La plaza de los Fueros dijo ayer adiós a las obras y hola a su renovado aspecto. Un nuevo paisaje cuya particularidad es que se parece al viejo, a la idea original que tuvieron el arquitecto Luis Peña Ganchegui y el escultor Eduardo Chillida para este céntrico espacio de Vitoria hace ya 35 años. La zona carece ahora de mirador y de valla seguridad en el foso que alberga la estatua a los fueros, la zona más modificada ya que también se ha reducido el tamaño de los muros y se ha limitado el desnivel de las escaleras. Estas modificaciones, aunque puedan exigir una mirada al detalle, han resultado claves para salvar las diferencias arrastradas durante años entre los familiares de los artistas y el Consistorio de Vitoria.
La plaza de los Fueros se impulsó en 1976. Las Juntas Generales decidieron situar en el espacio antes ocupado por la vieja plaza de abastos, derribada dos años antes, un monumento conmemorativo a los fueros al cumplirse 100 años de la ley de 1876. Peña Ganchegui y Chillida fueron elegidos para dar forma a este proyecto de granito. Finalizado en 1982, desde el principio hubo personas a favor y en contra del proyecto, pero la verdadera controversia se fraguó por accidente. El que, el 1 de marzo de 1981, sufrió un niño de cinco años que cayó al foso de más de cuatro metros de profundidad. El suceso provocó heridas graves al pequeño y, con el tiempo, a la plaza.
El Consistorio optó por cubrir el foso de forma provisional, dejándolo al mismo nivel que el resto de la muralla, después se barajó cubrir el hueco con redes, hacer crecer los muros y, por último, vallar el acceso a la zona ante su peligrosidad y falta de higiene. Este cambio prosperó y, con el, se ganó en seguridad, se perdió en estética y se provocó el descontento de los artistas. Luis Chillida reconoció ayer que "a aita le daba pena venir a ver su plaza en Vitoria. No quería que nadie la visitase". Las diferencias entre ambas partes parecían enquistadas. Hasta que, en una cena en Artium, el actual asesor cultural de la Alcaldía, Enrike Ruiz de Gordoa, abrió una puerta a una nueva actuación en la plaza para "saldar la deuda", como en repetidas ocasiones ha reconocido el primer edil, Patxi Lazcoz, con las familias de los ya desaparecidos autores. El acuerdo se anunció el 23 de marzo de 2009. La actuación, en la que se involucró directamente la hija de Peña Ganchegui, la también arquitecta Rocío, pretendía recuperar el espíritu original del entorno. La clave estaba en elevar el suelo del foso de la escultura, para así reducir la diferencia de altura con la calle. De esta forma, se podría eliminar la verja de seguridad y el mirador. Y, de paso, se plantearon otras actuaciones, como la restauración de la escultura, la limpieza de la zona, la renovación de la iluminación -que se aprovecha mejor al centrarse en determinadas zonas, pese a pasar de los 28.000 watios de antes a los 8.000 actuales-, la protección de los alcorques para evitar tropezones o la impermeabilización de la bolera, un imprevisto que ha hecho que se superen los casi 949.000 euros en que se presupuestó la actuación, con cargo al segundo plan E del Gobierno central.
La enorme valla que anuncia esta inversión es ya el último vestigio de las obras, que se adjudicaron en abril de 2010 para que se terminaran en noviembre. Los plazos, sin embargo, se alargaron. Pero ayer llegó el día de la reinauguración. Por fin. Las familias Peña Ganchegui y Chillida acudieron a Vitoria para presenciar el legado de sus padres, ese que quizá hasta ahora había pasado desapercibido en Gasteiz y que ahora se ha puesto en valor. La sorpresa del acto estuvo en la colocación de una pequeña réplica en aluminio de la plaza en plena calle Postas. Más de un viandante se topó por sorpresa con esta maqueta circular, que en su leyenda reivindica el carácter de "símbolo" de este espacio. Por esta razón incluye un roble para proteger los fueros y da cabida a juegos populares, que representan al pueblo vasco. Vitoria y Euskadi han recuperado una parte de su historia.
vitoria. La réplica instalada en el entorno de la plaza de los Fueros atrajo ayer las miradas de los viandantes, que detectaron esta novedad pero no tanto el cambio en este céntrico espacio. La arquitecta e hija de uno de los autores del recinto, Rocío Peña Ganchegui, lo interpretó como "una buena noticia". Como un reflejo de que la zona ha modificado sus detalles sólo para recuperar su espíritu. Una vuelta a los orígenes que dejó opiniones para todos los gustos.
"Después de todos los meses que han estado trabajando, no me parece para tanto. Además, la escultura sigue estando ahí metida y no se ve", comentó Maribel, que tocó con sus propias manos la maqueta instalada en el entorno. Esta réplica de la plaza de los Fueros fue la zona donde más se pararon los vecinos del centro. "Pues este monolito se lo podía haber ahorrado; igual parte de ese dinero tenían que haberlo destinado a otras cosas", explicó Jesús, que habitualmente pasa por esta zona y demostró un control detallado del cambio, al percatarse de la modificación de los alcorques o la desaparición de la valla de seguridad. Otra ciudadana, Inés, reconoció que se paró "por curiosidad" a ver el resultado: "Claro que se nota el cambio. Está mejor que antes".