Con la soltura y naturalidad de quien hace algo todos los días, Cristina González se mueve entre flores y plantas al tiempo que va explicando algunas características de las mismas y en su cabeza va trazando las necesidades que tiene tanto para sus macetas como para su huerta.

Y es que, la candidata del PSE a diputada general de Álava es una auténtica apasionada de la jardinería y la horticultura, las especialidades a las que desde hace veinticinco años dedica su tiempo libre y que le sirven de desconexión cuando deja atrás el trabajo. Una pasión por la huerta heredada de su padre, pero en la que tardó años en coger el relevo y a la que ahora dedica sus esfuerzos tanto en el terreno de cultivo que tiene en Leza como con las macetas que tiene en su domicilio, combinando así frutos y flores.

VIDEO: Descubriendo a... Cristina González

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“Mi padre era muy aficionado a la huerta y siempre habíamos tenido en Leza. Además, tenía muy buena mano y parecía un jardín. A mí me gustaba ir, le veía, cogía una manzana... Pero lo de trabajar la tierra es una afición que ya cogí más adelante. A mi hijo mayor le encantaba ir con su abuelo a la huerta y en cuanto tenía un tiesto a mano plantaba un tomate. Ahí le fui cogiendo el gusto y ahora es un auténtico placer comprobar que podemos usar la tierra para alimentarnos y darnos esa satisfacción de comer lo que hemos cultivado nosotros mismos”, relata.

Más allá de ese placer de comer lo que produce, la huerta es para Cristina González el momento de desconexión tras la jornada laboral. Y, de la misma manera, también su particular manera de hacer ejercicio y mantenerse en forma. “No soy de hacer deporte y coger la azada es mi manera de ser cardiovascularmente sostenible. Además, me relaja y me saca de la rutina porque es una actividad que requiere mucha atención durante todo el año”.

"Se me dan bien los guisantes"

Rememora aquellos veranos en los que la buena mano de su padre daba de comer a la familia con la producción de la huerta: “Se le daba muy bien y era lo que comíamos durante esos meses. El problema con la huerta es que cuando hay calabacines, hay muchos calabacines; y cuando hay vainas, hay muchas vainas. Mi madre se ponía un poco negra con esto, pero al final también te venía bien porque te servía para regalar a los amigos y conocidos”.

guisantes y pochas Ese toque especial a la hora de cultivar no parece haberlo heredado en la sangre, ya que reconoce que su producción es bastante limitada. “Cuando pude tener un terrenito en Vitoria empecé a poner tomates, cebollas, pimientos, calabacines... No con mucho éxito, tengo que decirlo, aunque se me dan bien los guisantes, que los recojo muy pequeñitos del tipo lágrima, y las vainas, que las hago pochas y luego las congelo y tengo bolsas para el invierno. Siempre digo que mi huerta tiene un sabor mucho más concentrado porque no tiene una gran producción”.

DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA descubre las aficiones de la candidata a diputada general de Álava por el PSE, Cristina González Jorge Muñoz

Quizá por eso, la satisfacción que se lleva cada vez que un producto de su boca alcanza su paladar es mayor todavía. No en vano, el proceso de cuidados y mimos que requiere desde la plantación de la semilla a la recogida del fruto: “Tienes que escoger la semilla, tratar la tierra, cuidar que no tengan plagas, regar adecuadamente... Todo ese proceso que hay hasta que lo recoges luego hace que lo que comes te sepa muchísimo mejor y creo que consumir un fruto que ha pasado por tus manos de principio a fin es uno de los grandes placeres de la vida”.

La afición por la horticultura se ha extendido también dentro de las ciudades y Cristina González observa con atención esos balcones en los que muchos vitorianos se han montado sus propios huertos. “Yo he visto huertas hasta en alféizares de ventanas y me parece una gran idea. En una terraza no muy grande puedes poner una terraza de cultivo y sales y tienes un tomate, una guindilla, un pimiento, un pepino... Luego hacerte una ensalada con eso es una maravilla”.

Eso sí, al tiempo que alaba esas plantaciones urbanas, lamenta que en los pueblos muchas parcelas que siempre han estado cultivadas permanezcan ahora vacías y cree que es fundamental potenciar que quienes residen en la zona rural de Álava recuperen ese gusto por cultivar sus propias huertas.

Escuela de Artes y Oficios

“Hay muchísima gente que tiene un terreno y que no lo cultiva y tenemos baldías muchas zonas en las que habría gente encantada de trabajar. Las instituciones tenemos que concienciarnos para ayudar a esa gente que tiene un terreno a que le entre el gusanillo por cultivarlo y que no veamos que hay huertas en la ciudad y en el campo no”.

Y también ve esta actividad como una forma de concienciarse con el cuidado del Medio Ambiente, una de las grandes amenazas para la humanidad. “Yo aprovecho para hacer compost con lo que podo y después de ahí sale tierra que reutilizo y en el jardín también tengo hoteles de insectos, que son indispensables para la polinización. La agricultura es el sector más afectado por el cambio climático, tenemos que aprender a producir más con menos, usando menos agua, reciclando y reutilizando”.

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Mejor con las flores

La mano que dice que le falta en la huerta es la que parece que le sobra con las flores. “Y eso que no hago nada especial”, ríe. “Yo tengo orquídeas en casa, que dicen que son muy delicadas, y la verdad es que yo les hago poco y salen unas flores espectaculares; en cambio conozco a gente que cuida mucho las orquídeas y no le salen las flores”. Sus claves: “Las flores necesitan luz y no verse sometidas a cambios de temperatura bruscos o que la misma sea muy alta o muy baja; con eso, un poco de abono y no olvidarse de regar, es suficiente”.

Huerta y macetas ocupan el tiempo de ocio de una Cristina González que, en esa pasión que tiene por crear con sus propias manos, se declara también una enamorada del arte de la cerámica. Eso sí, las clases en la Escuela de Artes y Oficios de Gasteiz las tiene aparcadas desde hace un par de años, aunque espera regresar a sus aulas en un futuro no muy lejano. “La cerámica la tengo olvidada porque en casa es muy difícil hacer si no tienes un horno. Y luego está el esmalte, que es magia y nunca sabes si te va a salir algo muy bonito o un churro”. El arte de cultivar y el arte de fabricar; todo con el trabajo creativo que nace de las manos.