gasteiz - “¿Se puede vivir en un mundo sin violencia o es una utopía?” “¿A corto o medio plazo puede haber una nueva forma de violencia tipo ETA?” Estas son dos de las preguntas que el pasado jueves se escucharon en la conferencia organizada por el colegio Marianistas de Gasteiz. Sus autores, jóvenes de segundo de Bachiller que han tomado parte en el programa Adi-Adian, cuyo objetivo es acercar el testimonio de las víctimas a las aulas para que los alumnos conozcan su relato y tengan la oportunidad de resolver sus dudas. Ellos son parte de los “casi 3.000 estudiantes”, según se puso de manifiesto en la charla, que a través de la participación de damnificados por la violencia han escuchado esta realidad desde que en diciembre de 2013 el Gobierno Vasco reactivara la iniciativa,

Sobre las tablas, el obispo emérito de Donostia, Juan María Uriarte; la asesora de la Secretaría de Paz y Convivencia, Aintzane Ezenarro; y Sara Buesa, la hija del ex diputado general de Álava y exconsejero, Fernando Buesa, asesinado por ETA hace 15 años. Tres voces que se sumaron al acto organizado con motivo de los 125 años de vida del centro docente para ofrecer sus respectivas visiones sobre la paz y la convivencia.

A lo largo de hora y media, el salón de actos de Marianistas permitió acercar a los cerca de 200 asistentes las concordancias entre la visión institucional, la eclesiástica y la de las propias víctimas ante el nuevo tiempo marcado por la ausencia de la violencia terrorista. Pero, además, los tres invitados también compartieron la necesidad de revisar el pasado con el objetivo de evitar un cierre en falso que impida la repetición de errores saldados con vidas humanas.

El letargo al que desde el Parlamento Vasco han sumido a la Ponencia de Paz y Convivencia es un claro ejemplo de las dificultades que entraña la misión de elaborar un relato compartido del pasado. No obstante, desde el Ejecutivo autonómico están convencidos de que este debe ser el camino para avanzar en un acuerdo de mínimos que quizá no logre aglutinar a todos los partidos en “el porqué” de lo sucedido, pero sí, al menos, en que “lo que ha pasado estuvo mal”, según comentó Ezenarro.

En esa visión pretérita, Sara Buesa destacó la “deslegitimación clara del terrorismo” como una de las “claves” para empezar a construir un nuevo tiempo sobre los cimientos del pasado. A la hora de elegir entre convivencia y reconciliación, Buesa no duda en elegir la primera opción. “Yo no he estado enfrentada con nadie, no me gusta la teoría de los dos bandos”, matizó.

Tanto la hija del que fuera líder del PSE alavés como Ezenarro comparten que en esa mirada “crítica” del pasado, en algunos pasos hay que añadir la “autocrítica”, una visión que Buesa definió con su convicción de que “la convivencia pasa por que quienes lo han justificado (el terrorismo) reconozcan que estuvo mal”.

Al igual que lo hace cada vez que desde Adi-Adian solicitan a Sara Buesa que relate su experiencia vital ante los alumnos, la charla a tres bandas del jueves rescató de su memoria los años en que ETA, “con su socialización del sufrimiento”, extendió “el miedo” hasta el punto de abonar el silencio en entornos como el familiar o el escolar. “No éramos conscientes del entorno hostil en el que vivíamos”, destacó.

el perdón No podía faltar en una charla de estas características el siempre delicado asunto del perdón. Una reacción que, como recordó el obispo emérito de Donostia, “al no poder ser reclamado legalmente, queda un tanto apartado de lo público”. El perdón en “el ámbito individual” que las compañeras de coloquio compartieron con el religioso vasco y que “depende de cada víctima”.

Uriarte vinculó su visión sobre la decisión de perdonar a una experiencia que le tocó vivir como víctima del terrorismo. ETA acabó con la vida de un primo suyo y, pasados los años, uno de los ejecutores de aquel taxista de Bermeo que era pariente del prelado le confesó su evolución hasta el punto de pasar de “héroe” entre los suyos a arrepentirse. “Me abrazó y me sentí emocionado. Sé que para él fue una gran liberación”, sostuvo monseñor.

Además de esta experiencia personal, Uriarte también realizó un ejercicio de autocrítica como miembro de la Iglesia, un estamento que, a su juicio, no puede “ser pasivo” ante esta situación. “El Gobierno central no ayuda, y la Iglesia tiene que hablar con el Gobierno”, sentenció.

El coloquio finalizó con las preguntas de los congregados en el salón de actos del colegio, un turno en el que Ezenarro respondió que “un mundo sin violencia es una utopía, pero no lo es una vida sin violencia”.