La arruga es Vitoria. Lo confirman las estadísticas. En las dos últimas décadas, niños y adolescentes han perdido un tercio de sus efectivos mientras que la población de más de 65 años se ha duplicado. En la actualidad, los jubilados conforman el 17% de la población. Una tendencia al alza que de momento seguirá imparable, a pesar de que la tasa de natalidad haya tomado aire a golpe de inmigración. Tiene varias explicaciones. La principal, que los que ahora peinan canas eran los jóvenes de los fabriles sesenta, la época en que la capital alavesa vivió su gran explosión demográfica con la llegada de miles de personas de distintas zonas de España en busca de trabajo. De pronto, los 30.000 habitantes pasaron a ser 136.000: un boom en toda regla al que a partir de entonces siguió un moderado crecimiento del 1% anual. Y, por tanto, el progresivo envejecimiento de la población.
Los jubilados ya son más que los menores de quince años. Y, a diferencia de sus predecesores, sus pilas duran y duran. También lo confirman las estadísticas. Durante las primeras cuatro décadas del siglo XX, eran más las personas que morían cada año que los nacimientos que se registraban, y no porque hubiera pocos partos. Pero a partir de esa fecha y hasta la actualidad, la tasa siempre ha sido positiva, con más alumbramientos que defunciones. Una realidad que, además, en los últimos años ha dibujado una curva hacia arriba. En 2001, el saldo vegetativo era de 160 personas. Y en 2009, llegó hasta las 828. O sea, que Vitoria-Gasteiz sí es ciudad para viejos, pero también se renueva.
El crecimiento migratorio es parte responsable de esa línea ascendente. Durante todos los años de la última década, han sido más las personas que han venido a Vitoria que las que se han marchado. Y, además, el flujo no ha dejado de crecer, a la par que ha ido modificándose el perfil del fenómeno: en 1997 el número de altas fue de sólo 3.445 personas, de las que la mitad provino del resto del Estado; en 2009, hubo 8.545 altas, y el 29% de éstas correspondió a ciudadanos procedentes de países extranjeros. Gipuzcoanos, vizcaínos, navarros, sudamericanos y magrebíes, principalmente, están detrás de estas cifras. ¿Y alaveses? No tantos como podría parecer. En el mismo periodo de tiempo, siempre han sido más los gasteiztarras que se han mudado a otras localidades del territorio foral que los que se han trasladado de sus pueblos a la capital con las maletas.
En cualquier caso, el resultado final de todos estos movimientos ha sido una diversificación de la población de Vitoria en cuanto al lugar de procedencia. Mientras que en 1997 sólo el 2% de la población había nacido en un país extranjero, ahora el 11% de las personas residentes en el municipio asomó la cabeza por primera vez fuera del Estado. Un fenómeno que se hace muy visible en el Casco Viejo. El bajo precio de los alquileres de las viviendas por el cuestionable estado de muchas de ellas y del barrio en general -olvidado por el Ayuntamiento hasta 2008, año en que se inició un proceso de revitalización que durará al menos hasta 2016-, ha convertido el corazón de la ciudad en el principal barrio de acogida de inmigrantes. Claro que eso, al mismo tiempo, también ha favorecido su rejuvenecimiento en muy poco tiempo. Ahí están, otra vez, las estadísticas para confirmarlo: en 1997, los mayores de 65 primaveras representaban el 23% de la población residente en la colina; ahora, constituyen el 17%.
Los barrios artríticos son ya otros, precisamente los que nacieron o crecieron durante la época de la industrialización y que bordean el centro de Vitoria. En la lista aparecen Coronación, con un 30% de residentes en edad de jubilación; Judimendi, con el 29%; Txagorritxu, Arana y Gazalbide, con el 28%; El Anglo y El Pilar, con el 26%; Desamparadas, con el 25%; y San Cristóbal, con el 24%. Eso sí, de todos éstos, los que más han envejecido en la última década no han sido los primeros del ránking, sino Txagorritxu y Zaramaga.
el futuro: Redensificar Los jóvenes prefieren mirar más allá de la antigua circunvalación, ya que es allí donde han brotado las viviendas de protección oficial y los pisos libres sin barreras arquitectónicas. En los últimos diez años se ha notado mucho el desplazamiento de vitorianos hacia la periferia en las cuatro direcciones. Lakua-Arriaga es el distrito con mayor tasa de juventud, ya que los menores de quince años constituyen el 21% de su población. Le siguen Zabalgana (18%) y Salburua (17%), los barrios nuevos de la ciudad y los barrios con mayor potencial de crecimiento. Ya agrupan al 7% de los gasteiztarras y, además, están inmersos en un proceso de redensificación que aumentará aún más el número de habitantes.
El Ayuntamiento ya ha buzoneado un nuevo folleto informativo en torno a la propuesta para construir más en zonas aún poco pobladas de Salburua -los sectores 12, 13 y 14- y Zabalgana -1 y 4-, de forma que el límite de viviendas edificadas pase de 8.900 a 12.427. El segundo episodio de la redensificación, el que afecta a los espacios más populosos de ambos barrios, sigue generando movilizaciones vecinales en contra. El Consistorio, no obstante, tiene claro que hay que aprovechar el suelo existente en vez de seguir estirando los límites de la ciudad. Una estrategia que se combina con el llamado plan Renove, un proyecto que persigue el derribo de las viviendas más obsoletas de los barrios más envejecidos y la edificación de nuevos pisos con todas las comodidades. ¿El objetivo? Que sus actuales residentes ganen calidad de vida y que los distritos de los sesenta ganen atractivo para atraer a los jóvenes. La arruga, bien repartida por toda Vitoria, luce mejor.