor de 300 personas se han sumado, de forma directa o indirecta, a un proyecto que se ha traducido en diez murales en diferentes puntos del Casco Viejo, cada cual con una temática diferente y en los que, como subraya una de las organizadoras de los talleres, Christina Werckmeister, el proceso es más importante sobre el resultado. La convivencia entre los voluntarios, las señoras que salen a la ventana para ofrecer un refresco a los acalorados pintores aficionados, o el orgullo de admirar el trabajo realizado una vez retirado el andamio son los principales valores de un itinerario muralístico que hoy admiran por igual turistas y vecinos.
Con este primer lustro a las espaldas del proyecto se ha decidido dar un paso adelante. Este verano las personas con movilidad reducida, que lógicamente no pueden subirse a un andamio, podrán participar en la iniciativa aprovechando que uno de los murales se ubicará en una fachada sobre la que es imposible colocar soporte alguno, pues se encuentra sobre un tejado a dos aguas de la calle Barrancal.
Para poder materializar la idea se ha importado una técnica muy utilizada en Estados Unidos y Canadá que consiste en pintar sobre una tela especial, en el suelo, compuesta por un material que luego se adhiere a la pared. "En el taller perdemos el ambientillo tan bueno que hay en la calle, allí la gente te ve trabajar, personas que en la vida se hubiesen subido a un andamio se encuentran en un cuarto piso pintando, la convivencia es muy especial", explica Christina, que en todo caso recuerda que esa filosofía se tratará de llevar cabo, en la medida de lo posible, bajo techo. "Estaremos en la Escuela Taller del Casco Histórico de la calle Pintorería, pero con las puertas abiertas para recuperar esa sensación del andamio", anuncia. El colofón a esta actividad será espectacular. Una empresa de trabajos verticales se encargará de ir desplegando poco a poco el mural -se lleva enrollado hasta el tejado- hasta dejar ver la obra completa.
La apuesta por el muralismo indoor supone un salto cualitativo tras cinco años en los que "lo mejor ha sido la participación, porque la filosofía es siempre primar la participación sobre el producto", concluye Werckmeister.