Sergio paseó por el Europa con orgullo. Los ojos se le iban al suelo. "Mi padre y mi hermano pusieron todas las baldosas, también las de los baños", recuerda. Manuel miró a todas partes, entusiasmado. Él vive muy cerca, en uno de los pisos edificados de la mano de la cooperativa obrera que se formó tras la expropiación de los solares donde se levantó el edificio, entonces centro cívico y sede congresual. Fue testigo directo de la construcción, y por fin ayer pudo introducirse en las tripas del inmueble, descubrir cómo ha evolucionado desde que se inauguró hace ya veinte años. La oportunidad le llegó en forma de visita guiada, una iniciativa abierta a todos los ciudadanos que finaliza hoy y que forma parte de los actos de celebración del vigésimo aniversario del palacio de congresos más antiguo de Euskadi.
La curiosidad, hasta ahora, se ha contado por centenas. Según detalló el gabinete de Patxi Lazcoz, del día 5 al 8 se registraron 191 participantes. La mayoría, personas mayores. "Han vivido a pie de calle la transformación de la ciudad, de la que el Palacio Europa forma parte, y por eso muestran un gran interés", apuntaron las dos ciceronas. Gurutze se encarga de las visitas guiadas, dos al día que requieren reserva, y Nerea es la conductora de las visitas breves sin cita previa. "La respuesta está siendo bastante positiva", dijeron.
DNA lo constató ayer como un participante más en el recorrido. La visita arrancó en la primera planta, donde se ha ubicado una exposición que rezuma historia: De Cercas Altas al Palacio Europa. Un mapa muestra la minúscula Vitoria del siglo XVIII, su ampliación con la construcción del Ensanche en el siglo XIX, el tímido estiramiento por Ciudad Jardín y su espectacular crecimiento en los años 60. De esa época son las fotografías en blanco y negro, que muestran Siervas de Jesús con el puente elevado del Marqués de Alameda o una irreconocible Avenida de Gasteiz de cuando era la circunvalación por la que pasaba la antigua carretera nacional, con la desaparecida fábrica de Ajuria. "¡Allí trabajaba un tío mío!", recordó Alberto mientras se dirigía hacia la maqueta del Palacio.
"Pese al crecimiento de Vitoria por el oeste, este solar quedó vacío. No estaba claro qué utilidad darle, hasta que el ex alcalde José Ángel Cuerda decidió construir un inmueble que fuera centro cívico y zona de congresos", explicó Gurutze. Nacía así, el 6 de julio de 1989, "un edificio muy moderno para su época". El Europa abrió sus puertas a lo grande, como sede de la VIII Convención en favor del Desarme Nuclear, con una versión de La Paloma de Picasso de cartel. De ahí que el Consistorio haya hilado la fiesta del aniversario con el bicentenario de Iradier, uno de los compositores más tarareados de la historia. Los participantes de la visita guiada no dudaron en cantar aquello de "si a tu ventana llega una paloma...", con Sergio a la batuta.
Lo que no sabían, y descubrieron ayer, es que el Europa recibió en 1999 un gran premio. Claro que cuando la competencia en las ciudades del entorno empezó a ser cada vez más dura, tuvo que ponerse las pilas. En 2003 se sometió a una renovación, y este año afronta una nueva tanda de obras para convertirse cien por cien en espacio congresual. Hace tiempo dejó de ser centro cívico, con el traslado de los servicios a El Pilar, y ahora está culminando el proceso con la conversión de la antigua zona de talleres, en el segundo piso, en pequeñas salas de reuniones. Coste de la reforma: 543.000 euros.
"¿Pero por qué están haciendo las obras si vamos a tener una cosa carísima en Lakua?", se preguntaron los asistentes al final de la visita, junto a la maqueta del futuro Palacio de la Música, Congresos y Exposiciones. El gobierno seguramente les habría contestado que, a la espera del proyecto de Euskaltzaindia, el Europa necesita una reforma para ser un buen anfitrión. Pero, a falta de respuestas, se quedaron con la duda. Y con la palabra crisis en la boca.