El número 41 de la calle Gorbea asistió al nacimiento de los cuatro hijos de la familia Domaica-Goñi, que en el tercer piso de dicho edificio y en las cercanías del mismo desarrollaron su infancia. La primera en llegar fue Ainhoa, una niña “tranquila y que no daba grandes problemas” que hoy, candidata a la Alcaldía de Vitoria-Gasteiz por el PP, rescata de su memoria esas fotografías del pasado que componen su memoria.

VIDEO: El recorrido vital de Ainhoa Domaica en Vitoria-Gasteiz

VIDEO: El recorrido vital de Ainhoa Domaica en Vitoria-Gasteiz Eneko Ugarte

“Yo era la mayor y bastante tranquila –aunque alguna trastada hizo, como cuando tiró una estatuilla de bronce por la terraza y a punto estuvo de desgraciar a un vecino– y los dos hermanos medianos eran los más revoltosos y los que daban vidilla en casa. Como vamos muy seguidos y nos sacamos un año cada uno, tengo muchos recuerdos de jugar con ellos en una zona que teníamos en casa para nuestras cosas. Y también teníamos una terraza, en la que mis padres tienen fotos de cuando di mis primeros pasos”.

Con cuatro hermanos en casa, tocaba compartir muchos juguetes. Y uno de los preferidos era el triciclo: “Teníamos uno para todos y nos encantaba andar con él por el salón. Y también recuerdo un barco pirata de los Airgam Boys, que lo poníamos en la bañera y nos lo pasábamos pipa. Y el Cluedo me lo trajeron por un cumpleaños y era un clásico. Pero lo más importante que teníamos era nuestra imaginación. Por ejemplo, nosotros éramos muy de jugar a indios y vaqueros y nos montábamos nuestros campamentos en la cama”.

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En imágenes: El recorrido vital de Ainhoa Domaica en Vitoria-Gasteiz Alex Larretxi

Tanto eran de compartir que, tras la noche más mágica del año, el único hijo de la familia tenía que soportar que sus hermanas se apoderasen de los juguetes que le habían regalado los Reyes Magos. “Nosotros ya estábamos con la coeducación”, bromea.

“Éramos muy pequeñajos y salíamos todos corriendo de nuestra habitación. Tengo grabado ese momento de júbilo viendo los regalos y a mis padres disfrutando de esa imagen. Cuando llegaban los Reyes los juguetes de niñas nos parecían lo más, pero al momento las tres hermanas nos tirábamos a jugar con los juguetes de mi hermano. Los Airgam Boys, los clicks de Playmobil o los Geiperman nos parecían mucho más divertidos que los juguetes de chicas, que se quedaban ahí aparcados”.

Estos juegos en familia se trasladaban también a la calle, donde los hermanos formaban parte de la misma cuadrilla que se juntaba en el parque de Txagorritxu. Ainhoa Domaica lo recorre ahora, rememorando cómo era esa zona en su infancia y las muchas horas que pasó allí. “Había columpios y canastas, como ahora aunque no son los mismos de entonces, pero, sobre todo, era un parque con terraplenes, pasadizos y muchos recovecos. Un sitio ideal para jugar al escondite”.

En imágenes: El recorrido vital de Ainhoa Domaica en Vitoria-Gasteiz ALEX LARRETXI

Fue también el parque donde aprendieron a andar en bicicleta. Y del que guarda los recuerdos de las marcas en las piernas, tan comunes entonces entre todos los niños y que ahora han quedado bastante mitigados por las medidas de seguridad que hay en los parques de la ciudad. “Me acuerdo de las caídas y de los trompazos que nos dábamos con la bici. Y esas costras que teníamos en las piernas y que ahora ya no se ven”.

Ese espacio también les sirvió para recrear sus series favoritas de la televisión de la época. “Nos encantaba jugar a buenos y malos imitando a Los hombres de Harrelson y también a Los ángeles de Charlie. Todas las niñas nos peleábamos por ver quién era cada una de los ángeles”. Sabrina Duncan, Jill Munroe, Kelly Garrett, Kris Munroe, Tiffany Welles y Julie Rogers se trasladaban ficticiamente desde Estados Unidos al parque de Txagorritxu para protagonizar allí sus aventuras.

Mujer de letras

La trayectoria escolar de Ainhoa Domaica no se desarrolló tampoco lejos de su domicilio natal, pues cerca de su casa estaba el colegio Presentación de María, al que fue hasta completar BUP –también le daba al baloncesto, en el que su elevada estatura era una ventaja– para hacer COU en San Viator y encaminarse hacia los estudios de Derecho.

El patio y el salón de actos son las dos zonas del colegio que se le vienen a la cabeza. El primero, por la imagen de las grandes nevadas que, cuando hacían fila para entrar en clase, les llegaban “hasta la cintura y que eran espectaculares, de las que ya no se ven”. El salón de actos era donde se reunían todos en la fiesta del cole y “nos ponían películas de cine, hacíamos espectáculos y un año representamos Grease”.

En imágenes: El recorrido vital de Ainhoa Domaica en Vitoria-Gasteiz ALEX LARRETXI

Buena estudiante –“no era la número uno, pero sacaba buenas notas”–, su fuerte eran las Letras y por ahí fue encaminando sus pasos, que le llevaron a descubrir el griego y el latín. Aunque, eso sí, Lengua y Literatura fue siempre su asignatura favorita.

“Me encantaban los análisis gramaticales. Eso de sujeto, verbo y predicado era como un rompecabezas que tenías que ir diciendo cada cosa. Y me parecía superdivertido lo de los adverbios, sustantivos, conjunciones. También me gustaban los análisis literarios porque, más allá de las rimas, yo hacía mi valoración de lo que el autor quería expresar y mi imaginación volaba”.

En el lado contrapuesto, sus batallas particulares con el dibujo. Y, sobre todo, con los rotring y su tinta. “No es que no me gustara el dibujo, pero soy muy perfeccionista y aquello de que estuvieses terminando el dibujo y saliese el manchurrón de tinta... Era para ponerte a llorar. Me daba una rabia tremenda y siempre pensaba que era mejor que se estropease al principio que al final”.

A la salida del colegio llegaba la hora de la merienda. Y Ainhoa Domaica disfrutaba especialmente con un sándwich de Nocilla. “Era como un premio”. Y es que, aunque destaca los pimientos rellenos de carne y las croquetas de su madre –eso sí, no puede con las espinacas desde pequeña y desvela que es incapaz de tomarse la leche sola–, con lo que se le derrite el paladar es con los dulces. “Soy muy golosa y mi madre hacía un flan y un goxua... También íbamos a las pastelerías Gurea o Alberdi con mi abuela Carmen, que me compraba mantecadas y ella se iba a Madrid cargada de trufas”. Memorias de una Vitoria de su infancia que es muy diferente a la de hoy.