onvendría que en estos tiempos que vivimos la mayor crisis de la Unión Europea no nos dedicáramos a hacer un relato de buenos y malos. De hecho, sería de mucha más utilidad buscar el consenso y la negociación de los Estados miembros para poner los recursos de esa unidad al servicio del conjunto de los europeos. El coronavirus y sus consecuencias económicas ha enfrentado los planteamientos de una buena parte de Europa contra otra, por el concepto de solidaridad que debemos manejar. Una vez más se contraponen visiones y formas de entender la Unión, que en ningún caso deberían llevarnos a cuestionar su necesidad y, mucho menos, alimentar a los eurófobos, enemigos de las libertades y de la democracia que, por cierto, han sido los primeros en aprovecharse de la epidemia para aplicar medidas dictatoriales en sus países. Más bien debemos reflexionar sobre los motivos que tienen aquellos que se oponen a nuestras peticiones y recordar que la solidaridad es un concepto indisolublemente unido al de responsabilidad.

Alemania y Holanda han capitaneado la cruzada contra la emisión de eurbonos, en esta ocasión como forma de rescate de los Estados más afectados por el coronavirus. No se han quedado solos, a ellos se les han unido inmediatamente Austria y Finlandia. La medida ha sido solicitada por un grupo de 9 países formado por España, Francia, Italia, Bélgica, Portugal, Irlanda, Grecia, Eslovenia y Luxemburgo. La sola conformación de los dos bloques lo dice todo: de un lado los Estados con menos deuda sobre el PIB y déficit mínimos y, del otro, los más endeudados y con mayores problemas para el control del déficit impuesto hasta ahora por Bruselas. Por tanto, los que se oponen lo hacen porque no están de acuerdo en mutualizar de manera conjunta la deuda que traemos en la mochila cada cual y porque no se fían de las medidas que también cada cual va a implementar para salir de la crisis. Y de fondo, evidentemente, está en juego la estabilidad del euro como moneda común. Poner en un mismo saco la deuda de todos los Estados, estiman que supondría un grave riesgo de depreciación del euro.

Pero que no admitan la emisión de bonos no es cierto que quiera decir que se oponen a otras soluciones solidarias para el conjunto. La primera prueba la protagonizó el BCE con la compra de bonos públicos y privados por valor de 750.000 millones de euros, lo que ha permitido que la prima de riesgo italiana y española se mantenga en niveles de contención. La segunda propuesta lanzada por la Comisión Europea es convertir el presupuesto europeo 2021-2027 en un auténtico Plan Marshall para la reconstrucción de los países en función del grado de afección por la crisis. Una forma de inyectar dinero a proyectos en las políticas estratégicas de la UE, como la sostenibilidad, la digitalización o la seguridad, siempre con una visión reforzada de cohesión territorial y, por tanto, de solidaridad entre socios. También el propio primer ministro holandés, Mark Rutte, proponía esta semana, la creación de un "Fondo del coronavirus", en forma de donación y no de préstamo, dedicado a cubrir los costes sanitarios extraordinarios ocasionados por la pandemia.

Y, como última oferta, por el momento, porque seguro que habrá más, la presidenta de la Comisión, Von der Leyen, ha presentado este jueves su iniciativa SURE, destinada a frenar la masiva destrucción de empleos que está generando el covid-19, especialmente en España e Italia. El programa contará con hasta 100.000 millones de euros que se distribuirán a los países a través de préstamos. Es inaceptable a la luz de los datos caer en la tentación de convertir la situación vivida en la UE como la intransigencia de los ricos del norte hacia los pobres de sur, o de los austeros frente a los derrochadores. Razones tienen unos y otros para sus planteamientos y para preferir o denegar unas soluciones u otras. La resultante deberá consistir en lo que negociando sean capaces de consensuar la Comisión y el Consejo y, en el fondo, el conjunto de los europeos a través de sus representantes. Pero si algo debemos tener presente por el bien de todos, es que las medidas que se implementen desde el principio de solidaridad, es decir, de la responsabilidad de cada uno del todo, también tiene mucho que ver con la respuesta que desde el punto de vista de gestión se tenga después en el uso de dichos recursos.