Vitoria. Experto en planificación, políticas de suelo, paisaje y rehabilitación urbana. Su presencia viene que ni pintada, ahora que Vitoria es Capital Verde Europea. ¿Es éste el modelo de ciudad ideal?

Del final de la dictadura para aquí se ha producido una mejora general de las ciudades. Allí donde había una chatarrería hay un equipamiento, donde no había zonas verdes ahora hay, donde no había transporte público ahora funciona un magnífico tranvía, como aquí... Esto se debe al progreso económico, la acción de las instituciones y a las reclamaciones de los vecinos. No obstante, en los últimos diez años, hemos visto fenómenos que ponen en riesgo los avances que habíamos conocido.

¿Cuáles son esos fenómenos que frenan los avances de la ciudad?

Para empezar, se ha producido una peligrosa dispersión de la urbanización sobre el territorio y un consumo acelerado de suelo.

Justo lo que ha sufrido Vitoria con la creación de sus nuevos barrios.

El caso es que la dispersión empezó con unos procesos que al principio parecían de desconcentración: la ciudad central no crecía tanto o incluso perdía población y crecían los del entorno. Bilbao es un caso paradigmático. Pero no sólo es que no crecía la ciudad central, sino que aquello que crecía en la corona metropolitana no eran los municipios más densos, sino los menos. Esto ha tenido como efecto que el consumo de suelo, que había sido muy bajo, haya sufrido un crecimiento exponencial. Y esto ha ido acompañado de un tipo de vivienda al que no estábamos acostumbrados, unifamiliar, y el estallido del mercado inmobiliario. Resultado: hemos consumido cantidades ingentes de suelo.

Y las consecuencias no son buenas.

Presenta problemas muy muy graves: fragmentación de los espacios naturales, impacto paisajístico y, como cuestión de carácter más prosaico, incremento de los costes para la prestación de servicios.

Vayamos con el segundo problema.

Al funcionar las ciudades como unidades integradas, el mercado del suelo ha funcionado también así. Y el mecanismo de los precios del suelo ha ido seleccionando las actividades en función del conjunto metropolitano. Aquellos espacios más atractivos para la residencia han concentrado residencia, los productivos, actividad productiva... Es lo que llamamos la especialización funcional. Y presenta gravísimos problemas desde el punto de vista de funcionalidad del territorio. Los ciudadanos debemos realizar sobre un territorio cada vez más extenso funciones que antes satisfacíamos en un solo lugar.

¿Tercer fenómeno de riesgo?

Los que tenéis entre 25 y 30 años, los babybooms, os independizáis. Además, está el fenómeno de la inmigración. La demanda de vivienda es muy alta, y va acompañado de una subida muy fuerte de precios, por lo que los precios han funcionado como un filtro: como elegimos en función de ingresos, quienes menos tienen van allí donde los precios son más bajos. Y eso ha incrementado el riesgo de la segregación urbana.

Dispersión, especialización y segregación. ¿Cómo se pueden combatir estos fenómenos?

Hay que pugnar por una nueva cultura del territorio. Frente a la dispersión y ocupación indiscriminada de suelo, hay que pugnar por la densidad razonable, la cohesión, la distinción entre el espacio urbano y abierto. Frente a la especialización, hay que pugnar por la mixicidad y la complejidad. Y frente a la segregación, que puede provocar grandes fracturas en la ciudad, hay que pugnar por la convivencia de grupos sociales distintos en un mismo espacio por una cuestión de igualdad de oportunidades y también como una forma de calificar a la ciudad a través de la equidad social.

¿Y esto los gobiernos competentes lo tienen claro? En Vitoria se han cometido esos errores.

Es responsabilidad de las administraciones actuar. Hace falta más compromiso público, más políticas urbanas .Para esto es necesario dotarse de nuevos instrumentos, puesto que los retos son también distintos. Hay que reforzar la práctica urbanística para intervenir mejor. Además, el planeamiento urbanístico no debe ser sólo municipal, porque estas dinámicas de las que hablo tienen una naturaleza supramunicipal. Esto es una paradoja absoluta: hemos tenido áreas formadas por 50 municipios y tratamos de responder a sus retos con 50 planes. Es imposible. Por último, se necesita también hacer una reflexión, que es lo que me ha traído a Vitoria, sobre el paisaje.

¿Cómo debe articularse el paisaje en la planificación de una ciudad?

El paisaje en nuestra vida era una permanencia: pasabas y el paisaje se quedaba. Era un elemento de identidad. Pero el paisaje ha sufrido una de las transformaciones más brutales de la mano humana. Y lejos de satisfacernos, esta situación nos intranquiliza. Nos sentimos desamparados. El sentimiento de la pérdida del lugar, lo llaman los ingleses.

¿Será por eso que una gran plataforma ciudadana está luchando en Vitoria por mantener intacto el parque donde se va a construir una estación intermodal?

Hay una sensación colectiva de que, en estos procesos de transformación, el paisaje pierde valores. Tiende a homogeneizarse y va perdiendo valores de carácter patrimonial, ambiental, simbólico. Así que la reacción es: "conservemos el paisaje". Pero esto es una quimera, porque si el paisaje es el resultado de la relación entre la sociedad y el entorno, en toda sociedad que cambie cambiará el paisaje.

¿Entonces, qué hay que hacer?

Asumiendo la inevitabilidad de los cambios, hay que pugnar por que no supongan un menoscabo de los valores del paisaje, sino un ensalzamiento. Esta es una reflexión que cada vez va a más.